viernes, 17 de abril de 2015

Abre tus ojos

La niña salió de la casa y se sentó en una piedra en la parte alta de la estancia. Era una bella noche estrellada. Puso su cabecita entre sus rodillas mientras las rodeaba con sus brazos. Gruesos lagrimones caían de sus ojos.
Estaba sumida en la más profunda de las tristezas. No había consuelo posible para el intenso dolor que laceraba su joven corazoncito. La pérdida de su madre, además de dejar un vacío imposible de llenar, había trastocado toda su vida.
Hoy cambiaba amigos, colegios de categoría, viajes por el mundo, todo, por la perdida estadía con su madre en una zona rural del país. Su padre la amaba profundamente, pero su vida había dado un giro trascendental. Una semana antes disfrutaba de las luces nocturnas de una gran ciudad. Hoy estaba bajo una hermosa vía láctea vista desde la inmensidad del campo, de noche,… pero su alma estaba quebrantada. Sus ojos cerrados y apretados, pero...
...“Abre tus ojos”, le susurró un ángel mientras tiernamente tocaba su hombro. Sobresaltada, se incorporó; mas no vio a nadie. Puesta de pie y con sus ojitos muy abiertos y aún llenos de lágrimas, miró hacia el cielo.
El espectáculo increíble visto desde el campo, era un cielo profusamente estrellado, como nunca en sus jóvenes once años había visto, que pareció infundir nueva vida a su alma quebrantada. “En esa estrella está mi mamá” pensó. “¡Y cómo brilla! ¡Me parece que me está mirando!”

Vuelve a comenzar


Cuando has confiado en Dios y andado en su camino,
cuando has sentido su mano guiarte día tras día,
pero ahora tus pasos te llevan en otra dirección,
vuelve a comenzar.

Cuando has hecho tus planes, y todo sale mal,
cuando has tratado de conseguir lo mejor, y ya no queda nada por hacer,
has fracasado en lo que haces, y no sabes por qué,
vuelve a comenzar.

Cuando has dicho a tus amigos lo que planeas hacer,
has confiado en ellos, y no te han sido fieles,
y te has quedado solo con tus cargas a cuestas,
vuelve a comenzar. 

Cuando has fracasado con tus hijos, han crecido y se han ido,
cuando has hecho lo mejor pero todo ha resultado mal,
y ahora tienes a tus nietos que van por el mismo camino,
vuelve a comenzar.

Cuando has pedido a Dios saber su Voluntad,
has orado mucho sin recibir respuesta,
y quieres detenerte para restaurar tus fuerzas,
vuelve a comenzar.

Cuando crees que todo ha terminado y vas a darte por vencido,
has llegado al fondo del abismo en tu vida,
y has tratado muchas veces de salir de ese foso,
vuelve a comenzar.

Cuando ha sido largo el año y no has tenido éxito,
cuando llega diciembre y te sientes muy triste,
y Dios te da un enero de gozo renovado,
vuelve a comenzar.

Volver a comenzar quiere decir victorias ya ganadas;
volver a comenzar quiere decir que la carrera se ha corrido bien.
Volver a comenzar quiere decir que se ha hecho la voluntad de Dios;
así que no te quedes simplemente sentado…
¡vuelve a comenzar!

