Me he
gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza. Salmo 119;14
Una publicidad en la televisión muestra a una
persona abriendo la puerta y viendo a alguien que le entrega un cheque por una
cantidad enorme de dinero. Ante eso, el sorprendido destinatario empieza a
gritar, cantar, saltar y abrazar a todo el mundo. «¡Gané! ¡Soy rico! ¡No lo
puedo creer! ¡Se terminaron los problemas!». Hacerse rico de repente desencadena
una gran reacción emocional.
¿Y si no tenemos aquel sentimiento? ¿Podemos regocijarnos en
las instrucciones de Dios como si recibiéramos una fortuna? Todo empieza por ser agradecidos, lo cual implica una actitud y una elección. Nuestra atención se
centra en lo que valoramos; por eso, debemos dar gracias por lo que Dios nos da
para nutrir nuestra alma, y pedirle que nos abra los ojos para apreciar la
sabiduría y la paz que transmite su Palabra.
¡Nos hacemos ricos al amar a Dios cada día más!
Señor,
gracias por la riqueza de los consejos sabios de tu Palabra. Ayúdame a
disfrutarla.
Los ricos tesoros de la verdad de Dios están esperando ser descubiertos en su Palabra.
Los ricos tesoros de la verdad de Dios están esperando ser descubiertos en su Palabra.