sábado, 17 de mayo de 2014

El verdadero tesoro

Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque éste determina el rumbo de tu vida. Proverbios 4:23 (NTV)
Nuestro corazón es la parte más sensible de todo nuestro ser, y cuando deja de latir, dejamos de existir. La Palabra de Dios nos manda cuidarlo y guardarlo sobre todas las cosas, porque nos guía adecuadamente, aunque también es engañoso en determinados momentos de nuestra vida. 
A veces, tratamos de llenar el vacío que sentimos, con una persona, con una profesión, con el trabajo, el éxito, la fama, el dinero, etc., sin darnos cuenta que sólo Dios tiene la forma para llenar ese vacío, y que su presencia nos hace sentir plenos y completos.
corazoncvcPodríamos compararlo con un cofre, en el cuál guardamos todo aquello que es valioso para nosotros; pero al enfocarnos en cuidar las cosas que sólo nos ofrecen una alegría momentánea, terminamos descuidando el tesoro más valioso que tenemos dentro de él, a Jesús.
Las dificultades de la vida y los afanes, pueden hacer que nuestro corazón se desvíe de lo eterno, nuestra relación con Dios; en esos momentos recordemos lo que dice Deuteronomio 6:5 “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.
Y si por algún motivo perdiste tu tesoro, aún puedes recuperarlo. No existe nada ni nadie que pueda impedírtelo, solamente tú. Deja atrás el pasado y decide empezar de nuevo, pues tenemos un Dios Todopoderoso que no conoce imposibles y que está dispuesto a perdonarte, si sólo reconoces que le necesitas en tu vida.
¡Si Dios está a tu lado, tú tienes todo lo necesario para levantarte y continuar!

Una prueba muy complicada

“Sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad.” Hebreos 11:6 NTV
Many students learning in class at universityEl objetivo de superar una prueba es demostrar lo aprendido o adquirido durante un determinado tiempo, y eso fue exactamente lo que Dios hizo con Abraham, cuando le pidió que ofreciera a Isaac, su único hijo, a quien tanto amaba, como sacrificio. No sólo fue un acto de obediencia sino también de fe, porque Abraham sabía que Dios cumpliría la promesa que le había hecho un día, cuando le dijo: -Mira al cielo y, si puedes, cuenta las estrellas. ¡Ese es el número de descendientes que tendrás! Génesis 15:5
Abraham confiaba plenamente en Dios y sabía que, aunque le estaba pidiendo algo ilógico de comprensión por su mente humana, Él tenía todo bajo control y nunca se equivocaría. Sabía que Dios podía resucitar a su hijo, y cumplir lo que un día le había prometido.
Al ver cuánto le amaba, Dios le proveyó la ofrenda (un animal) para que ese día se la presentara; por esa razón le consideró justo, debido a su fe, porque estaba dispuesto a entregar la vida de su único hijo sólo por obedecerle.

El Final Feliz

En la vida hay momentos en los que quieres salir corriendo, todo está en tu contra y no ves nada bueno. En estos momentos te sientes agobiado, cargado, o turbado para describir lo mal que lo estás pasando. Somos humanos, por lo que es normal sentir así, incluso sentirse desesperado.
Todos hemos vivido momentos como estos, y muchos no quisiéramos volverlos a vivir, pero tarde o temprano ocurrirán nuevamente, porque Dios quiere mostrarse en nuestra vida, como un Dios Poderoso para cambiar cualquier situación a nuestro favor.
Lo que ocurre en estos casos es que, a primera vista lo vemos con nuestros ojos humanos y no con ojos espirituales. Muy dentro de nosotros sabemos que debemos esperar en Dios, que debemos confiar en Él, pero nuestra naturaleza humana nos gana muchas veces en la convicción, y es entonces, cuando entramos en momentos de crisis, anímicamente hablando.
Lo bueno de todo esto es que sabemos la respuesta, sabemos que debemos depositar nuestra confianza en el Señor, sabemos que debemos tranquilizarnos porque Dios tiene el control de todo, sabemos eso y mucho más, pero ¿por qué sabiendo esto, nos sentimos mal?
Sencillo, porque el humano es vulnerable y somos incrédulos por naturaleza. Por lo que en momentos como estos, es cuando debemos demostrar nuestra Fe, o sea, nuestra convicción y certeza. La FE puesta en práctica, da unos resultados excelentes; aunque es cierto que, humanamente somos sensibles a las circunstancias malas que nos suceden, también es bueno recordar que en Cristo TODO lo podemos y que, junto a Él, somos más que vencedores.

El ojo del espíritu - Crecimiento personal-espiritual

Gustaré de repetir este tema, que me parece bastante interesante:

¿Cómo se pueden comprender algunas cosas que se desarrollan o suceden en el mundo espiritual? Esto se logrará si se aprende a mirar con el "tercer ojo", la exploración del mundo espiritual.