El hombre más rico del valle

Un joven campesino se hallaba un día en el portal de su magnífica casa, contemplando el panorama de sus extensos terrenos. Había viajado a varios países y había visto muchos paisajes pintorescos y maravillosos, pero aquel bello día de verano, pensaba que nunca había recreado los ojos con vistas tan hermosas como las de su propia heredad.
—Todo esto es mío, se dijo.
Como el campesino rico de la parábola bíblica, él también se había provisto de todo lo material, menos para su alma inmortal. Carecía de los tesoros eternos y verdaderos mientras gozaba de abundancia en riquezas terrenales. Para él, el mundo del más allá era lo de menos.
Mientras se gozaba mucho pensando que era dueño de posesiones tan bellas, apareció un criado suyo con su caballo de montar. El joven patrón saltó a la silla y se alejó al galope. A poca distancia en el camino, trabajaba un empleado de la finca, el viejo Aurelio. El patrón se detuvo para charlar un rato con él. Aurelio sacó su merienda, se quitó su sombrero, y dio gracias al Dador de todo bien, cuando escuchó la voz del dueño.
—Hola, Aurelio, ¿Cómo estás hoy?
—¡Es usted señor!, contestó el viejito. —No le sentí acercarse. Es que estoy un poco sordo últimamente y me falla la vista también.
—Sin embargo, pareces estar muy feliz Aurelio.
—¿Feliz? ¡Cierto que si! Tengo muchas razones para sentirme feliz. Mi Padre celestial me da ropa y pan diario. Además tengo una manta y una buena cama donde descansar y,... mi buen amo, esto es más de lo que gozaba mi precioso Salvador cuando Él vivía aquí. Yo daba gracias a Dios por todas sus misericordias cuando Ud. llegó.
El joven rico miraba hacia el pobre almuerzo de Aurelio que consistía en unas pocas rebanadas de pan y un pedazo frío de cerdo frito.
—¿Y por ese bocado miserable tú dabas gracias a Dios?,... pobrecito. Por mi parte, yo estaría verdaderamente desilusionado si eso fuera todo lo que yo tuviera para almorzar.
—¿De verdad?, preguntó Aurelio, admirado. -Pero, quizás Ud. no sepa lo que a mí me endulza la vida.  Es la presencia de Cristo mi Salvador, en mi corazón. ¿Me permite Ud. mi buen amo, relatarle un sueño que tuvo anoche?
—Por supuesto, Aurelio. Cuéntame tu sueño, quisiera escucharlo.
—Pues, cuando adormecía, yo pensaba mucho en la Patria Celestial, y en todas las mansiones de allí que están preparadas para los que aman en verdad al Señor. De repente, me sentí trasladado a las puertas de la gloria. Me quedaron abiertas de par en par, y pude descifrar la ciudad bendita. ¡Oh señor!, ¡la gloria y la hermosura que vi jamás se podrían describir! Por supuesto, no fue más que un sueño, pero había una cosa que en particular tengo que decirle a Ud.
El patrón se sentía algo incómodo, como si quisiera alejarse, pero Aurelio, sin darse cuenta de ello continuaba…
—Yo sentí una voz que decía, “El hombre más rico del valle, morirá esta noche”, y después de aquello una música más maravillosa, un verdadero coro de “Aleluyas”, me deleitaba los oídos. Entonces me desperté.
—Mi buen amo, siguió Aurelio, —Aquellas palabras fueron dichas tan claras que no se me han olvidado, y me sentí obligado a decírselas. ¡Quizás constituyan un aviso!
El dueño se puso pálido, pero quiso disfrazar los temores que se apoderaban de él. - ¡Locura! exclamó, quizás tú creas en los sueños, pero yo no creo en eso. ¡Hasta luego!
Y se retiró apuradamente. Aurelio le contempló irse y oró, -¡Oh! Señor mío, ten piedad de su alma si él tiene que morir tan pronto.
Un par de horas después, el joven rico estaba de vuelta y al pasar por la puerta de su patio, su criado se acercó para ocuparse del caballo. Entrando apurado al salón de su casa, se echó sobre el sofá agotado y agitado.
—¡Qué necio soy en permitir que la charla simple de ese viejito ignorante me preocupe! “El hombre más rico del valle”, por supuesto, ese lo soy yo, pero eso de morir esta noche..., jamás en mi vida me he sentido tan bien. Por lo menos esta mañana me sentía muy bien, aunque ahora mismo tengo un dolor de cabeza algo raro, y el corazón me parece que no funciona muy bien. “Tal vez debo mandar buscar al médico.”
Por la tarde llegó el médico. El campesino, debido a su agitación, tenía fiebre pero no sabía explicar su malestar. El médico, después de examinarlo, se detuvo unas horas con él empleando toda su habilidad, con el fin de distraerlo y disipar sus pensamientos lúgubres. Sonaban las diez de la noche cuando el médico decidió irse, pero de repente el timbre de la puerta sonó. Su agudo sonido asustó a todo el mundo en la casa.
—¿A quién se le ocurrirá venir a esta hora de la noche?, preguntó el joven ansioso. Sus nervios alterados le avisaban de un mal presagio.
—Que me perdone el haberle molestado señor, le dijo un empleado de la hacienda. -Vine nada más para decirle que el viejo Aurelio murió de repente esta noche y le suplicamos a Ud. que tenga a bien atender el asunto del entierro.
¡Ya se había cumplido el sueño del viejito! Pero no fue el poseedor de los vastos terrenos fértiles, sino el pobre siervo que vivía en la humilde choza y daba gracias a su Padre celestial por su cuidado diario. ¡El viejito fue el “hombre más rico del valle!” Su alma redimida por la sangre de Cristo, había entrado triunfante por las puertas de la Ciudad Celestial. Así fue como entró en las riquezas eternas.

