La Biblia nos da una completa revelación de cómo es Él. Hay cientos de cosas que podríamos decir sobre la revelación de Dios en la Biblia, pero hay cuatro fundamentales:
Primero, la Biblia declara que Dios es Espíritu. En el Evangelio de Juan, Jesús habla con una mujer en un pozo, y ahí hace una declaración contundente acerca de Dios. Él simplemente dice: “Dios es Espíritu.” Con esto quizá imaginaras un vapor nebuloso, pero esa no es la imagen de Dios. Llegas a entender lo que es espíritu cuando crees que Cristo, después de su resurrección, dice: “Tóquenme y vean, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como ustedes ven que Yo tengo.” (Lucas 24:39, NBLH). El espíritu es lo contrario al cuerpo, es algo que no está limitado por él.
La Biblia dice que Dios es Espíritu, que no está limitado a un cuerpo, forma, fuerza o barrera alguna. Es absolutamente inconmensurable e incomprensible para los ojos que están limitados al mundo físico. Él puede estar en todo lugar al mismo tiempo. Tiene sabiduría, amor y misericordia infinita.
La Biblia nos enseña que no había tiempo en el que Dios no existía. Él es eterno (no tiene principio ni fin), y no cambia. Es el mismo hoy y por todos los siglos.
Primero, la Biblia declara que Dios es Espíritu. En el Evangelio de Juan, Jesús habla con una mujer en un pozo, y ahí hace una declaración contundente acerca de Dios. Él simplemente dice: “Dios es Espíritu.” Con esto quizá imaginaras un vapor nebuloso, pero esa no es la imagen de Dios. Llegas a entender lo que es espíritu cuando crees que Cristo, después de su resurrección, dice: “Tóquenme y vean, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como ustedes ven que Yo tengo.” (Lucas 24:39, NBLH). El espíritu es lo contrario al cuerpo, es algo que no está limitado por él.
La Biblia dice que Dios es Espíritu, que no está limitado a un cuerpo, forma, fuerza o barrera alguna. Es absolutamente inconmensurable e incomprensible para los ojos que están limitados al mundo físico. Él puede estar en todo lugar al mismo tiempo. Tiene sabiduría, amor y misericordia infinita.
La Biblia nos enseña que no había tiempo en el que Dios no existía. Él es eterno (no tiene principio ni fin), y no cambia. Es el mismo hoy y por todos los siglos.
Segundo, la Biblia revela a Dios como Persona. En toda la Biblia leemos: “Dios ama”, “Dios dice”, “Dios hace.” Todo lo que atribuimos a una persona se atribuye a Dios. Una persona siente, piensa, quiere, desea y tiene todas las expresiones de una personalidad propia. Dios no está limitado por un cuerpo, pero es una persona. Él siente, piensa, ama y perdona.
Tercero, la Biblia declara que Dios es un Ser santo y justo. De Génesis a Apocalipsis, Dios se nos revela como un Dios Santo. Él es perfecto en cada detalle. Es tan santo que no puede soportar una vida de pecado por ser un Dios bueno y perfecto.
Si pudiéramos tener una visión de la majestuosa justicia de Dios, sería tremenda la diferencia con la justicia ordinaria en la que viven nuestras naciones. Si pudiéramos ver la vergonzosa diferencia que separa nuestra justicia de la justicia perfecta de Dios, cambiaríamos inmediatamente nuestra manera de vivir. Todos nos quedamos cortos para alcanzar la gloria de Dios (Romanos 3:23).
Las Escrituras declaran que Dios es la Luz en quien no hay “ninguna oscuridad” (1 Juan 1:5).
Es imposible entender la Biblia a menos que asumamos claramente la santidad de Dios. Su Santidad determina Sus demás atributos. Y porque Dios es Santo, existe una brecha entre Dios y nosotros, los pecadores. Las Escrituras dicen, “Pero las iniquidades de ustedes han hecho separación entre ustedes y Dios, y los pecados le han hecho esconder Su rostro para no escucharlos” (Isaías 59:2). No solo el pecador está separado de Dios, sino que Dios se separa del pecador. Porque Dios es Santo, no puede tener relación con el pecado. Antes de que el pecado entrara al mundo, la humanidad y Dios estaban en comunión. Ahora esa comunión se ha roto y es imposible para un pecador tener cualquier tipo de contacto con Dios a menos que sea a través de Jesucristo. La gente no posee, ni puede adquirir, la impecabilidad necesaria para poder acceder a Dios. Cristo sin embargo, vino e hizo tal acceso posible.
Si pudiéramos tener una visión de la majestuosa justicia de Dios, sería tremenda la diferencia con la justicia ordinaria en la que viven nuestras naciones. Si pudiéramos ver la vergonzosa diferencia que separa nuestra justicia de la justicia perfecta de Dios, cambiaríamos inmediatamente nuestra manera de vivir. Todos nos quedamos cortos para alcanzar la gloria de Dios (Romanos 3:23).
Las Escrituras declaran que Dios es la Luz en quien no hay “ninguna oscuridad” (1 Juan 1:5).
Es imposible entender la Biblia a menos que asumamos claramente la santidad de Dios. Su Santidad determina Sus demás atributos. Y porque Dios es Santo, existe una brecha entre Dios y nosotros, los pecadores. Las Escrituras dicen, “Pero las iniquidades de ustedes han hecho separación entre ustedes y Dios, y los pecados le han hecho esconder Su rostro para no escucharlos” (Isaías 59:2). No solo el pecador está separado de Dios, sino que Dios se separa del pecador. Porque Dios es Santo, no puede tener relación con el pecado. Antes de que el pecado entrara al mundo, la humanidad y Dios estaban en comunión. Ahora esa comunión se ha roto y es imposible para un pecador tener cualquier tipo de contacto con Dios a menos que sea a través de Jesucristo. La gente no posee, ni puede adquirir, la impecabilidad necesaria para poder acceder a Dios. Cristo sin embargo, vino e hizo tal acceso posible.