En este momento, la ciencia marca su auge en la civilización moderna. Esto significa que, es una época en la que se mide hasta dónde puede llegar la razón del hombre.
La ciencia se desarrolla en base a la razón. En otras palabras, traído al contexto cristiano, la ciencia no es otra cosa que el desarrollo del alma del hombre.
No obstante, la fe no es una ciencia basada en la razón, no se descubre ni se desarrolla en base a la misma. Aun así, muchos cometen el error de considerar a la fe como un mecanismo del alma, de la razón y de la ciencia.

Algunos modernos teólogos, intentan explicar la fe desde el punto de vista de la ciencia. Erróneamente llegan a la conclusión de que, La Biblia es sólo un mito antiguo. Esto es un grave error. La Biblia, que relata episodios de encuentros entre el Dios eterno y el hombre temporal, no puede ser considerada como un mero objeto de análisis académico.
Obviamente, la razón adquiere un mayor conocimiento a través de los sentidos, es decir, comprendemos, perseguimos y sistematizamos los objetos a través de los sentidos: la vista, oído, olfato, gusto y tacto. Pero Dios habita en el mundo espiritual, que está por encima del mundo sensorial. De manera que, resulta imposible conocer y percibir a Dios por medio del alma. Sólo es posible conocer a Dios a través del tercer ojo, es decir, el ojo espiritual. 
Entonces, ¿cómo podemos conocer a Dios?
Podemos conocer y creer en Dios por medio de nuestro espíritu. La vida cristiana se lleva a cabo en el espíritu, no en el alma. Nuestro espíritu no vive de la razón, sino de la inspiración divina, es decir, de la visión. Por eso la vida cristiana no está en un plano racional ni carnal, sino espiritual. El mundo espiritual abarca al mundo racional, y éste ocupa apenas una porción muy pequeña en el mundo espiritual. La vida cristiana consiste en comprender y creer en la Palabra de Dios, mediante la revelación espiritual, para luego recibir la salvación, quebrantar la carne y administrar la vida mortal mediante el alma.

Podemos ver el mundo espiritual, cuando nacemos de nuevo en agua y en el Espíritu Santo. No es que nuestro espíritu, por sí mismo, pueda conocer el mundo espiritual. El hombre posee espíritu, pero para llegar al conocimiento del mundo espiritual, tenemos que nacer de nuevo en agua y en el Espíritu Santo, tal como advirtió Jesús a Nicodemo.
Por otro lado, El Espíritu Santo mora en nosotros una vez que recibimos a Jesús y recibimos el perdón de nuestros pecados. Es entonces, cuando comenzamos a creer que La Biblia es la Palabra de Dios. No es que "comprendamos" La Biblia, sino que la "creemos". No queda, entonces, margen a la duda en cuanto a la Creación, la división del mar Rojo, el nacimiento virginal de Jesús, el milagro de los cinco panes y los dos pescados, y la resurrección de Jesús, pasados los tres días de su muerte en la cruz. Toda aquella palabra que, uno no podía comprender por medio de la razón y los sentidos, es revelada de tal forma, que uno comienza a creer como si lo viera y escuchara directamente.
De esto trata el mundo espiritual, del mundo de la fe. La fe pertenece al mundo espiritual. Por añadidura, no la vemos, pero la tenemos. No la vemos con nuestros ojos físicos, pero ejerce una gran influencia en el mundo espiritual.

El Águila - Reflexiones

El hombre halló en el bosque un polluelo de águila caído del nido. Lo llevó a su casa y lo crió en el corral, entre gallinas, patos y pavos, como si fuera una de esas aves. Pasaron cinco años. Un día, un naturalista llegó a la casa del hombre y visitó el corral. 
-¡Hombre!, le dijo al dueño, ¿qué hace allí ese águila entre las gallinas? 
-No es águila- respondió el hombre, ¡es gallina! Cierto es que, cuando la encontré era águila, pero la he criado entre las gallinas y, aunque sus alas miden dos metros y medio de punta a punta, jamás podrá volar. ¡Ya no es más que una gallina!
-Pues no— replicó el naturalista, todavía tiene
 corazón de águila, y yo la haré volar algún día, si me lo permite. Convinieron entonces, que en cierto momento, el naturalista haría la prueba. 
Tomando éste al águila, la sacó del corral, la llevó al aire libre y le dijo: 
-¡Águila, no lo olvides! Eres un águila, no una gallina. Perteneces al cielo, y no a la tierra. Dios te dio esas alas poderosas para volar. ¡Extiéndelas, y vuela! Pero el águila no hizo caso, volvió corriendo al corral, a meterse entre las gallinas. 
-Te dije que era gallina, -comentó con sorna el dueño. 
-¡Pues, ya verás! ¡Ya verás que es águila! repuso el naturalista.
Día tras día, con paciencia infinita, el naturalista repetía el experimento y la exhortación. Tímidamente al principio, y con más resolución después, el águila comenzó a extender y mover sus poderosas alas. Un día, al salir el sol, el águila miró de frente su deslumbradora luz. Se estremeció de patas a cabeza como si un choque eléctrico la sacudiera. Alzó la gallarda cabeza, brillaron sus penetrantes ojos, extendió sus alas magníficas, y al fin voló, arriba, más arriba, siempre hacia arriba,... hasta perderse en el esplendoroso cielo azul. Era, en efecto, un águila.