lunes, 4 de julio de 2016

Llegó el momento que esperaba

El evangelio no es una cultura sino una contracultura. Usted vino a ser ciudadano de un Reino sin importar donde haya nacido; por eso cuando Moisés profetizó al pueblo que serían prosperados y conquistarían la tierra prometida, el pueblo no entendió el código de la abundancia.
Porque mientras Moisés fue criado en una cultura de abundancia y esplendor en el palacio egipcio, los judíos solo conocían de chozas y de escasez. Por eso, para ellos era muy difícil después encajar en ese código del cual les hablaba Moisés. Dios quiere meterte en una etapa de superabundancia.
No le crea a la gente que viene con actitudes negativas. Créale a Dios, porque Él determinó bendecirle de manera sobrenatural. El problema de pobreza no viene de las finanzas sino de la forma de pensar, es un problema de la mentalidad que cada uno ha adquirido.
La Iglesia nunca debió desconectarse del mercado, porque las parábolas de Jesús hablan únicamente sobre el concepto de Reino. En ninguna parte de la Biblia Dios dice que nos daría dinero, porque nunca lo prometió; pero Él, sí prometió que nos daría riquezas. Cuando usted tiene el favor de Dios, tiene el favor de Faraón, es decir, de personas y autoridades que sin ser cristianas pero con poder económico le van a bendecir.
Todos hemos vivido momentos especiales cuando vimos cumplido un sueño o alcanzado una meta, pero hay próximos grandes momentos que vendrán y debemos prepararnos para capturarlos. José tenía diecisiete años cuando tuvo el sueño de que iba a gobernar las naciones del mundo, y aunque pasó trece años más de dolor, a los treinta años, Faraón lo mandó llamar para que le interpretara dos sueños que no lo dejaban dormir.
A Faraón le impactó tanto lo que José le dijo que lo puso como ministro de economía, y fue el número dos en Egipto, la potencia más grande de la antigüedad. José pudo capturar ese gran momento del cumplimiento de su sueño porque estaba listo antes de que llegase; todos conquistaremos nuestro gran momento y debemos estar preparados para no perderlo, y para eso no debemos preocuparnos por el hoy.

Las Puertas de Mi Vida

Hoy abro la puerta a Jesucristo.
Hoy abro las puertas de mi vida y de mi corazón a ti mi Jesús, hoy me confieso impotente para seguir, no sé a donde voy pero Tú sí lo sabes.

Hoy me rindo, y solo Tú, mi amado Señor, sabes bien qué es lo mejor.
Sana Señor cada área de mi vida, llévame de tu mano en cada instante de mi vida y purifícame con tu sangre preciosa.
Quiero ir contigo al vientre de mi madre.
Que cada momento de mi gestación, a cada dolor, a cada

rechazo y herida con un soplo del Espíritu Santo me des vida, vida de amor en ti.
Libera  mi infancia, devuélveme mi sonrisa de niño, sana mis traumas, mis momentos de dolor y abandono, abusos que cometieron en mí.
Sana mi soledad y mis carencias,
que esos espacios vacíos sean cubiertos con tu amor.
Sana mi juventud.
Libérame de mis adicciones del libertinaje de lo que no me puedo perdonar, del daño que me hice a mí mismo, de no luchar por mis hermanos, de mis vicios, lávame con tu sangre, quiero ser joven en ti.
Toma mi vida en tus manos.
Transfórmala con tu gran amor, y libérame del egoísmo, del orgullo, de la soberbia, de la depresión, de los espejismos que me ofrece el mundo, porque hoy solo quiero seguirte a ti que me has sacado de la oscuridad y me llevas a la luz.

El amor no solo se dice, también se demuestra

Es tan bonito hablar del amor... De hecho, para mí hablar del amor en todas sus manifestaciones es de mis temas preferidos. Sobre todo cuando hablo y puedo compartir con otros ese amor que siento en mi corazón hacia Dios, pero que también siento que Dios tiene hacia mí y hacia cada ser humano.
Ayer meditaba en ese amor tan hermoso y puro que es capaz de lo más grandes sacrificios, que es paciente y que muchas veces es callado. Porque el amor no solamente se dice con palabras, también es necesario demostrarlo a través de nuestras acciones.
La manifestación más grande de amor la demostró Jesucristo, al ofrecer su propia vida por amor a cada uno de nosotros. Él no exclamó muchas palabras allí en la Cruz del Calvario. No dio tampoco un gran discurso ni hizo alarde del sacrificio que llevaba a cabo. Dijo pocas palabras, pero su acción permanece inmortal, y su sangre preciosa sigue limpiando los pecados de todos aquellos que acuden a Él.

El privilegio de una relación verdadera

En todas las edades de nuestra vida hay alguien a quien nos gustaría conocer; si le preguntamos a un niño seguramente sería un personaje de las tiras cómicas, si le preguntamos a un joven posiblemente sería un deportista o un artista famoso, si lo hacemos a un adulto podría ser un escritor, un científico, un empresario o cualquier persona que se admire; llegar a cumplir “ese sueño” puede hacer que nos sintamos privilegiados.
Pero para privilegio realmente grande a recibir en la vida sería conocer a Jesús de Nazaret, nuestra vida sería transformada desde ese día.

Conocer a Jesús no es simplemente el hecho de saber por la historia que Él existió, ni tampoco recibir clases en la escuela sobre su vida, ni que nos hubieran hablado de Él en servicios religiosos, no, se trataría de hacerlo mi Señor, mi Salvador, de recibirlo como el regalo de Dios que nos abre la puerta para la vida eterna y nos prepara para vivir acorde con las promesas de Dios. Conocer a personas famosas y a quienes admiremos no podrá darnos el gozo y la paz que anhelamos, y que por más que lo busquemos en los placeres terrenales, o en cualquier otro deseo personal, no es nada comparado con el tesoro de conocer verdaderamente a Dios por medio de la persona de Jesús y con la ayuda del Espíritu Santo.