domingo, 5 de mayo de 2019

Abigail: un ejemplo de prudencia

La Biblia alaba la virtud de la prudencia. ¿Pero cómo aprender a ser prudentes? Una forma de hacerlo es siguiendo el ejemplo de una mujer de fe como Abigail.

La prudencia puede definirse de dos maneras: es la cualidad de comportarnos y hablar sin ofender a nadie ni revelar información privada; y también, saber decidir, adecuadamente, qué se debe hacer en cada situación.
¿Cómo puede una mujer cristiana aprender estas cosas?
De todas las mujeres de fe cuyas vidas fueron preservadas en la Biblia, hay una que indudablemente destaca cuando hablamos de prudencia. Esta mujer es Abigail; sin duda, su ejemplo es algo digno de considerar.

Imagen relacionadaEl escenario

En 1 Samuel 25:1-13, vemos a David huyendo del rey Saúl en el desierto de Parán. Sus hombres, y algunos trabajadores de un hombre rico y maleducado llamado Nabal, habían comenzado a cuidar del ganado en los alrededores de su escondite. Cuando llegó el tiempo de la esquila (un tiempo de comida, bebida y fiesta), los hombres de David pidieron una recompensa por haber protegido los animales de este acaudalado hombre. A lo que Nabal, sin embargo, se negó arrogantemente, insultando y humillando a David y a sus hombres, por lo que David se enojó mucho e ideó una venganza en medio de su ira: no quedaría ni un solo hombre vivo en la casa de Nabal.
Oyéndolo, un atemorizado siervo de Nabal le avisó a Abigail del inminente desastre, ¡había que hacer algo!

Conociendo a Abigail

Cuando Abigail aparece por primera vez en escena, es una mujer casada; su casamiento, ya fuera por voluntad propia o por un acuerdo entre su padre y su futuro novio, como era la tradición, la Biblia no lo dice. Lo único que sabemos es que Nabal, un exitoso ganadero de ovejas, consiguió una esposa no solo hermosa, sino, como dice la Biblia, también “de buen entendimiento”. Desafortunadamente, lo que Abigail consiguió fue un esposo difícil, “duro y de malas obras” (1 Samuel 25:3).
El desafío de Abigail era aprender a vivir en paz con su mezquino esposo, a la vez que mantenía su integridad y fortaleza de carácter. Para ello, tuvo que aprender a ser prudente en sus palabras y acciones para lograr los mejores resultados.

Ser prudente a veces implica actuar rápido para evitar desastres

Abigail no tardó en darse cuenta de la gravedad del asunto cuando escuchó las palabras del siervo: “Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer, porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y contra toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle” (verso 17).
Abigail no perdió ni un segundo y se apresuró a preparar una ofrenda de paz con la esperanza de aplacar la ofensa: “doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas de grano tostado, cien racimos de uvas pasas, y doscientos panes de higos secos”, todo cargado en asnos y enviado por adelantado con sus siervos para encontrar a David en el camino (verso 18). Ella iría al final. Solo el tiempo mostraría si su plan había funcionado.
Y solo el tiempo mostraría qué consecuencias debería afrontar si vivía, para confesarle a Nabal lo que había hecho.