En Cristo somos hechos completamente una nueva creación, al igual que Dios creó
originalmente los cielos y la tierra. Él los creó de la nada, y de igual manera
lo hace con nosotros. Él no sólo nos limpia de nuestro antiguo yo, sino que hace de nosotros un ser enteramente nuevo, y ciertamente, este nuevo ser es
parte de Cristo Mismo. Cuando estamos en Cristo somos “participantes de la
naturaleza divina” (2 Pedro 1:4). Dios mismo, en la persona de Su Espíritu
Santo, hace Su morada en nuestros corazones. Nosotros estamos en Cristo, y Él
está en nosotros.Cuando estamos en Cristo y Él en nosotros, somos regenerados, renovados, renacidos, y esta nueva creación es de mentalidad espiritual, mientras que la antigua es de mentalidad carnal. Por la nueva naturaleza estamos en compañerismo con Dios, obedientes a Su voluntad y devotos a Su servicio. Estos son aspectos que la antigua naturaleza es incapaz de hacer o desear hacerlo. La antigua naturaleza está muerta a las cosas del espíritu y no puede revivirse a sí misma. "Está muerta en sus delitos y pecados” (Efesios 2:1), y sólo puede revivirse mediante una resucitación espiritual, la cual sucede cuando venimos a Cristo y somos Su morada. Él nos da una naturaleza totalmente nueva y santa, y una vida incorruptible. Nuestra antigua vida, previamente muerta ante Dios por causa del pecado, es sepultada, y somos resucitados “para andar en vida nueva” con Él (Romanos 6:4).