domingo, 27 de enero de 2019

Dios no está sujeto a las matemáticas

Uno solo de ustedes puede poner en fuga a mil; porque ustedes cuentan con la ayuda del Señor su Dios, que es quien pelea, tal y como lo prometió.” (Josué 23:10 RVC).
Saber que Dios hace suyas nuestras batallas, conforta nuestra alma. Tener la seguridad de que Dios nos capacita para enfrentar todo lo que se levanta en contra de nosotros que pretende destruir nuestra fe, nuestra familia, el ministerio y el servicio a Dios, nos anima a seguir en el camino del evangelio.
Resultado de imagen de Dios no está sujeto a las matemáticasReflexionemos tan solo unos minutos en algunas de las cualidades o atributos de Dios, que nos revelan que “Dios no está sujeto a reglas matemáticas,” sino que actúa soberanamente como dueño y señor del universo.
1. CON DIOS SOMOS MAYORÍA.
“…Cinco de vosotros perseguirán a cien, y cien de vosotros perseguirán a diez mil, y vuestros enemigos caerán a filo de espada delante de vosotros…” (Levítico 26:8).
Dios no está sujeto a la regla de tres. La regla de tres en matemáticas, es una forma de resolver problemas de proporcionalidad entre tres o más valores conocidos y una incógnita. En esta regla matemática se establece una relación lineal (proporcional) entre los valores involucrados. Si aplicamos la regla de tres simple directa a la proporción que Dios establece en Levítico 26:8, los resultados serían diferentes. La regla de tres simple directa, dice que si 5 persiguen a 100, entonces proporcionalmente, 100 deberían perseguir a 2.000 (100 x 100 ÷ 5 = 2.000). Pero Dios dice que 100 perseguirán a 10.000. Porque en lo espiritual rige la regla de un efecto acumulativo a medida que se avanza en las cuentas.
Cuando dependemos de Dios y hacemos equipo con Él, los resultados serán superiores a la suma de los resultados de esfuerzos individuales. Con Dios, aunque seamos menos, somos mayoría. Con Dios, aunque parezcamos inferiores, somos superiores. Con Dios, aunque parezcamos incompetentes, somos capaces. Con Dios, aunque seamos débiles, somos fuertes.
La historia de Gedeón en el A. Testamento corrobora esta verdad. Gedeón se enfrentó con 300 hombres a un numeroso ejército de madianitas, amalecitas e hijos del oriente. El cronista describe a este ejército enemigo como una plaga de langosta y compara a sus camellos con la arena del mar (Jueces 7:7 y 12). Era una batalla totalmente desproporcionada. Pero con Dios somos mayoría. El caso es que a Dios se le ocurrió reducir el ejército de Gedeón de 32.000 a 300 guerreros. (menos de un 1%). Dios quería evitar que la autosuficiencia y el orgullo les hicieran creer al pueblo de Israel que ellos habían derrotado a sus enemigos con sus propias fuerzas (Jueces 7:2). Quería demostrarles que la victoria dependía no de la fuerza o del número de soldados, sino de la obediencia y el compromiso con Él. Una de las actitudes que libera el poder de Dios a nuestro favor es la obediencia.
Ésta es una buena lección que debemos aprender todos los cristianos de hoy, que aunque seamos incapaces por nuestra debilidad humana, tenemos victoria sobre satanás, el mundo y la carne, únicamente a través del poder de Dios. David estaba convencido de que Con Dios conseguiremos la victoria; ¡él pisoteará a nuestros enemigos!” (Salmos 108:13 PDT). [Zacarías 4:6]

Guarda Tu Corazón

“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida. Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios. Que tus ojos miren lo recto y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante. Examina la senda de tus pies, y que todos tus caminos sean rectos. No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; aparta tu pie del mal”.
Proverbios 4:23-27
guarda-tu-corazonEs increíble que un órgano tan pequeño como es el corazón, sea tan indispensable e importante para el buen funcionamiento del cuerpo. Si el corazón deja de latir, sencillamente nos morimos. Se puede vivir sin brazos, piernas y ojos; hasta quizá te falte un riñón, pues si el otro funciona, podrás vivir. Pero el corazón es una pieza irreemplazable, insustituible.
El proverbista Salomón, hombre sabio e inteligente, escribió de manera sencilla una frase corta que nos lleva a reflexiones muy profundas. Porque cuando uno guarda algo, es porque lo protege, lo cuida, valora y estima.
Es de vital importancia que guardemos nuestro corazón físico. Pero siendo muy importante el corazón físico para la vida, es también igual de importante, o aún más, proteger nuestro corazón (lugar donde se asientan y producen nuestros pensamientos y sentimientos); lugar de donde pueden nacer las guerras, los pecados, las malas acciones y los deseos.
De nuestro corazón brota o aflora la vida. Vida que es nuestra, pero que también compartimos con otros. Por lo tanto, medita por favor, en la importancia de no permitir que el odio, el rencor y las raíces de amargura florezcan y se alojen en tu corazón. Es difícil, sí que lo es. Todos sabemos lo que se siente cuando te traicionan, cuando te hacen un mal o cuando te pagan un bien que hiciste con mal. Sabemos el dolor que se siente, y muchas veces uno quisiera tomar la venganza en sus manos. Explotar contra la persona que te lo hizo, cobrar o corresponder con el mismo mal.
Mas la Palabra dice que debemos vencer el mal con el bien. ¡Qué cosa más difícil a veces! Pero es el mejor camino. No debes permitir que tu corazón sea prisionero de sentimientos y actitudes tan negativas y dañinas. Porque finalmente, a la persona que más afectará lo que sientas es precisamente a ti mismo.

Los de Corazón limpio

«Bienaventurados los de corazón limpio, porque verán a Dios» (Mateo 5:8).
I. ¿Qué es el corazón? Abarca la voluntad, el asiento de los afectos y de los deseos. Es el Lugar Santísimo en el hombre, la cámara secreta del Espíritu.
II. ¿Qué es la limpieza? La limpieza implica la ausencia de todo aquello que pueda ensuciar o quebrantar la armonía de nuestro más elevado ser. Aire, agua u oro puros significan la ausencia de elementos contaminantes o rebajadores.
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III. ¿Qué se entiende por un corazón limpio? Un corazón devuelto a su verdadera y original condición, traído a la perfecta armonía con la voluntad de Dios. El lenguaje de los de limpio corazón es: «El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado» (Salmos 40:8).
IV. ¿Cómo puede el corazón ser limpiado? El corazón, aunque engañoso más que todas las cosas, y perverso, puede ser limpiado:
1. Por la fe en la sangre expiatoria de Cristo (Hechos 15:9; Hechos 9:14).
2. Por una continua permanencia en la verdad (Juan 17:17; Efesios 5:26).
V. ¿Cuál es la bienaventuranza de los de limpio corazón? «Verán a Dios». 
1. En Cristo Jesús.
2. En las Escrituras.
3. En la providencia.
4. En sus propios corazones.
Persisten «como viendo al Invisible» (Hebreos 11:27).
VI. ¿Cómo es que solo los de limpio corazón pueden gozar de esta bienaventuranza? Porque la impureza ciega los ojos para no ver aquello que es puro y santo, así como los ojos con ictericia decoloran los objetos o como los vapores terrenales ocultan los cielos. «Cual es su pensamiento en su corazón, tal es Él» (Proverbios 23:7).
VII. ¿Es limpio, mi corazón? «Escudríñame, oh Dios» (Salmo 139:23).