sábado, 4 de marzo de 2017

Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad

Filipenses 2: 3. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.
Después de decirles a los hermanos filipenses lo que tenían que hacer para completar su gozo, Pablo les menciona las cosas que traen tristeza, cuando la iglesia deja de lado la humildad y va tras la práctica de malos caminos: la contienda y la vanagloria.
Resultado de imagen de Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildadNada hagáis por contienda o por vanagloria; la iglesia de Dios no debe hacer las cosas ni por rivalidad ni por vanagloria. Ambas cosas contrarrestan el avance diario de la iglesia, y el asunto está en cómo enfrentar ambas cosas, que si siguen su camino destruyen la unidad de los creyentes. Cuando la iglesia es fuerte en el Señor siempre sabrá cómo enfrentar estos dos problemas y saldrá airosa.
La rivalidad se da por múltiples factores; ya sea por malos entendidos o por envidias, las personas compiten en su servicio al Señor; algunos, que no consiguen a su manera aquellas cosas que quieren, se enfrascan en una lucha contra otros creyentes, trayendo como resultado la división en la iglesia.

Igualmente, la vanagloria resulta ser otro problema que trae tristeza a la iglesia. Se trata de la alabanza vacía e infructuosa que proclaman algunas personas dentro de la iglesia. Éstas personas solo quieren la atención, el reconocimiento, el cargo, la posición, etc. Pero, ¡ojo!, recuerden que la gloria es para Dios: Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. 1 Corintios 10:31.

¿Son bíblicas las novenas?

Una novena es una petición con una consagración que se hace a Dios, a través de una oración repetitiva y por medio de un santo; práctica religiosa que se realiza nueve días seguidos.
El rezo principal de las novenas es: el Ave María… 
Una vez que se hace el rezo, se cae en la superstición de que para recibir ese "algo que te hará feliz", debes enviar un mensaje para que otras nueve personas también hagan lo mismo...
... pensando en la parte del Ave María que dice: “ruega por nosotros, pecadores“…
orar-es-hablar-con-diosBueno, el  caso es que Cristo murió en la cruz para pagar por nuestro pecados. Pero Él murió una sola vez y para siempre. Y no se quedó en la cruz, estuvo tres días en la tumba y después resucitó y anduvo caminando entre sus discípulos durante 40 días. Después subió al cielo en cuerpo y alma, y hoy está vivo, sentado a la diestra del Padre, intercediendo por nosotros.
Jesús es el Único que puede interceder por nosotros ante el Padre; solamente Él es el mediador entre los hombres y Dios.
Hacer rezos repetitivos a santos muertos que ya nada saben de lo que está bajo el sol, o rogar a diferentes apariciones conocidas como vírgenes para que intercedan por los pecadores, no solamente es anti-bíblico, sino que además desagrada a Dios.
Consumado es, Cristo ya lo hizo todo, y si lo crees, cuando mueras estarás con Él en el paraíso.
Si eres de los que rezan las novenas, medita en lo que se hace en las mismas y decide si es algo en lo que verdaderamente crees, o si es simplemente una tradición que sigues sin saber si le agrada o desagrada a Dios.

Una risita en la oscuridad

De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Juan 3:16
Un artículo del periódico Washington Post titulado «Último proyecto de los titanes de la tecnología: Desafío a la muerte», hablaba de los esfuerzos de Peter Thiele y otros magnates tecnólogos por extender la vida indefinidamente. Estaban dispuestos a gastar millones en ese proyecto.
Pues resulta que llegaron un poco tarde. ¡La muerte ya fue vencida! Jesús declaró: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente» (Juan 11:25-26). Todos los que ponen su fe en Él nunca morirán.
Para ser claros, nuestros cuerpos morirán; y no hay nada que se pueda hacer para cambiar esta realidad. Pero el pensamiento, el razonamiento, el sentimiento y toda la parte inmaterial de nuestro ser, lo que llamamos el «yo», nunca morirá.
Y esto es lo mejor de todo: ¡es un regalo! Lo único que tienes que hacer es recibir la salvación que ofrece Jesús. C. S. Lewis, 1898-1963, apologista cristiano, reflexionando en esto, lo describe como una especie de «risita en la oscuridad». O sea, una sensación de que la respuesta es algo sumamente sencillo.
Algunos dicen: «Es demasiado sencillo». Respuesta: «Está bien. Pero si Dios te amaba antes de que nacieras y quiere que vivas con Él para siempre, ¿por qué iba a hacerlo difícil?».

Señor Jesús, perdona mis pecados. Te acepto como mi Salvador.
Cristo reemplazó la puerta oscura de la muerte con el portal radiante de la vida.

La fe del centurión

¿Cómo te sientes cuando sabes que Jesús sana a alguien, y esa persona que fue sanada por Dios, le empieza a dar la gloria a alguien o algo más?
Di la Palabra
A veces nos topamos con esta situación y nos produce una cierta... inquietud. Cuando la persona recibe el milagro que estaba buscando de parte de Dios, solemos pensar que ése será el momento en que conocerá a Dios de una forma personal. Que esa situación difícil por la que pasó o está pasando, le permitirá conocer el poder de Dios al recibir el milagro. Muchas veces tenemos la oportunidad de interceder en oración por alguien en necesidad, y cuando Dios responde con una sanidad o un milagro, le damos las gracias por permitirnos saber que Él obró. Así como Jesús permitió a sus discípulos ver tantos milagros, igualmente nos permite a nosotros sus discípulos verlos ahora. Aunque sabemos de sobra que andamos por fe y no por vista, es una delicia poder contemplar todo lo que Jesús va haciendo en nuestra vida y la de los demás.
Pero veamos lo que pasó cuando el centurión, un soldado romano que ni siquiera era creyente o discípulo de Jesús, le pidió al Señor que sanara a su criado, y por su fe, Jesús lo sanó.
Y cuando entró Jesús en Capernaúm se le acercó un centurión suplicándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, sufriendo mucho. Y Jesús le dijo: Yo iré y lo sanaré. Pero el centurión respondió y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; mas solamente di la palabra y mi criado quedará sano. ….. Entonces Jesús dijo al centurión: Vete; así como has creído, te sea hecho. Y el criado fue sanado en esa misma hora. Mateo 8:5-13
El centurión conocía el Poder de Jesús, sabía que no era necesario que Jesús estuviera físicamente presente con el hombre para sanarlo. El centurión sabía que una sola palabra que dijera Jesús, sería suficiente para que su criado sanara. El soldado romano sabía del PODER de la Palabra de JESÚS. Una sola Palabra de Jesús diciendo: “Hombre, sé sanó, levántate y anda”, aunque a larga distancia, sería suficiente para que el criado sanara. Esa era la fe del centurión; ni siquiera era un seguidor de Jesús, como tampoco era un religioso fariseo, era un soldado que estaba bajo la autoridad de Dios, y también tenía hombres bajo su autoridad. Comprendía lo que era estar en autoridad y bajo autoridad…  y reconocía la Autoridad de Jesús.