Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad. 2 Corintios 11:30
El primer plano en la pantalla gigante era grande y nítido; por eso podíamos ver los cortes profundos en el cuerpo del hombre y su cara ensangrentada. Un soldado lo azotaba mientras una multitud enfurecida se reía. La escena parecía tan real que, en medio del silencio de la sala, me encogía y gesticulaba como si yo mismo lo estuviera padeciendo. Sin embargo, era solo una película que representaba el sufrimiento de Jesús por nosotros.
El primer plano en la pantalla gigante era grande y nítido; por eso podíamos ver los cortes profundos en el cuerpo del hombre y su cara ensangrentada. Un soldado lo azotaba mientras una multitud enfurecida se reía. La escena parecía tan real que, en medio del silencio de la sala, me encogía y gesticulaba como si yo mismo lo estuviera padeciendo. Sin embargo, era solo una película que representaba el sufrimiento de Jesús por nosotros.
Aunque puede presentarse de diferentes formas e intensidades, el sufrimiento en el creyente puede llegar inevitablemente. Es probable que no sea tan intenso como el de Pablo, que fue azotado, apedreado, atacado por ladrones, y que experimentó hambre, sed y un naufragio (2 Corintios 11:24-27). Puede que también suframos persecución, como sucede con aquellos que viven en culturas hostiles al cristianismo.
No obstante, el sufrimiento se presentará de una forma u otra cuando seamos abnegados, cuando soportemos insultos o nos neguemos a participar en actividades que deshonran al Señor.
Pero cuando enfrentemos sufrimientos, recordemos lo que Jesús soportó por nosotros.