lunes, 9 de septiembre de 2019

Tiempo de siega

Mensaje basado en la Parábola del Trigo y la Cizaña, declarando que va a ser para nosotros un TIEMPO DE SIEGA.
Veamos lo que nos dice la Parábola: Mateo 13:24-30. “Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. 27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? 28 El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? 29 El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. 30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. Veamos ahora la explicación que da Jesús de la parábola del Trigo y la Cizaña.
Mateo 13:36-43 “Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37 Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. 38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. 39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. 40 De manera que como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este mundo. 41 Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su Reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, 42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. 43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”.
Esta parábola, así como la del Sembrador, son de las pocas parábolas que aparecen en los evangelios, donde es registrada su explicación por parte de Jesús. Esta parábola tiene muchísimas enseñanzas para nuestras vidas espirituales, pero trasciende una frase que aparece en el versículo 40, donde dice: “la siega es el fin del mundo”.
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Investigando sobre el tema hay algo interesante. Para aquellos que desconocemos el mundo agrícola, hablar de siega, mies o cosecha es lo mismo; pero hay similitudes y diferencias entre unas y otras. Veamos:
SIEGA. Es la actividad que consiste en cortar el trigo, la cebada o cualquier cereal, cuando está ya maduro. Generalmente ocurría entre los meses de Marzo a Junio. Durante estos meses se llevaban a cabo los festivales de Pascua, Gavilla mecida, Panes sin levadura y Pentecostés.
En Pascua, Gavilla mecida y Panes sin levadura se llevaban al templo ofrendas de cebada (Marzo/Abril); y en Pentecostés se llevaban las primicias del trigo (Mayo/Junio). 
MIES. Significa Cosecha. Cortar un fruto, recolectar, segar los campos. Es cuando el grano se levanta y se lleva a los graneros.
COSECHA. Consistía en la recogida de los frutos de la tierra, como la vid, con la que se hacía el vino; la aceituna (oliva), con la que se hacía el aceite; y demás frutos como el dátil, el higo y la granada. Ocurría generalmente entre septiembre y octubre.
SIGNIFICADO ESPIRITUAL. En las Escrituras, a veces se utiliza el vocablo “siega” en sentido figurado para referirse a la obra misionera de traer almas a la iglesia, la cual es el Reino de Dios sobre la tierra; también puede referirse a un tiempo de juicio, tal como la segunda venida de Jesucristo. 
Cuando hablamos de mies en sentido literal, hablamos del cereal o fruto que ya está maduro; indicándonos que ya está listo, que llegó el tiempo de recoger ese grano, tiempo de cosecharlo.
En sentido espiritual, simboliza a las almas, a la gente que se convierte a Dios. Jesús les dice a sus discípulos: “Alcen los ojos y miren los campos, que están blancos para la siega”. Juan 4;35. Ellos miran hacia donde Él les señala pero lo único que ven son campos verdes de cebada empezando a brotar, no blancos y maduros para la siega.
Dado que todavía faltan meses para que llegue la siega, o cosecha, a los discípulos probablemente les cueste entender las palabras de su Maestro (Leer Juan 4:35). Pero Jesús no les está hablando de la cosecha de la cebada. Él quiere enseñarles dos lecciones importantes relacionadas con una cosecha espiritual, una recolección de personas. Analicemos con más detalle el relato para captar esas dos lecciones.

Huesos secos

Hace unos días tuve la oportunidad de escuchar un vibrante mensaje sobre el capítulo 37 del libro de Ezequiel. La lectura del pasaje bíblico me aportó nuevas esperanzas y renovada energía a mi alicaído espíritu.
El profeta se encuentra en medio de un campo lleno de huesos secos y esparcidos. De repente cada uno de estos huesos comienza a unirse con sus correspondientes. Dios hace crecer nervios, carne y finalmente sopla aliento de vida en ellos, hasta quedar formado todo un ejército, una muchedumbre.
Más allá de toda consideración, simbolismo o interpretación del pasaje, si hay algo que me quedó absolutamente claro, es que Dios tiene el poder de convertir todo un campo de huesos secos en un ejército viviente. Como en la profecía, es Su Soberana Palabra la que dice “hágase” y tan simple como decirlo, es hecho.
Hoy recuerdo con tristeza las buenas oportunidades -únicas oportunidades- que tuve y no supe valorar, aprovechar ni agradecer como es debido. Malas decisiones, falta de experiencia, de criterio; un poco de ignorancia y puede que alguna dosis nefasta de arrogancia me condujeron a situaciones difíciles y penosas. En pocas palabras, hice de mi vida un valle de huesos secos.
Hoy recuerdo tantas veces en que mi vida estuvo hecha un campo de huesos secos. Todas aquellas veces -y tal vez hoy esté pasando por uno de esos períodos- en los que el desaliento, la frustración, la ira mal contenida, la tristeza y la desesperanza ganaron terreno sobre la fe, la esperanza; pisaron sueños y derribaron ilusiones.
Tal vez tu vida hoy sea un campo de huesos secos donde hay más dudas que certezas, más sombras que luces. Un fracaso laboral, una triste decepción, una ruptura, la penosa pérdida de un ser amado, la salud quebrantada, un negocio que no prosperó… tantas circunstancias en la vida capaces de convertir un vergel en un ardiente desierto… Parece increíble que donde ayer fluía la vida, la prosperidad y la esperanza, hoy sea un valle de huesos secos.

¿Registra la Biblia la muerte de los apóstoles? ¿Cómo murió cada uno de los apóstoles?

Resultado de imagen de ¿Registra la Biblia la muerte de los apóstoles? ¿Cómo murió cada uno de los apóstoles?La única muerte de los apóstoles registrada en la biblia es la de Jacobo (Hechos 12:2). El rey Herodes mató a Jacobo “a espada”, probablemente una referencia a la decapitación. Las circunstancias de la muerte de los otros apóstoles solo pueden ser conocidas basándonos en tradiciones de la iglesia, así que no debemos concederle mucha credibilidad a ninguno de los otros relatos. La tradición de la iglesia más comúnmente aceptada, concerniente a la muerte de un apóstol, es la del apóstol Pedro, que fue crucificado de cabeza en una cruz en forma de “X” en Roma, en cumplimiento a la profecía de Jesús (Juan 21:18). Las siguientes son las “tradiciones” más populares en cuanto a la muerte de otros apóstoles. 

Mateo fue martirizado en Etiopía, muriendo por una herida de espada. Juan enfrentó el martirio cuando lo cocinaron en un enorme caldero de aceite hirviendo durante una ola de persecución en Roma. Sin embargo, fue librado milagrosamente de la muerte. Entonces fue sentenciado a las minas en la prisión de la isla de Patmos, y fue ahí donde escribió su libro profético del “Apocalipsis”. Posteriormente, el apóstol Juan fue liberado y llevado de regreso a lo que hoy conocemos como Turquía. Murió muy viejo y fue el único de los apóstoles que murió pacíficamente. 

Santiago, el hermano de Jesús (no habiendo sido oficialmente un apóstol), fue el líder de la iglesia en Jerusalén. Fue arrojado de una altura de más de 30 metros desde el pináculo sureste del templo, cuando se rehusó a negar su fe en Cristo. Cuando descubrieron que sobrevivió a la caída, sus enemigos lo golpearon con un garrote hasta matarlo. Este fue el mismo pináculo donde se cree que Satanás había llevado a Jesús durante la tentación.