Yo no me olvido de ti

“Pero Sión dijo: Me dejó Jehová, y el Señor se olvidó de mí. ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros”.
Isaías 49:14-16
Aunque tú te olvides de lo que le dijiste y lo que le pediste, Dios no se olvida de ti. Él te escucha y a Su tiempo te contesta. Nuestra mente tan cargada, tan saturada de pensamientos y muchas veces de problemas, necesita recordar que aunque ella olvide, Dios nunca olvida lo que cada uno de sus hijos le dijo. No se le escapa ni la más mínima palabra, ni el más mínimo detalle.
yo-no-me-olvido-de-tiPorque Dios posee una cualidad predominante: ¡ÉL ES FIEL! Y si es fiel es porque no falla. Cumple cada cosa que promete. Entonces, ¿por qué te agitas y te confundes? ¿Por qué permites que la desesperación te ciegue? ¿Por qué permites que la tormenta te robe la paz, y que la neblina que tienes enfrente te haga perder el camino?
El “Gran Yo Soy”, fue, es y seguirá siendo. Las personas olvidan sus promesas, pero Dios nunca jamás se va a olvidar de ti porque con gran amor fuiste creado. Porque Él nunca jugará con nuestros sentimientos. Para Él no somos piezas de laboratorio con las que experimenta, somos su máxima creación.
A veces, las circunstancias nos hacen pensar que Él puede estar distante de nosotros pero no es así. Cuando Dios parece lejos es cuando más cerca está de nosotros. Ten la certeza, la seguridad de que esto es así. Su silencio no significa que no seas importante, ni que está ausente, ni que se haya olvidado de ti.
Estás siempre presente en su mente; en el camino hacia Él aprenderás y tu confianza crecerá. Dios solo quiere perfeccionarnos en medio del valle de lágrimas que a veces atravesamos. Pero al final verás que sus caminos y sus pensamientos te llevarán al lugar indicado, al puerto seguro.

¡No desmayes, tu Dios te sostiene!

Un día algo se marchitó... pero Dios lo hará florecer

Él va hacer florecer aquello que parecía haberse marchitado aunque muchos te hayan dicho que eso no revivirá.
Muchos creen que entrar a los caminos de Dios es vivir en una “religión”, otros creen que eso es fanatismo, y así cada persona tiene su propia creencia. Sin embargo, hasta que no nos pongamos de lleno a caminar de la mano de Dios, no lograremos experimentar los beneficios que Dios da a los que se atreven a caminar cogidos de Él, obedeciendo su palabra y poniendo sus principios como prioridad en sus vidas.
Muchas familias van de mal en peor, su matrimonio destruyéndose, los hijos revelándose contra sus padres, contiendas, peleas, iras, enojos, pleitos y todo ello, poco a poco, va carcomiendo los hogares, de modo que va quedando una soledad impresionante en esas familias, que únicamente puede desaparecer cuando llega el Reino de la Luz y se le permite a Jesús entrar en ese hogar.
“La casa de los impíos será asolada; pero florecerá la tienda de los rectos.” Proberbios 14:11.
Mediante estas palabras, podemos deducir que toda siembra tiene su cosecha; aquellas personas que tienen en poco valor la palabra de Dios, y que es más, ni se interesan por agradar a Dios, poco a poco van perdiendo todo, de manera que la soledad entra a ese hogar, y el enemigo más y más se apodera de lo que en ellos hay; los hijos se hunden en los vicios divagando en la vida porque no tienen una guía y un camino que seguir; el matrimonio se destruye y todo se va a la ruina; pero no así le sucede a aquel hogar en el cual se guardan los principios de la palabra de Dios; esto no quiere decir que no tendrán dificultades y problemas, pero el detalle más significativo es que no se enfrentan a ellos solos sino de la mano de Aquel que tiene la solución a todos los problemas.
Incluso habrán momentos en donde parece que todo se va al garete como aconteció con el pueblo de Israel, pero Dios de improviso hizo nacer un vástago, un renuevo, una pequeña raíz que floreció cuando todo parecía haberse marchitado y caído al suelo. Quizás esto sea lo que esté sucediendo en tu vida, hogar, trabajo, estudios, matrimonio.... o en la situación que estés viviendo, que muy lentamente han habido cosas que se han ido oscureciendo; pero en este momento, piensa que tu casa, tu matrimonio, tu vida, tu economía, tu ministerio, todo va a florecer a pesar de que posiblemente haya pasado mucho tiempo y que parezca que nunca mas volverías a ser feliz, y a experimentar el gozo y regocijo que supone resplandecer.