sábado, 20 de julio de 2019

¿Qué es la gracia de Dios?

La Gracia de DiosEs difícil explicar

un concepto divino con palabras

humanas 


Una historia de dolor horrible
Imaginemos a una familia hermosa con un hijo de tres años de edad, a quien aman entrañablemente. Este niño se ha convertido en una fuente de atención y alegría para todos en el hogar. Está creciendo y se desarrolla con plenitud. Todos en la familia están felices con esta nueva criatura.
Papa, mama y el bebe
De pronto, en la mañana de un día fatal, cuando la familia se preparaba para llevar al niño a la guardería infantil, al salir a la puerta de su casa se encontraron frente a frente a un hombre malvado que de una manera cruel y despiadada, descarga varios disparos sobre el cuerpecito de este niño, y con toda su frialdad lo deja muerto frente a sus padres y vecinos.
Este sangriento crimen deja a esta familia destrozada y sin ninguna duda, los marca a todos por el resto de sus días en esta tierra.

¿Cuál sería la actitud de estos padres?

Opción # 1Si ellos sacaran un revólver y lo mataran con sus propias manos, a esto lo llamaríamos: VENGANZA.
Opción # 2Si llaman a la policía, levantan cargos contra el asesino, y esperaran a que lo capturasen y juzgasen frente a un tribunal, a esto lo llamaremos: JUSTICIA.
Opción # 3. Si los padres de esta criatura indefensa perdonasen a este asesino, lo invitaran a vivir en su casa, le hicieran parte de su familia y no cesaran de contarle del amor de Dios,... supongamos que estos padres hacen lo indecible por conducir a este criminal por los caminos del Señor y le perdonan de todo corazón, ¡esto no tiene otro nombre que: GRACIA!

¿Quién puede vivir en plenitud esta gracia?
Gracia favor que no merezco
Solo hay uno, que fue desechado, ultrajado, clavado en una cruz y lacerado por hombres malvados y criminales; sin embargo, solo exclamó antes de morir: "Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen". (Lucas 23:34).

"Es que somos más pecadores de lo que realmente pensamos; pero a la vez somos más amados de lo que creemos".

 

Timothy Keller.



¡Que el Espíritu Santo trabaje!, para que podamos mirar un poquito a la depravación interna del pecado que mora en nosotros. Y a la vez, que este mismo Espíritu Divino nos haga vislumbrar algo de la Santidad Suprema de Dios.
Porque si tan solo pudiéramos imaginar de una forma finita y minúscula el abismo que separa ambos misterios, entonces estaríamos dando el primer paso hacia un delgado rayo de luz de la inmensurable Gracia de nuestro Salvador.  
¿Podremos entender lo siguiente?
"Cuando veo adentro de mi corazón y percibo su infinita maldad, creo que es un abismo más hondo que el infierno. Cuando oro, peco; cuando predico, peco; tengo que arrepentirme de mi arrepentimiento, y mis lágrimas necesitan lavarse en la sangre de Cristo." Jonathan Edwards.

Pertenecer al Club

Varias niñas adolescentes decidieron formar un club de cosas que no necesitaban con el fin de recaudar dinero para misiones. Las chicas decidieron añadir más dinero al fondo con su sacrificio personal. La mayoría de ellas eran de familias pudientes y fácilmente identificaron maneras de contribuir.
Resultado de imagen de perro LuceroPero Margie era diferente. Su familia tenía pocos bienes y casi nada les sobraba, por lo tanto, fue difícil para ella saber con qué contribuir. Cierto día se arrodilló al pie de su cama y le pidió a Dios que le mostrara algo que pudiese dar. Mientras oraba, su perrito mascota lamió sus manos, y de pronto recordó que el médico de la familia se había ofrecido a comprarlo.
Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras exclamaba:
– ¡Oh Lucero, no me imagino cómo sería tener que despedirme de ti! Y entonces pensó en el regalo que Dios le hizo al mundo.
-¡Lo haré!, -dijo ella. Se dirigió hacia la casa del médico y vendió a su perro por cincuenta euros. Y aunque echaba de menos al perrito, aun así estaba muy contenta.
Cuando el médico supo cuál fue la razón por la que Margie vendió su perro, se lo devolvió con una nota atada al collar.
La nota decía: Anoche le entregué a Dios lo que sobraba de mi desperdiciada vida. Me encantaría pertenecer a tu club, y deseo comenzar dando a Lucero.
Juan 3:16
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.

¿Tienes hambre ahora?

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarlo? 15 Y si un hermano o una hermana están desnudos y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16 y alguno de vosotros les dice: «Id en paz, calentaos y saciaos», pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?17 Así también la fe, si no tiene obras, está completamente muerta. 18 Pero alguno dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras. Santiago 2;14-18
Tomás sabía lo que tenía que hacer. Nacido en una familia pobre de la India y adoptado por una pareja estadounidense, en un viaje a su tierra natal fue testigo de las enormes necesidades de los niños de esa nación. Entonces, supo que tenía que ayudar. Comenzó a hacer planes para regresar a Estados Unidos, terminar de estudiar, ahorrar dinero y regresar años después.
Pero después de leer Santiago 2:14-18, donde el apóstol pregunta: «¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?», oyó que una niñita, llorando, le decía a su madre: «Pero mamá, ¡tengo hambre!». Recordó entonces cuando él mismo, de niño, había tenido mucha hambre, mientras revolvía los cubos de basura. Así supo que no podía esperar años para ayudar, y se decidió: ¡Empezaré ya mismo!
Actualmente, el orfanato que fundó alberga a 50 niños bien alimentados y atendidos, los cuales aprenden de Jesús y reciben educación; todo porque un hombre no dejó para después lo que sabía que Dios le estaba pidiendo que hiciera.

El mensaje de Santiago también se aplica a nosotros. Nuestra fe en Jesucristo nos brinda grandes ventajas: relación con Dios, una vida abundante y esperanza futura. Pero ¿cómo beneficia esto a los demás si no ayudamos a los necesitados? Escucha el clamor: «¡Tengo hambre ahora!».
Señor, guía mis pasos para ayudar ahora mismo.
¿Qué necesidades te conmueven? ¿Qué puedes hacer para ayudar a los demás, aunque parezca insignificante?