La vida cristiana se vive desde el primer hasta el último minuto a través de la fe. Nadie puede llamarse cristiano si no existe en él o ella una fe, característica de la cristiandad, que le lleve a considerarse de esa forma.
La fe es indispensable para cada uno de nosotros y cuando hablamos de fe, hablamos de confianza o seguridad, pues por fe hemos creído en Dios.
Cuando permitimos que la duda sea protagonista en nuestra vida, estamos dejando a un lado la fe, porque duda y fe no son compatibles, sino todo lo contrario, son términos totalmente opuestos.
La Biblia dice: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Hebreos 11:6 (Reina-Valera 1960).
El hecho es que Dios puede y quiere hacer milagros sorprendentes en nuestra vida, pero para ello necesita que nosotros demos pasos de fe para poder ver concretado ese milagro.
Cuando pienso en esto Dios me lleva a reflexionar en diferentes hechos que sucedieron en el tiempo antiguo y que están registrados en la Biblia, y en cada uno de ellos veo cómo esos hombres se atrevieron a dar pasos de fe y, como consecuencia, vieron la mano poderosa de Dios actuar.