Por todo ello, no puedo cerrar filas con el criterio generalizado en algunos medios, de ver como algo normal lo que a los ojos de cualquier persona en su sano juicio no es más que una aberración sexual. Y como redimido por la sangre de nuestro común Señor y Salvador Jesucristo, reconozco que las Escrituras hacen alusión al tema del homosexualismo una y otra vez, refiriéndose a él como una práctica condenada por Dios desde el Antiguo Testamento.
Nuestro objetivo como Iglesia es llevar a la gente a la fe en Jesús e integrarla en la familia de Dios. Y que nuestro carácter se parezca al de Cristo, glorificando a Dios y sirviendo en toda buena obra.
lunes, 25 de enero de 2016
¿Preferencias sexuales o vidas pecaminosas?
El castigo que no fue
Aquella calurosa mañana de verano perdí la noción del tiempo. Me apoyé en el mango del azadón y dejé que la imaginación me llevara a actividades más emocionantes que arrancar malas hierbas. Entonces vi a mi abuelo que se acercaba rápidamente, entre las plantas de maíz zarandeando una fina y larga vara.
Y pensé: ¡En tremendo lío me he metido! Me puse a darle a la azada tan rápido como me lo permitían los brazos. No me atrevía a levantar la vista mientras oía sus pasos por los surcos, y los tallos de maíz que le rozaban las piernas.
Despistado ante la inminencia de lo que iba a ocurrir, recordé la vez en que me dijo: a veces Jesús lloró, pero sabía ser duro cuando hacía falta. Sentí que por primera vez el abuelo iba a tratarme con dureza.
Aquel verano yo tenía once años. Todavía se dejaban sentir en Tennesse las consecuencias de la Gran Depresión, y la mayoría de los agricultores dependían fundamentalmente de lo que cultivaban y criaban en sus pequeñas parcelas. Se suponía que yo debía remover la tierra con la azada para que el abuelo pudiera terminar de arar. Papá le había dicho: no dejes que pierda el tiempo. Si hace falta, dale unos azotes; no dejes que se ponga a jugar o pierda el tiempo apoyado en el mango del azadón. Últimamente está muy perezoso.
Estaba claro que mi padre temía que el abuelo fuera demasiado blando conmigo.
Aquel verano yo tenía once años. Todavía se dejaban sentir en Tennesse las consecuencias de la Gran Depresión, y la mayoría de los agricultores dependían fundamentalmente de lo que cultivaban y criaban en sus pequeñas parcelas. Se suponía que yo debía remover la tierra con la azada para que el abuelo pudiera terminar de arar. Papá le había dicho: no dejes que pierda el tiempo. Si hace falta, dale unos azotes; no dejes que se ponga a jugar o pierda el tiempo apoyado en el mango del azadón. Últimamente está muy perezoso.
Estaba claro que mi padre temía que el abuelo fuera demasiado blando conmigo.
¿Existe el mal?
Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta. ¿Creó Dios todo lo que existe? Valientemente, un estudiante respondió: “Sí, lo hizo!”
“¿Dios creó todo? Preguntó de nuevo el profesor.
“¿Dios creó todo? Preguntó de nuevo el profesor.
“Sí, señor”, respondió el estudiante.
El profesor respondió: “Si Dios creó todo, entonces Dios creó el mal pues el mal existe, y de acuerdo con el principio de que nuestras obras definen quiénes somos, entonces Dios es malo”. El estudiante se quedó callado ante tal respuesta. El profesor estaba bastante satisfecho de sí mismo, y se jactó de que le había demostrado a los estudiantes una vez más, que la fe cristiana era un mito.
“Por supuesto”, respondió el profesor.
El estudiante se puso de pie y preguntó: “Profesor, ¿existe el frío?”
“¿Qué clase de pregunta es esa? Por supuesto que existe. ¿Nunca has tenido frío?” Los estudiantes se rieron ante la pregunta del joven.
El joven respondió: “De hecho, señor, el frío no existe. De acuerdo con las leyes de la física, lo que consideramos frío, en realidad, es la ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, y el calor es lo que hace que un cuerpo o asunto la tenga o la transmita. Cero grados Cº absolutos es la ausencia total de calor, y toda la materia se vuelve inerte e incapaz de reacción a esa temperatura; el frío no existe, hemos creado esta palabra para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor”.
Dios nunca llega Temprano
¿Te sientes como si tus oraciones rebotaran en el techo? ¿Te sientes frustrado porque parece como si Dios estuviese distante o no le importase lo que te pasa? ¿Estás cansado de esperar y suplicar? Todos, antes o después, hemos sentido a Dios lejos. Sin embargo, su proximidad a nosotros no depende de si lo sentimos o no. Comprender la manera de Dios de hacer las cosas durante los momentos difíciles, es vital para nuestra vida espiritual.
Nuestro verdadero problema no es que Dios esté distante. Si somos honestos, reconoceremos que la manera en que Dios hace las cosas puede inducirnos a sentirlo lejos porque no lo entendemos, y porque tendemos a querer lo que queremos... ¡ya! Pero Dios nos da lo que necesitamos, cuando lo necesitamos. Ahora bien, hay una enorme diferencia entre querer lo que queremos cuando lo queremos, y querer lo que necesitamos cuando lo necesitamos. La diferencia es la espera.
La realidad es que Dios no tiene prisa. Él literalmente, tiene todo el tiempo del mundo. Dios es eterno, y por consiguiente no hace acepción del tiempo. Si analizas la vida de Jesús te darás cuenta que nunca andaba apresurado. De hecho, podría parecer que se demoraba a propósito, cuando otros sentían que se les acababa el tiempo.
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