sábado, 15 de septiembre de 2018

Ideas que te ayudarán a fijar Metas para lograr tener éxito

“Si no sabes hacia donde vas, nunca sabrás cuándo llegarás”.
Éxito es una palabra controvertida para las personas, pues muchas lo anhelan y sin embargo no hacen nadan para lograrlo porque piensan que no han nacido para ganar. Se han vuelto conformistas y derrotistas con frases como “Nunca lo voy a lograr”, “Soy incapaz”, “Nadie me entiende”, “Quién se va a fijar en mi”, “No tengo dinero”, entre otras.
Pero el éxito no depende de la suerte o la magia del destino. Dios lo diseñó a usted para que sea exitoso, y por supuesto hay pasos que cumplir para que esto ocurra. Jesús fue exitoso en su ministerio y en su obra; el hecho más sobresaliente es que Él resucitó, venció a la muerte y pide al Padre por nosotros para que tengamos éxito en la tierra.
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Ahora bien, no confunda éxito con fama, dinero, poder, porque hay mucha gente que tiene eso pero no es feliz. El éxito es más que eso, tiene que ver con que al final de tu vida amaste a Dios, a tú cónyuge, a tus hijos, dejaste un legado y disfrutaste la vida al máximo. Una pregunta que le puede ayudar es: ¿Cómo seré recordado después que muera?
La gente exitosa es aquella que ha aprendido a aplicar consistentemente las leyes de Dios en sus vidas, y ha descubierto su potencial para bendecir a otros mientras él también se beneficia.
Uno de los pasos para el éxito es la fijación de metas.
Las metas son importantes, le llevan al lugar donde quiere llegar. En un estudio que realizó la Universidad de Harvard a sus estudiantes, hallaron que solo el 3% de las personas tenían metas por escrito acompañadas de un plan de acción, y al cabo de diez años contactaron nuevamente con estas personas, y el resultado fue que eran exitosas en lo que hacían.
Muchos no se fijan metas porque no han aceptado aún la responsabilidad personal de sus vidas, y aún le temen al fracaso y al éxito. Por ejemplo, el conocido hombre de negocios Lee Iacocca, fue nombrado vicepresidente de Ford Motor Company a la edad de 36 años, sin embargo como estudiante universitario, ya había decidido convertirse en vicepresidente de Ford Motor a la edad de treinta y cinco años. Solo perdió su objetivo por un año.
Entienda que el hecho de que se fije una meta y no la logre en el tiempo deseado no significa que no lo vaya a lograr. Puede significar que está acercándose a su meta.

Cristo es quien desecha las malezas que tenemos en el corazón

Son variadas las limitaciones que encontramos en el camino de alcanzar las metas que queremos obtener. Encontramos obstáculos en cada una de las áreas de nuestras vidas: en el área emocional, física, económica, social, laboral e incluso familiar. Sin embargo, éstas son barreras externas a las que se les puede hacer frente siempre y cuando tengamos un corazón dispuesto, sano y libre de ataduras.
en el corazonLas limitaciones más difíciles de afrontar se encuentran en nosotros mismos; estas limitaciones son como malezas enraizadas en el corazón, y su objetivo es impedir que progresemos. Es increíble, pero muchas veces nuestro éxito es saboteado no por factores externos sino por la contaminación, por la basura que tenemos en nuestro propio corazón. El temor, el orgullo, la soberbia, la falta de perdón, la amargura, el resentimiento, la vanidad, la envidia, la incredulidad, la pereza, la insensatez y la inseguridad, son solo algunas de las malezas que van formando ataduras tanto en el corazón como en la mente, hasta levantar un muro lo suficientemente alto como para quitarnos la esperanza de atravesarlo y lograr nuestros propósitos. Y ¿cómo arrancar esas malezas? Parece fácil, pero lo difícil es llevarlo a la práctica, precisamente por la maleza más grande que podemos tener: el orgullo, el creer que tenemos el control de nuestras vidas y que todo depende de nuestra propia voluntad.
Para arrancar toda maleza de nuestro corazón es necesario reconocer que solos no somos capaces, que necesitamos a alguien realmente sabio para ser instruidos, y ese alguien es Dios. El Señor dice: «Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti. Salmo 32:8 (Nueva Versión Internacional).

Un mensaje desde el fondo de mi corazón

¡Sí, yo sé lo que es sentir un dolor muy profundo! Sé lo que es sentir la enfermedad instalarse en el cuerpo, luchar y pensar que no lo resistirás. No piensen que porque predico la palabra de Dios y trato de hacer su voluntad, mi vida es un jardín de rosas sin espinas. Así como ustedes, también me toca enfrentar mis luchas y conquistar mis batallas. Pero hoy he recordado algo que tengo que recordarte a ti también. Porque eso que estás pasando y que parece una herida de muerte, mañana será solo una cicatriz y aún más, se convertirá en el trofeo que te recuerde que superaste la prueba que se te presentó porque Dios estuvo muy cerquita de ti. Este trofeo te recordará lo que es ver la gloria de Dios descender sobre tu vida.

No puedo evitar pensar en todos esos hombres y mujeres que la Biblia menciona. Ellos atravesaron el dolor, sintieron muchas veces deseos de morir y de borrarse del mapa; pero a la vez, sentían el fuego y la pasión arder en sus corazones. El amor profundo que sentían hacia Dios los motivaba a caminar la milla extra, porque sabían, al igual que Pablo, que ellos no habían sido diseñados por Dios para retroceder.
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Cumplir con el propósito y la misión que Dios tenía para sus vidas era más importante que sus propios deseos personales. Era, para ellos, más importante cumplir el sueño de Dios que dejarse llevar por la corriente mundana. Aunque el enemigo los atacaba una y otra vez, aunque muchas veces eran señalados y les daban la espalda hasta las personas que ellos menos pensaban, tenían claro que si Dios los respaldaba e iba al frente de ellos, harían proezas en su nombre. Mientras más pruebas y tribulaciones enfrentaban, más gloria de Dios descendía sobre sus vidas y sobre las personas que los rodeaban. Hasta sus enemigos tenían que bajar sus cabezas al ver el respaldo de Dios, que nunca los dejaba en vergüenza. El combate era a muerte, y ellos estaban dispuestos a dejarlo todo a cambio de que el nombre de Dios fuera conocido y exaltado.

Quizá sería muy fácil para mí, decirles que, éste, mi caminar es de color de rosa. Mas no puedo dejar de ser sincero, este caminar es hermoso, sí, pero tengo batallas que enfrentar. El enemigo sabe que le queda poco tiempo y está atacándonos con todo lo que puede. Humanamente sería muy fácil rendirnos, tirarnos al suelo y exclamar que hasta aquí llegamos, pero me niego a permitir que Satanás gane el combate. No vale la pena rendirse después de haber recorrido tanto camino.