sábado, 27 de junio de 2015

El poder de lo pequeño

Habitualmente me levanto de la cama antes que las aves y observo la luz del sol inundar mi oficina cada mañana.
Amo esta hora del día. Pero lo que no amo es ser despertado bruscamente de un sueño profundo antes de la hora normal de levantarme, y desgraciadamente, todos los días de los últimos meses lo he sido.
Duermo con las ventanas abiertas, y alrededor de las 4:00 de cada mañana, llueve o solee, he tenido a ese pájaro "maluco“ en algún lugar” cercano, ¡emitiendo su canto de apareamiento en lo que parecieran 130 decibelios! Muchas veces he intentado comparar con insistencia, ese sonido con una criatura del tamaño de un pterodáctilo consumiendo algún tipo de sustancia.
¡Pero esa astuta criaturita nunca se dejó ver! Aprecio la naturaleza tanto como cualquiera, ¡pero ese gran ruido a esas horas de la mañana no es música celestial, precisamente para mis oídos! En un momento de agitación en que mi emplumado adversario me colocó, pensé en ubicar a un “deportista tirador” en el vecindario que se encargase de él, pero aquello no dejó de ser tan solo un anhelo fantasioso. Además, no creo en el “deporte de la cacería”.
Ahora, sin embargo, me he acostumbrado bastante a mi alarma residente en árbol y a mirar el lado positivo de esta situación; hasta podría agradecerle por la hora adicional de trabajo que he podido invertir cada día.

El corazón, un mal consejero

¡Actúa según lo que te dice tu corazón! Seguro que has escuchado ese consejo. Yo sí, y de hecho, muchas veces me lo he dado a mí mismo. Más aún, podría decir que generalmente sigo este consejo. Es la forma como vivimos hoy. El problema de seguir este consejo es que es contrario a lo que la Escritura enseña. Es lo que se llama un “consejo satánico”, nos hace mal. Pone la base de nuestras decisiones en arenas movedizas, y, al final, nos lleva a tomar decisiones equivocadas.

Este consejo es dado cuando tenemos dudas y preguntamos sobre lo que debemos hacer. Cuando decimos “¡sigue lo que dice tu corazón!”, en realidad estamos diciendo “¡haz lo que quieras!”. Cuando seguimos a nuestro corazón fijamos en nosotros mismos, el criterio a seguir, somos nosotros los que decimos qué es bueno y qué es malo. Asumimos la autoridad de Dios, el lugar de Dios, y, al fin de cuentas, nos creemos Dios. Esto es idolatría.

Cuando se dice “¡Sigue lo que dice tu corazón!”, en realidad se afirma que el hombre es independiente para tomar sus propias decisiones y que él puede elegir el criterio para tomar ésas. Y generalmente, este consejo viene junto a otro igual de diabólico: “lo que importa es que seas feliz”. Esto es así porque nuestra cultura piensa así, de forma individualista y hedonista. El hombre se transforma en el centro de su "mundo", y lo que le da sentido a ese mundo es su propia felicidad. Felicidad que se consigue por el cumplimiento de los propios deseos. “¡Sigue lo que dice tu corazón!” es un llamado a hacer lo que es bueno a los ojos de cada uno.

No a la división

La división es consecuencia de preferir a unos más que a otros. Pero la presencia de los débiles entre nosotros, nos obliga a considerar a todos, y no a unos pocos.
Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son indispensables. Versículo: 1 Corintios 12:22
Cada congregación tiene al menos dos o tres personas que entran dentro de esta categoría, hermanos que calificaríamos de "débiles". Son esas personas problemáticas que no terminan de insertarse total y correctamente en el cuerpo, especialistas en comportamientos o comentarios inapropiados. El resto convivimos con ellos, movidos por una mezcla de tolerancia y lástima. ¿No hemos sido llamados, acaso, a la compasión?
Aun con esta perspectiva, la declaración del apóstol Pablo nos confunde. ¿Qué quiere decir?, ¿los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles son los más necesarios? Estamos acostumbrados al valor de las personas por la contribución que hacen a nuestras vidas. Con este parámetro, ¡estos "hermanitos" definitivamente no parecen los más necesarios! De hecho, parecen los menos importantes. Los verdaderamente necesarios para el buen funcionamiento del cuerpo son el pastor, los ancianos o los diáconos. ¡Ellos sí sirven a la iglesia con sus dones y talentos!
Pero el Señor, en su maravillosa sabiduría, sabe que la única manera de enseñar el verdadero amor y la genuina compasión es colocando en medio de nosotros, a una persona que necesita ese amor.
Nuestro problema es que estamos mirando la declaración del apóstol desde la óptica equivocada. Mientras busquemos entenderla a la luz del beneficio que nos dan los demás, no tendrá sentido para nosotros lo que él está diciendo. Pero Pablo no pensaba que estos hermanos problemáticos eran los más necesarios por lo que nos dan a nosotros. Son necesarios porque nosotros nos vemos obligados a darles a ellos.

