No sé cuánto tiempo le dedicamos a Dios, cuánto tiempo apartamos para hablarle delicadas palabras de amor, para decirle lo mucho que sentimos por Él, o quizás ya hemos descuidado a nuestro amado. Pero si sé que Él desea que le dediquemos tiempo, que alcemos alabanzas agradables, que adoremos con cánticos nuevos y que en nosotros encuentre lo que lastimosamente busca:
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. (Juan 4:23 RV)

Por tanto, mi deseo es que mi Padre pueda ver en mí y en ti un corazón adorador, un corazón sincero, lleno de su amor, Él busca de nosotros una vida de adoración, no que le adoremos a veces o en ciertas circunstancias, Él quiere todo nuestro corazón, no parte de él, quiere hacernos verdaderos adoradores, pero para eso debe haber la actitud en nosotros de poder buscar también eso que Dios busca en nosotros, debemos tener determinación, voluntad, porque Dios no nos obliga; de ser así, sería fácil. Él quiere nuestro esfuerzo, nuestra pasión, nuestra inquietud por querer conocerle y encontrarle, quiere ser nuestro Amado, pero no podrá serlo en verdad para nosotros si no le conocemos; quiere que busquemos su presencia, que podamos entrar en comunión con Él, de tal forma que deseemos encontrar y ver su rostro, tal y como lo añoró el rey David, porque él sabía que Dios era mucho más de lo que en su mente entendía, sabía que había mucho más si él se proponía buscarle con pasión y comprendía que había una hermosura no entendible, incomprensible a través de su rostro:
Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré.
(Salmos 27:8 RV)
En todo ámbito de nuestra vida tenemos prioridades en las que basamos nuestros pensamientos, proyectos e ideas, y nuestra forma de actuar dependerá mucho de nuestras prioridades que tenemos para pretender ser feliz.