Mateo 27:45-56
Es interesante resaltar que Cristo no solamente hizo milagros en Su vida ministerial (el último antes de la cruz, fue la resurrección de Lázaro – Juan 11:39-44). Sino que también los hizo en el momento de Su muerte en el Calvario. Veámoslo:
1. TRES HORAS DE TINIEBLAS Y OSCURIDAD (MATEO 27:45)
Toda la tierra quedó sumida en la oscuridad (Marcos 15:33-34; Lucas 23:44-47). Fue una oscuridad intensa (acompañada de un gran silencio) de tres horas, que cubrió toda la tierra desde el mediodía hasta las tres (3 p.m.); una concentración de fuerza como la oscuridad que Dios mandó a Egipto (Éxodo 10:21-23). ¡Jesús estuvo sufriendo en la cruz por tres horas (desde las 9 a.m. hasta el mediodía o 12 p.m.).
No fue un simple fenómeno natural ni un eclipse de sol, sino algo sobrenatural y milagroso. De hecho, nunca un eclipse solar ha tenido tres horas de duración (lo máximo conocido, y extraordinariamente, solo ha tenido una duración de poco más de media hora, y lo normal es solamente de uno a siete minutos).
Además, el período de los días de celebración de la pascua en Jerusalén, el 14 del mes de Nisán (o días cercanos), coincidió con la luna llena, y entre la tierra y el sol no estaba la luna sino justo en el otro extremo. Es decir, la tierra queda en medio entre el sol y la luna, y por lo tanto el sol no puede ser eclipsado.
2. EL VELO SE RASGÓ EN DOS (MATEO 27:51a)
El velo era una gruesa “cortina” interior: 18 metros de altura y 10 centímetros de espesor, y que incluso a “dos caballos” atados a cada uno de sus extremos les era imposible rasgarla, compuesta por 72 cuadrados cosidos, y tan pesada que se necesitaban 300 hombres para levantarla (según cuenta la historia). Predominantemente de color azul, y muy decorado con todo tipo de imágenes.
El velo “se rasgó” en dos cuando Cristo murió en la cruz (Marcos 15:37-39; Lucas 23:44-46). Y de “arriba abajo” (Mateo 27:51; Marcos 15:38): hecho que demostraba que los hombres no lo hicieron (era muy pesado). Recordemos que se necesitaban 300 hombres para levantarlo. Al rasgarse el velo, los misterios que habían estado ocultos en el Lugar Santísimo a lo largo de muchas generaciones, fueron expuestos a la mirada de todos los creyentes.
Esta fue una de las “señales asombrosas” que acompañaron la muerte de Jesús: fue un poder sobrenatural, milagroso, (no humano), que el “velo” se rasgara en dos (por la mitad). Era el velo en el Templo de Herodes y de “arriba abajo”. ¡Cuál sería la sorpresa para los sacerdotes que estaban realizando sus sacrificios vespertinos (3 pm), y el templo estaba lleno de peregrinos! ¡Fue el fin del templo, de los sacerdotes, de los sacrificios y del judaísmo!
El “velo” rasgado en dos simbolizaba que Cristo hizo posible que todos los creyentes entraran directamente a la presencia de Dios (lugar santísimo). ¡De hecho, el “velo” mantenía apartados a los hombres de Dios!, y solo entraba el sumo sacerdote y únicamente estaba allí (lugar santísimo) mientras rociaba la sangre del cordero sobre el altar, y luego salía rápido y esperaba otro año para volver a entrar.
Significa también que Cristo “abrió” el camino, la apertura, la entrada libre a Su presencia (lugar santísimo). ¡El acceso directo a todo acto de devoción en Su presencia! (Hebreos 6:19, 20; 9:1-7). Analicemos lo que la Biblia enseña al respecto:
“Así que, hermanos, tenemos libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre (muerte o sacrificio) de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, (Hebreos 10:19,20). (Efesios 2:18; Hebreos 9:8,12). ¡Ahora debemos entrar a Su presencia con corazón sincero y fe! (Hebreos 4:16; 10:22; 11:6).
Aprovechemos esta cobertura que tenemos, de entrar a Su presencia (lugar santísimo) todas las veces que queramos y cuando queramos. ¡Qué privilegio tenemos! Recuerde que antes solo lo hacía el sumo sacerdote y una vez al año). Lo importante es que cada vez que vayamos a Su presencia o al trono de la gracia, lo hagamos confiadamente (Hebreos 4:16; 10:22; 11:6).