jueves, 21 de mayo de 2020

Enemigos de nuestra fe

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1 
Esta preciosa definición de la fe que encontramos en la palabra de Dios, nos permite comprender el por qué nos cuesta mantener nuestra fe fortalecida, en los tiempos de crisis que estamos viviendo en el mundo. 
● Fe es la certeza de lo que se espera, es decir, necesitamos ser pacientes para esperar la respuesta de Dios. 
Creer en Dios te dará esperanza y quitará tu tristeza. | Dios Es Bueno● Fe es la convicción de lo que no se ve, es decir que tenemos que confiar en que Dios está obrando aunque no veamos lo que está haciendo. Tenemos que saber que mientras esperamos con paciencia y confiando en lo que Dios está haciendo aunque no lo vemos, aparecerán enemigos usados por satanás para afectar nuestra fe, golpeando poco a poco los muros de nuestra fe para derribarlos. Por eso es muy importante reconocer esos enemigos de nuestra fe para poder enfrentarlos: 

I) PRIMER ENEMIGO DE NUESTRA FE: LA IMPACIENCIA (Habacuc 1:2) 
La misma definición de fe que nos da la palabra de Dios, nos permite darnos cuenta que la impaciencia es contraria a la fe, pues tener fe significa tener paciencia para esperar la respuesta de Dios. La impaciencia viene a nuestra vida cuando precisamente, como lo expresa el profeta Habacuc, creemos que Dios no nos escucha, cuando clamamos y parece que Dios no nos responde. 
Para enfrentar al enemigo llamado impaciencia tenemos que recordar las promesas de Dios para todos aquellos que esperan en Él: Dios no dejará avergonzados a todos aquellos que esperan en Él (Isaías 49:23b) “... y conocerás que yo soy Jehová, que no se avergonzarán los que esperan en mí..” 
Tenemos que pedirle a nuestro Dios las nuevas fuerzas que están prometidas para todos aquellos que estamos esperando en Él (Isaías 40:31) “pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán…” 

La verdadera importancia del evangelio

 «…Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra…” Hechos 13:47
Uno de los errores más graves que se están cometiendo a día de hoy dentro de las congregaciones Cristianas, es el de devaluar el evangelio, tomarlo con ligereza y hasta con desidia.
Desgraciadamente la Iglesia de Jesucristo no predica adecuadamente acerca de la salvación, ha reemplazado las «buenas nuevas» por doctrinas simplistas, conformistas y  sin el alcance adecuado.
Mas cuando la dimensión real del evangelio es por fin comprendida, entendemos que nuestra primera gran labor como siervos de Jesús es no esconder estas buenas noticias, es más, nuestra boca debería llenarse de las maravillas que Dios nos ha otorgado por medio de Jesucristo, y el sacrificio perfecto que Él realizó por nosotros.

Compartir el Evangelio es prioridad | Mujer Verdadera Blog | Aviva ...¿Qué es realmente el evangelio?

El evangelio es una buena noticia de parte de Dios para la humanidad, pues Jehová de los ejércitos es un juez justo y ávido de satisfacerla. Por otro lado, esa justicia eterna debería consumir a la humanidad por violar sus estatutos y sus decretos celestiales.
La ley que fue entregada a Moisés, lejos de ser una opción de fe para el pueblo de Israel, era un estatuto que por su obediencia recibía bendición, mientras que desobedecerla  traía sobre la vida del pecador la ira de Dios, pues debía pagar por su pecado.

«…Y guarda sus estatutos y sus mandamientos, los cuales yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios te da para siempre…» Deuteronomio 4:40

Esta ley de Dios es perfecta de principio a fin, contiene todo lo que agrada a Dios y lo que le desagrada. Precisamente por ser Dios de carácter perfecto, el ser humano corruptible carece de la capacidad de cumplir a cabalidad la ley, por lo tanto se hace reo de todos sus mandamientos.
«…Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos…» Santiago 2:10
Y ese es el problema más grande del ser humano, es el origen principal de nuestra perdición. A la luz de la Ley y sus estándares, estamos muertos, perdidos y sin posibilidad de salvación. La perfección de los mandatos eternos de Dios nos muestra que nuestra naturaleza es perversa, pues el hombre no tiene bondad en su corazón ni benignidad ni ninguna cosa agradable, inclusive peor, nacemos en pecado y vamos a morir en pecado.

«…por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios…» Romanos 3:23

La palabra destitución sugiere que estamos excluidos de la gloria de Dios; no podemos acercarnos pues somos pecadores y Él es Santo. Esta separación es como un vacío enorme entre un despeñadero y otro, somos apartados, alejados de Dios, y es aquí donde el hombre encuentra lo peor de sí mismo.

¿Qué sigue ahora?

Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida. 2ª Timoteo 4:8
El 3 de abril de 1968, el Dr. Martin Luther King dio su último discurso: "He estado en la cima de la montaña", en la cual daba indicios de que creía que no iba a vivir mucho. Dijo: "Nos esperan días difíciles. Pero eso ahora no me importa, porque he estado en la cima de la montaña. Como a cualquiera, me gustaría tener una vida larga. (…) He contemplado la tierra prometida. Quizá no llegue allí con ustedes. Pero (…) esta noche estoy feliz. No estoy preocupado por nada, no le temo a ningún hombre, ¡mis ojos han contemplado la gloria de la venida del Señor!". Al día siguiente, lo asesinaron.

Poco antes de morir, el apóstol Pablo le escribió a su pupilo Timoteo: Yo ya estoy próximo a ser sacrificado. El tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida. (2 Timoteo 4:6-8). Pablo sabía que su tiempo en la tierra estaba a punto de terminar, al igual que el Dr. King. Ambos vivieron vidas increíblemente significativas, pero nunca perdieron de vista la vida verdadera que estaba por delante.
Así como ellos, nosotros no nos fijemos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Corintios 4:18).
Padre, ayúdanos,
ayúdanos a fijar nuestros ojos en ti.
 

La herencia no se gana

Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, (Efesios 1:5).

«Gracias por la cena, papá», dije mientras ponía mi servilleta en la mesa del restaurante. Había vuelto a casa durante unas vacaciones de la universidad, y después de haberme ido desde hacía tiempo, me pareció un tanto extraño que mis padres me invitaran. 
«De nada, Julie —respondió mi padre—; pero no tienes por qué darme las gracias constantemente. Sé que te has ido, pero sigues siendo mi hija y parte de la familia». 
Sonreí y dije: «Gracias, papá».

No he hecho nada para ganarme el amor de mis padres ni lo que ellos hacen por mí. Pero ese comentario me recuerda que yo tampoco he hecho nada para merecer ser parte de la familia de Dios.

En Efesios, Pablo dice a sus lectores que Dios los escogió para que fueran «santos y sin mancha» (Efesios 1:4), o para ser presentados sin mancha delante de Él (5:25-27). Pero esto es posible solo por medio de Cristo, en quien tenemos «redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia» (1:7). No tenemos que ganar la gracia de Dios, el perdón ni la entrada a su familia. Simplemente, aceptamos su regalo.
Al creer en Cristo, nos convertimos en hijos de Dios, lo cual significa que recibimos vida eterna y tenemos una herencia que nos espera en el cielo. ¡Alabado sea Dios por ofrecer un regalo tan maravilloso!
Padre, gracias por entregar a tu Hijo
para poder ser parte de tu familia.