Antes de implementar una respuesta, conviene leer el pasaje en su contexto. Veamos las palabras del apóstol Pablo:
De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene a la mujer de su padre. Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción? Ciertamente yo, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús. (1 Corintios 5:1-5)
El texto expresa que alguien en la iglesia de Corinto tiene relaciones con la esposa de su padre (no con su propia madre). El pecado no deja de ser gravísimo, y así lo considera Pablo junto a la actitud de tolerancia de la iglesia en Corinto. Por ello Pablo ordena a la iglesia ejercer disciplina sobre el pecador. Sin duda los corintios entendieron muy bien lo que el apóstol estaba comunicando. Hoy, a dos milenios de distancia en el tiempo, los exégetas solo pueden hacer calculadas deducciones sobre el significado del texto, y por ello existen tantas interpretaciones como comentaristas.
Aunque la interpretación clásica es que la frase “entregar a Satanás” equivale a excomulgar al pecador, apartarlo de la iglesia y de la comunidad cristiana. La frase “destrucción de la carne” unida a “a fin de que el espíritu sea salvo”, dicen muchos eruditos que es una referencia a que el deterioro del cuerpo de un hombre lo conduce al arrepentimiento y por lo tanto, a encontrar salvación.
Unos pocos comentaristas sitúan 1 Corintios 5:5 en un contexto diferente al adjudicado tradicionalmente, y su aproximación es muy interesante. Estos ubican las palabras de Pablo dentro del más amplio contexto de las señales propias del apóstol; señales que fueron concedidas a los apóstoles por el Espíritu Santo a efectos de confirmar su autoridad apostólica en los comienzos de la Iglesia.
En este caso en particular, estaríamos frente a la señal o don específico de aplicar juicio repentino y tajante sobre ciertas personas y bajo determinadas circunstancias.
El caso de Ananías y Safira, en Hechos 5, sería un ejemplo típico. Hechos 13.11, a su vez, narra el caso de Elimás, quien es cegado temporalmente por Pablo, en el poder del Espíritu Santo. En el capítulo anterior (Hechos 12) encontramos la muerte repentina de Herodes. Si bien ningún apóstol participó en este suceso, lo que sobresale es la intervención drástica de Dios trayendo juicio inmediato sobre una persona.