La cebra es un animal cuadrúpedo que tiene casi la misma morfología que un caballo, con la diferencia de que su pelaje es negro con rayas blancas, pero esta característica más que hacerlo una especie exótica, le ayuda a defenderse.
Para empezar, las rayas verticales contribuyen a poder esconderse entre las hierbas. A pesar de que esto puede parecer absurdo a primera vista, teniendo en cuenta que las plantas no son ni blancas ni negras, se supone que este "disfraz" es efectivo contra su depredador principal, el león, el cual es daltónico. Teóricamente, una cebra que permanezca quieta entre hierbas altas podría pasar desapercibida para un león.
Además, como las cebras son animales que viven en manada, las rayas ayudan a confundir a otros carnívoros que les acechan. Es decir, varias cebras que estén o se muevan juntas, pueden parecer un único y gran animal, haciendo que el león tenga problemas a la hora de elegir a un solo miembro para atacar. Un rebaño de cebras que se disperse para huir de su atacante, dará la impresión de ser una masa confusa de rayas verticales moviéndose en direcciones diferentes, haciendo que a un animal como el león, le cueste seguir visualmente a un individuo que no se separe de sus compañeros.
Por eso, una cebra apartada de su manada podría ser presa fácil para cualquier depredador.
Algo similar suele pasar en la vida de un creyente. Cuando uno se aleja de la iglesia es presa fácil del enemigo. Generalmente, quien se aparta se expone a recaer en viejos pecados, las ganas de orar y de buscar a Dios disminuyen notoriamente, se suelen retomar viejas y malas amistades, se apaga el fuego de la pasión que se sentía en el primer amor, los frutos del Espíritu Santo son cambiados por las obras de la carne, se es fácilmente arrastrado por pasiones desordenadas, etc. Poco a poco, el corazón se hace más duro, llegando a sentirse cada vez más alejado de Jesús.