domingo, 19 de agosto de 2018

Escucha la voz de Dios en medio de tu tormenta

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los  gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. 
(Efesios 6:12)
¿Habrá una batalla campal?
 
¿Se lo ha preguntado alguna vez? ¿Estarán Dios y el diablo en una batalla campal? Puede que sea verdad, y que en medio de ella hay muchos cristianos en cualquier parte del mundo, que podrían ser los soldados rasos de este combate mortal.
¿Querrá Satanás azotar a un cristiano de tal forma que pueda llevar su alma?, o ¿será que Dios asegura que aquellos a quienes Su Gracia ha conquistado, no serán jamás conmovidos por la peor tempestad?
paz de DiosRecordemos algo sobre la historia bíblica de Job; también Abraham, enviado a tierra desconocida; Daniel en un foso de leones; José vendido a Egipto. ¡Ah!, y Moisés cuarenta años en un desierto huyendo por un asesinato, Juan el Bautista decapitado, y Esteban apedreado. Son solo algunos ejemplos de cristianos sufridos.
A veces observamos que a ciertos hombres y mujeres de fe les tocaron grandes tormentas en su peregrinar por esta vida; y lo más dramático de la historia es que, en ellas, nos parece como si Jesús estuviera dormido.
Pero en la vida solemos afrontar situaciones muy difíciles y no tenemos la menor duda de que Dios permite nuestro batallar contra las huestes del mal. (2da de Corintios 4:17). 
A muchos cristianos sencillos, de a pie, a cada rato les toca una buena tempestad.
¿Estará Jesús dormido, o quizá estará ausente en medio de nuestra batalla campal? 
Sus discípulos, por Dios mismo escogidos, sintieron una desesperación tan crucial en medio de la tempestad que les parecía que morirían.
Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: !Señor, sálvanos, que perecemos!(Mateo 8:25).

Jesús calma la tempestad 

Pero cada día es más seguro que Dios no se cansa y no duerme; nunca se desconecta y no pierde la señal. Jesús no está ausente de nuestros problemas y no ignora cuánto nos sucede aquí. 
Sus discípulos ignoraron que Él estaba allí para salvarlos y para extenderles Su Gracia en medio de su ansiedad. Y Él les socorre sin importar su falta de fe, y con amor les trae bonanza en medio de la tempestad.
Jesús, levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: “Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza”. (Marcos 4:39)

El gozo de dar

También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos. 1 Tesalonicenses 5;14
Era una semana deprimente. Me sentía aletargada y apática, pero no me daba cuenta del motivo. Ya próximo el fin de la semana, me enteré de que una tía mía tenía insuficiencia renal. Sabía que debía ir a visitarla, pero, para ser sincera, no tenía ganas. De todos modos, fui y almorzamos, charlamos y oramos juntas. Una hora después, salí de su casa sintiéndome más animada por primera vez en días. Centrar mi mente en otra persona en lugar de en mí misma, había mejorado mi estado de ánimo.
Los psicólogos han descubierto que los actos dadivosos pueden producir satisfacción, al ver la gratitud de los perceptores. ¡Algunos expertos, incluso creen que los seres humanos están programados para ser generosos!
Quizá por eso, al alentar a la iglesia en Tesalónica a edificar a los hermanos en la fe, Pablo instó a sostener a los débiles (1 Tesalonicenses 5:14). Antes, ya había citado las palabras de Jesús: «Más bienaventurado es dar que recibir» (Hechos 20:35). Aunque el contexto aquí se aplica a la ayuda financiera, también puede aplicarse a dedicar tiempo y al esfuerzo.
Cuando damos, tenemos una idea de lo que Dios siente. Entendemos por qué se deleita tanto en darnos su amor, y compartimos con Él el gozo y la satisfacción de bendecir a otros. Creo que pronto visitaré a mi tía otra vez. 
Señor, enséñame a dar para ser más como Tú.
El dador es el que más recibe.

En medio del dolor

Al visitar a una gran mujer de 67 años, que tiene cáncer de pulmón y que había sufrido hace poco una operación quirúrgica para intentar extirpar su tumor, cuando le tomé la mano, me contó cómo había sido la operación y los cuidados que había tenido que tener mientras estaba en el posoperatorio. Se la notaba muy cansada y dolorida, pero con ganas de conversar como hacía siempre.
Resultado de imagen de en medio del dolor dios esta contigoEntre otras cosas, impresionaba ver cómo sus ojos se llenaban de lágrimas cuando recordaba el período de la radioterapia, porque la hacía rememorar a quienes estaban viviendo el mismo proceso que ella. Contó acerca de una joven de 25 años que tenía un hijito; también recordó a mujeres de 30, 40 y hasta 50 años que no podían ni siquiera levantarse al baño. Incluso recordó a una mujer que agonizó toda la noche falleciendo a la mañana siguiente. Si impresionantes fueron estas historias, más aún lo fueron las palabras que siguieron a continuación de su relato: “al menos yo he vivido mucho más”.
En medio del dolor físico y de lo angustioso que puede llegar a ser un cáncer, esta mujer era capaz de ver más allá de su propio cáncer y recordar las historias de dolor y pérdida de otras personas. Su hija me comentaba que cuando estaba recién operada, la encontró un día en el baño secándole el pelo a otra mujer hospitalizada que lo único que quería era arreglarse para las visitas que vendrían.
Existe un concepto que es el de “alteridad”, que proviene del latín altertas, y es la condición de cambiar la perspectiva por la del otro. El vocablo alter hace referencia al “otro” desde la perspectiva del “yo”. El concepto de alteridad se utiliza en sentido filosófico para referirse al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un “otro”. Si la definición no es fácil de comprender, mucho menos lo es su aplicación. Sin embargo, puede que a través de la vida de esta gran mujer podamos aproximarnos un poco más. En medio de su propio cáncer fue capaz de conectarse con el mundo de otras enfermas de cáncer como ella, y así evitar la (totalmente válida) autocompasión.

Conozco a alguien más como ella. Su nombre es Jesús, y cuando estuvo colgado en una cruz de madera no pensó en su dolor físico. Pensó en cómo evitar el dolor tuyo y mío, y en cómo ayudarnos a que tuviéramos una vida libre y feliz. Sabía que tú y yo viviríamos vidas distintas y para asegurarse de que, al menos, el final de nuestras vidas fuera igual, no vio las cosas desde Su propio punto de vista, sino desde el nuestro.
Si existieran más personas como Jesús, y si existieran más personas como esta mujer el mundo sería muy distinto a lo que es. Me gustaría parecerme un poco más a ellos, dejar que mi dolor nuble mi vista y ser capaz de entender el mundo doloroso de otras personas, lejanas o cercanas, pero personas con vidas distintas. ¿Y a ti? ¿Te gustaría? ¿Lo intentamos?