lunes, 5 de febrero de 2018

Jesús, de invitado a señor

Juan 2:1-12
I. Jesús estuvo presente
Esta es la primera lección que tenemos que aprender. Para que se opere una transformación en la vida de una pareja y en todos los hogares, es necesario que Cristo ocupe el primer lugar en nuestras vidas.
La tragedia del hogar contemporáneo consiste precisamente en la ausencia de nuestro Señor Jesucristo, ya que la presencia de Él fortalece la convivencia familiar. Estar presente significa seguridad.
Resultado de imagen de Jesús, de invitado a señorEs importante poder entender que el Señor no opera a control remoto, ni como cualquier electrodoméstico que por botones los hacemos funcionar; nuestra civilización falla precisamente por la ausencia de la presencia personal de Cristo. Es oportuno llevarlos a pensar en la importancia de que el divino Maestro ocupe un lugar de preferencia en nuestra familia.

II. Jesús estuvo presente porque fue invitado
Jesús no llegó accidentalmente ni por casualidad. Recibió una invitación personal y participó. Es necesario que todos los hogares entiendan que para que el Señor Jesucristo se haga presente tiene que ser invitado.
Cristo acepta la invitación y participa de esta fiesta familiar. Su presencia significa todas las relaciones, todos los sentimientos y todas las alegrías. Nada humano le es extraño. Es en este santuario familiar donde hará su primer milagro y manifestará su gloria.
Cristo es respetuoso de la intimidad familiar y solo participa en la conciencia y en la voluntad del hogar cuando se le invita a entrar. Él no entra violando puertas y cerrojos, sino por una invitación expresa. Si no es así, no entrará.
Él mismo dice: “Si alguno oyere mi voz, yo entrare a él, y cenaré con él y él conmigo”. Apocalipsis 3:20  De esta forma manifiesta su respeto a la intimidad familiar. Estos jóvenes de la Cena de Galilea que están dando sus primeros pasos en la vida familiar, se dieron cuenta de que Jesús no tenía una tarjeta de invitación personal. Entonces decidieron invitarlo. Podríamos pensar: ¿Qué diría aquella tarjeta de invitación? No sabemos, pero entendemos que por la invitación Cristo honró el matrimonio que Dios había instituido.

Cómo encontrar satisfacción

FILIPENSES 4:11-13 “No lo digo porque yo esté necesitado, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé lo que es vivir en la pobreza, y también lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a hacer frente a cualquier situación, lo mismo a estar satisfecho que a tener hambre, a tener de sobra que a no tener nada. A todo puedo hacerle frente, gracias a Cristo que me fortalece.”
DIOS nos ha dado muchas cosas para que las disfrutemos. Pero con frecuencia, vivimos llenos de agitación en vez de satisfacción. Cuatro prácticas que generan insatisfacción son:
  1. El ajetreo. Vivimos corriendo de una actividad a otra. JESÚS no se apresuraba por nada, y aún así realizó lo que su Padre le mandó hacer. Ni una vez dijo a sus discípulos que anduvieran más rápido. Incluso, elogió a María por haber decidido pasar tiempo con ÉL. (Lucas 10:39,42)
  2. La perspectiva terrenal. Muy a menudo vivimos enfocados en nuestras circunstancias. Nuestras mentes piensan en las actividades de la semana, del mes o del año próximo. Con razón el deleite de la vida sigue siendo escurridizo. La solución es tener una perspectiva eterna que reconozca que DIOS tiene el control y que nuestro objetivo es complacerlo.
  3. La presión auto-impuesta. Todos hemos experimentado las cargas inevitables de las responsabilidades. Pero nos imponemos presiones innecesarias cuando dejamos que el “tienes que” y el “debes” nos gobiernen. El remedio es acudir a DIOS, reconocer el derecho que ÉL tiene de decirnos lo que debemos hacer y pedirle que nos indique Su plan.
  4. Actitudes poco saludables. El perfeccionismo, el sentimiento de culpa y la falta de entusiasmo debilitan nuestro deleite de la vida.
La satisfacción se halla en una vida que refleje las prioridades de DIOS, y pasar tiempo con ÉL es lo primero. Al leer Su Palabra nos volvemos conscientes del gran amor del Padre, aprendemos lo que ÉL considera importante y experimentamos el gozo de pertenecer al Señor. 
Padre Celestial: Gracias por las bendiciones que nos das diariamente. Ayúdame a poder leer Tu Palabra diariamente para conocerte y entender cuál es tu voluntad para mí. Que todo lo que haga sea de tu agrado. Te lo pido en el nombre de Cristo, amén.