Dios te ha estado preparando para una Misión especial

"Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros". Hebreos 1:8-9
José entregado por sus hermanosEstudiando la vida de José y la de Jesús, observamos que ambos fueron ungidos para una tarea especial. Cuando Jacob fabricó un abrigo de muchos colores para su hijo José, lo puso por encima de sus hermanos. Esta era una señal de que Dios había escogido a José ya desde niño, para llevar adelante una labor de vida como líder.
Pero el adiestramiento que soportó no fue nada fácil. José padeció la dureza de la prueba, sus hermanos lo traicionaron y lo vendieron como esclavo, fue encarcelado y aparentemente, olvidado por Dios, y muy posiblemente en mas de una ocasión, se debió
 haber preguntado,"¿por qué me sucede todo esto?" 
Nosotros, estudiando los hechos ya narrados, podemos llegar a entender las causas de las tribulaciones que José atravesó, y que él no pudo entender en su tiempo. Sin duda, estaba aprendiendo a tener la humildad necesaria para llevar adelante el liderazgo para el que Dios lo había escogido.
Nuestro Señor es el mayor ejemplo de humildad. Él dejó su trono entre los ángeles para adquirir naturaleza de hombre; "¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?!" Mateo 27:46. Y así como José salvó a Egipto y a gran parte del mundo de la gran hambruna y de la muerte física, Jesús nutrió al mundo entero con alimento espiritual, y salvará a millones de almas de la muerte eterna.

La ofrenda de la viuda

Es interesante, y en ello se hace hincapié, resaltar que las cosas grandes se componen de partes pequeñas; todas, sin excepción. Por ejemplo, los mares no serían mares sin las muchísimas pequeñas gotas que los forman...
Las montañas nos impresionan por su grandeza, pero estas mismas montañas no serían nada si no fuera por la combinación de peñas, rocas, piedras y aún más importante, los granos de arena, incluso el polvo de tierra que les da forma y sustancia y permite que la flora las adorne y embellezca.
El dicho, “Roma no se construyó en un día” nos indica esto también. Vemos que lo grande, lo importante y lo bello es el producto de la acción de muchos elementos pequeños. Esto es verdad especialmente, con respecto a lo espiritual.
El amor de la madre no se demuestra solo por el hecho de haber dado a luz a su hijo. Ese amor maternal tan loable es la suma de los sacrificios de cada día, de largos años de preocupación por el bienestar de su hijo, lo cual llega a ser obsesión en su vida. La madre no lo considera como un sacrificio, todo lo contrario, gozo y deseo en su existencia, el darse a sí misma hasta el último suspiro.
Durante la segunda guerra mundial, una parte de las fuerzas aliadas, compuestas de ingleses, franceses y norteamericanos, se encontró atrapada en la costa del Norte de Francia. Los nazis iban a echarla al mar. ¿Cómo salvar a esos soldados de la destrucción que les esperaba? No había barcos militares suficientes, listos para transportar a esos valientes que afrontaban la muerte a una distancia de solo unos treinta y cinco kilómetros.
En Inglaterra, el primer ministro hablando por radio, explicaba la situación al pueblo, suplicando a cada persona que tuviera barco, no importaba el tamaño, se lanzara al mar hacia la costa norte de Francia para rescatar a estos soldados.
Fue sorprendente el resultado. Millares de individuos en sus barcos, algunos, pocos de ellos, yates, pero la mayoría lanchas pequeñas y hasta embarcaciones de remo, se dirigieron a alta mar. Formaban una flota unida y potente porque tenían un solo fin y todos estaban consagrados a hacer lo que pudiesen con lo que tenían. Para muchos su única posesión era su lancha; con ella, todo lo que tenían para poder ayudar a los que necesitaban su servicio...
... La mayor parte de los soldados llegaron salvos y sanos a Inglaterra, gracias a tantos que ofrecieron lo poco que tenían. Mucho se puede conseguir, siempre y cuando uno esté dispuesto a ofrecer lo que tiene aunque le parezca poco.