Cuando el pecado vino al hombre en el huerto del Edén, hizo un daño enorme a la humanidad entera, apartarnos de Dios. Dios no puede tener relación alguna con el pecado, sin embargo le dio al ser humano la capacidad de elegir el bien o el mal. El hombre eligió el mal, por lo tanto nos hemos alejado de Dios. Donde hay pecado no está Dios.
La biblia dice que todos hemos pecado (Romanos 3:23) y que la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23). Entonces todos estamos condenados a muerte. Pero no solamente la muerte física, sino a la muerte espiritual. ¿Qué otra cosa nos puede esperar si estamos alejados de Dios? Dios es amor, luz y toda clase de bendiciones, pero donde no está Dios nada de esto puede haber. Solo queda juicio y castigo. “Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo” (Hebreos 10:31).
Vuelve a decir la biblia “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”(Romanos 5:12). El panorama es desolador, somos muertos por el pecado.
El rescate de Dios
Pero la intención de Dios no es que estemos lejos de Él. Continuamente está llamándonos para que dejemos el pecado pues nos creó para adorarlo; nos quiere cerca, somos sus hijos. Pero mientras el pecado esté en nosotros no podemos acercarnos a Él.
Por eso envió a su hijo Jesucristo para rescatarnos de las garras del pecado. Y tuvo que padecer, tuvo que cargar en la cruz con los pecados de toda la humanidad. Mas con nuestra mente natural solo podemos comprender en parte lo que Cristo tuvo que sufrir.
Estando en el cielo gozando de toda la gloria de Dios, decidió dejarlo y bajar a la tierra como hombre. Vivió entre nosotros como un varón perfecto. Acusado y vituperado siendo Dios mismo. Poseyendo todas las cosas, y sin embargo, no abrió su boca.
No dijo ni una palabra, pues conocía que con ese sacrificio era posible traer a la humanidad de vuelta a sí mismo. Sufrió aflicción y castigo físico. En la cruz cargó el pecado de todos nosotros (Isaías 53:6). Y vemos a Jesús gritar desde la cruz, sufriendo de dolor por amor.
Todo lo hizo por amor. Un amor que excede a todo conocimiento. Por amor a la humanidad, por amor a ti y a mí. No nos quiere lejos y decidió padecer todo eso para traernos de vuelta a Él, para reconciliarnos. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8)
Gracias a este sacrificio tenemos ahora esta oportunidad tan grande, de estar reconciliados con Dios. Perdona Él nuestros pecados a través del sacrificio de Cristo y nos trae de vuelta a sí mismo. Ahora ya no nos espera la muerte, sino vida, y vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. Aun cuando no merecíamos este sacrificio tan grande, Él decide hacerlo para salvarnos por su gracia.