No importa el tiempo

Hablar de la espera es un tema fácil para quien lo dice, pero difícil para quien tiene que hacerlo. Saber que el tiempo pasa y la respuesta no llega es doloroso. Estas palabras van dedicadas a quienes están esperando la respuesta de Dios y no la han recibido, a quien se ha cansado de orar y llorar, y no ve terminar su difícil situación. 
no importa el tiempoOramos a Dios por algo de muchas formas, en muchas ocasiones, en diferentes momentos, y la respuesta simplemente “no llega”; entonces piensas si estás haciendo algo mal, si no eres bueno, si no lo mereces, hasta si estarás pagando por algún error que cometiste; toda clase de pensamientos pasan por nuestra mente cuando estamos esperando que algo se cumpla, lo que hace que olvidemos que Dios actúa de maneras sorprendentes e inimaginables, y pensamos que a Él pareciera no importarle lo que hicimos o lo que nos merecemos. Él simplemente se dedica a amarnos y a hacer lo que sea para que estemos bien.
Si has pensado que ha pasado mucho tiempo desde que expusiste a Dios tu necesidad, no es un tiempo perdido. Dios también nos prepara para que en el momento que Él responda estemos listos para recibir lo que quiere darnos. Quizá pienses... ¡pero llevo años esperando! Dios conoce tu anhelo, pero está preparando algo más grande de lo que piensas.
Dios sabe lo que sientes, qué piensas y qué estás pasando en estos momentos, pero Él siempre tiene una manera de recordarnos cuánto nos ama y todo lo que está dispuesto a hacer; no pienses en el tiempo que ha pasado como si fuese un camino muy largo, pues a pesar de que ya has caminado mucho por esa senda, ten por seguro que estás más cerca de llegar a la meta, a la tierra prometida.
La fidelidad de Dios sobrepasa todo entendimiento. No importa el tiempo ni las circunstancias, ÉL NO SE HA OLVIDADO DE TI.
Pidámosle a Dios que podamos conocer ese amor, que es más grande de lo que podemos entender, para recibir todo lo que Dios tiene para darnos. Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros. Efesios 3;19-20

Oyendo la voz de Dios

«Pero Pedro y Juan respondieron diciéndoles: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios”». Hechos 4: 19
Pedro y Juan son dos historias parecidas. Llegaron a Jesús con su temperamento orgulloso e impetuoso, que les creaba constantes problemas. ¡Ay de los que se cruzaran en su camino! 
Resultado de imagen de Oyendo la voz de DiosUn día Juan pidió que cayese fuego del cielo y acabase con los samaritanos. Pedro desenvainó la espada y le cortó la oreja a Malco. Pedro estaba siempre levantando la mano para ser el primero. Juan le pidió a su madre que intercediese ante el Maestro para garantizarle un lugar especial en el futuro reino de Cristo.
Pedro era el hombre rudo, grosero y lleno de improperios; Juan, el hijo del trueno. Ambos eran pobres esclavos de un temperamento egoísta y prepotente, y alegaban siempre que todo lo hacían en nombre de la justicia.
¿Acaso Juan no había pedido permiso para hacer descender fuego del cielo sobre una aldea de samaritanos que no quisieron recibirlos? ¿Acaso Pedro no había sacado la espada para defender a su Maestro? ¿No era justicia lo que ambos defendían?
Cuántas veces, en nombre de Jesús, herimos a las personas, destrozamos corazones, arrancamos lágrimas de inocentes. Sentimos la voz de Dios, diciendo: «Hijo, no, así no», o hijo, es de esta otra manera, pero no le hacemos caso. La voz interior de nuestros gustos y conveniencias personales es mayor.