martes, 24 de junio de 2014

Esperando el tiempo exacto - Reflexiones

Eclesiastés 3:1 “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.” RVR.
Javier, un niño que desde muy pequeño solo tuvo un sueño: convertirse en un futbolista de talla internacional.
Sus papás, al ver la tenacidad y el deseo que tenía su pequeño hijo, decidieron llevarlo a hacer algunas pruebas en un club de fútbol, pero no a cualquiera sino a uno de los más importantes de su país, el cual no aceptaba nadie que no tuviera talento. Después de algunas semanas, su nombre apareció en la lista de admitidos.

Poco a poco, Javier fue formándose profesionalmente, llegando a destacar sobre el resto de sus compañeros, pero no fue sino hasta mediados del año 2005, cuando se le presentó la oportunidad de acudir a un certamen internacional para representar a su país.
Aunque puso todo su esfuerzo y empeño para que lo eligieran, su nombre nunca aparecía en la nómina de convocados.
Era aún adolescente, pero Javier se sintió frustrado y triste por haberse empeñado tanto en algo en lo que creía que era bueno, pero que parecía que los demás no lo apreciaban.
Todos los días veía como ese grupo de compañeros iba avanzando y, aunque trataba de sentirse feliz por ellos, había algo en su corazón que le provocaba tristeza por no haber sido elegido.
Ese equipo llegó a ganarse un lugar en la gran final y, para ese momento, muchas personas decidieron viajar para apoyarlo, entre ellos los abuelitos de Javier, quienes tuvieron que convencer a su nieto para que los acompañara. Estando presente en el estadio, vio como sus amigos no sólo jugaron un buen partido, sino que terminaron dando el triunfo por primera vez a su país en una competencia de esa clase.

Cuando la lámpara se apaga

¡Qué cosa! Mis padres, ambos, nacieron en un mes de Julio y partieron a la Eternidad en un mes de Octubre, de distintos años, claro está, pero nunca dejó de llamarme poderosamente la atención esa notable coincidencia, como si Dios, el autor de la vida,  quisiera decirme algo al respecto.

En octubre de 2009 mi madre partió a la presencia del Señor. Recuerdo que en aquella ocasión, en lugar de un “funeral”, ella tuvo una despedida, que es otra cosa muy distinta. No fue un doloroso y desgarrador “hasta siempre”, sino un emotivo y esperanzador “hasta luego”, en la más absoluta certeza de que nos iremos a ver de nuevo. Esta esperanza, esta certeza, fue de gran consuelo y ayuda cuando mucha gente que no entendía esto, nos hacía llegar su “pésame” por la “pérdida”, por el “deceso”…

Este recuerdo afloró en mi mente cuando recibí esta frase de un autor anónimo, que atentamente una amada hermana me hizo llegar a través del correo electrónico:

“La muerte no es el extinguir de la luz de un cristiano, sino el apagar la lámpara porque ha llegado su amanecer.”


Muchas personas viven lamentando la partida de un ser amado. Suficientes razones para hacerlo tienen y, a veces, la partida de un ser amado hacia la eternidad, coincide con la partida de un ser además de amado, necesitado; lo cual empeora las cosas y hace aún más problemático tan lamentable trance.

Desarrollando intimidad con Dios en oración

Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Mateo 11;12
Hoy día, infinidad de personas anhelan tener poder espiritual. Desean que Dios actúe con poder en sus vidas; sin embargo, no quieren pagar el precio de desarrollar intimidad con el Señor. No estiman que si están en Su presencia, orando, están preparando el camino para que su Poder los asista en el ministerio y desenvolvimiento cotidiano. Recuerde que orar es depositar nuestra confianza en Dios, reconocer Su poder ilimitado y creer firmemente, que cuando oramos las circunstancias van a cambiar.
I. Después de recibir a Cristo, el paso más grande para el creyente debe ser aprender a orar (Lucas 11:1)
1. La oración era un principio de vida del Señor Jesús (Marcos 1:35)
2. Aunque las jornadas diarias eran muy intensas, el Señor Jesús tomaba tiempo parar orar (Lucas 5.16)
a. El Señor Jesús comenzaba y terminaba sus jornadas cotidianas en oración.
b. Cuando oramos, expresamos nuestra plena confianza en Dios.
3. Las múltiples ocupaciones diarias y el cansancio no eran excusa para que el Señor Jesús dejara de orar (Mateo 14:23)
a. El Señor Jesús pasaba largos períodos en oración.
b. El Señor Jesús buscaba intimidad con el Padre en oración (Marcos 6:46)

Perseguidos

Tiempo atrás, oí una historia que había sido publicada en un diario americano. El reportaje era sobre una mujer que estaba conduciendo, volviendo a su hogar, cuando se dio cuenta de que un gran camión la seguía. Pensando que lo tenía demasiado cerca, aceleró pero el camión también lo hizo, y parecieron hacer una especie de carrera durante un buen rato.
La mujer, asustada, salió de la carretera y se detuvo en el carril lateral, pero vio con asombro, que el camión frenaba detrás de ella y, aterrada, se dirigió a una gasolinera cercana y saltó del coche gritando.
El conductor del camión salió de su vehículo y abrió la puerta trasera del coche de la mujer. Allí, agachado detrás del asiento, se encontraba un malhechor culpable de hurtos y violaciones, que estaba siendo buscado por la policía. El conductor del camión, desde una posición más alta que la del coche que tenía delante, lo había visto entrar antes y se lanzó a perseguir el coche de la mujer, no para hacerle daño, sino para protegerla, lo que hizo inmediatamente llamando a más policías.

El Incorruptible Fabricio

El nombre de Fabricio Lucio, célebre general romano de los tiempos primitivos de expansión de la República, ha quedado en la historia como emblema de honradez, sencillez, desinterés propio e integridad ciudadanas. Se dice que, hallándose el famoso general en la más completa pobreza, fue nombrado embajador de la República, y su primera misión fue ir a tratar con Pirro, rey de Epiro, sobre asuntos de la mayor trascendencia concernientes a su patria. Pirro lo recibió en su corte con las mayores distinciones y trató de inducirlo para que secundara sus proyectos, contrarios a Roma, ofreciéndole honores elevados y grandes riquezas.
Pirro conocía las valía moral de Fabricio, con quien había luchado en acciones bélicas sin que hubiera logrado vencerlo. Conocía la entereza de carácter del noble Fabricio y creyó que, si lograba inclinarlo a su favor habría hecho ya un trascendente negocio. En efecto, Pirro, haciendo uso de su habilidad, de su talento y sus riquezas, y aprovechando la pobreza de Fabricio, le hizo insinuaciones morbosas, indignas de su elevada moral de ciudadano íntegro.
La contestación de Fabricio fue la siguiente: “Si aún me crees honrado; ¿por qué pretendes corromperme? Y si me crees capaz de dejarme sobornar, ¿en qué puedo servirte?” Tan elocuente contestación hizo retroceder a Pirro y le proporcionó una visión de un hombre cabal, digno de la más alta consideración.