jueves, 19 de febrero de 2015

¿Cómo recibo el perdón de Dios?

Hechos 13:38 declara, “Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados.”

¿Qué es el perdón y por qué lo necesitamos?
La palabra “perdonar” significa hacer borrón y cuenta nueva, perdonar, cancelar una deuda. Cuando somos injustos con alguien, luego buscamos su perdón a fin de restituir la relación. El perdón de Dios no es otorgado debido a que la persona merezca ser perdonada. Nadie merece ser perdonado. El perdón es un acto de amor, misericordia y gracia. El perdón es la decisión de no guardar rencor a otra persona, pese a lo que le haya hecho. En eso se basa el perdón de Dios.


La Biblia nos dice que todos necesitamos el perdón de Dios. Todos hemos cometido pecado. Eclesiastés 7:20 declara, “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.”1 Juan 1:8 dice, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.” Todo pecado es, a la larga, un acto de rebelión en contra de Dios (Salmos 51:4). Como resultado, necesitamos desesperadamente su perdón. Si nuestros pecados no son perdonados, pasaremos la eternidad sufriendo las consecuencias de nuestros pecados (Mateo 25:46 ;Juan 3:36).

Perdón – ¿Cómo lo obtengo?
Afortunadamente, Dios es tierno y compasivo. Está ansioso de perdonar nuestros pecados. 2 Pedro 3:9 nos dice que Dios es, “...paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” Dios desea perdonarnos, de manera que ha provisto para nuestro perdón.

El único castigo justo por nuestros pecados es la muerte. La primera parte de Romanos 6:23 declara, “Porque la paga del pecado es muerte...” La muerte eterna es lo que hemos ganado por nuestros pecados. Dios, en Su plan perfecto, se hizo hombre, en la persona de Jesucristo (Juan 1:1,14). Jesús murió en la cruz, llevando la penalidad que merecíamos – la muerte. 2 Corintios 5:21 nos enseña, “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” ¡Jesús murió en la cruz, llevando el castigo que merecíamos! Siendo Dios, su muerte (la muerte de Jesús) proveyó el perdón por los pecados del mundo entero.1 Juan 2:2 proclama, “El es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” Jesús resucitó, proclamando Su victoria sobre el pecado y la muerte (1 Corintios 15:1-28). Gloria a Dios, que a través de la muerte y resurrección de Jesucristo, la segunda parte de Romanos 6:23 es verdad, “...mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”

El deseo de tu corazón

Fuimos creados para expresar a Dios y glorificarlo dando vía libre a nuestro enorme potencial.  

"(…) Te dé conforme al deseo de tu corazón, Y cumpla todo tu consejo". Salmos 20:4
El deseo es algo que todos tenemos, casi se puede decir que el mundo se mueve por deseos que siendo buenos o malos, ¡qué más da en este momento!, al fin no dejan de ser deseos. Seguramente, Dios nos creó con la capacidad de pensar, desear y ver cumplidos nuestros buenos deseos. Y no tiene nada de malo la palabra deseo, aunque la religiosidad y el legalismo han utilizado esta palabra para castrar a los creyentes de "todo deseo"; si eran buenos o malos no importaba ya que al dudar, ellos siempre enseñan ciegamente que "todo deseo está mal"; pero tal como la Biblia nos enseña, que la única revelación fiable es la proveniente del Espíritu Santo, hoy podemos comprender con claridad el tema.
Deseo es un ferviente anhelo, una necesidad, un pedido, un clamor; el deseo son ganas, es algo que quiero hacer, tener o lograr. La Biblia habla del "deseo de tu corazón" porque el corazón es lo profundo del alma, el corazón es el centro de operaciones de la voluntad donde entretejemos nuestras decisiones con los deseos.

"El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; Tú dispones su corazón, y haces atento tu oído". Salmos 10:17
"Le has concedido el deseo de su corazón, Y no le negaste la petición de sus labios". Salmos 21:2
Nacimos para cumplir esos deseos profundos que sentimos en nuestros sueños, y si no los cumplimos, puede que vivamos amargados e insatisfechos; tienen mucho que ver nuestros propósitos en la vida, con nuestro servicio a Dios y con nuestro lugar asignado.
Los deseos cumplidos, claro está que los buenos, son los que Dios quiere que experimentemos para glorificarlo y para que se vea su gloria en nosotros. Gloria de Dios es que sus hijos sean ejemplares, con una vida de victoria y de éxito.

Son muchos los que hacen lo que no les gusta reprimiendo sus verdaderos sueños, su profunda vocación, o que no están en el lugar que desearon alguna vez. Pero Dios nos desafía a que podamos salir de ese aislamiento que supone hacer cosas que no son nuestras para hacer nuestro llamado, donde brillan nuestros dones. No le puedes pedir a un pez que vuele o a un ave que nade en lo profundo del mar: pues así es cuando tratamos de meternos en cosas que no forman parte de nuestro destino. Parece bueno ese versículo que dice: "La voluntad de Dios es agradable y perfecta" (Romanos 12:2), pues cuando estamos donde debemos, en el momento correcto, estamos plenos. Solo somos exhortados a hacer morir o desechar los deseos pecaminosos provenientes de la naturaleza adánica o mundana (la carne), como los deseos egoístas, vanagloriosos... y a todo pecado.
"Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre". 1 Juan 2:17
"El deseo cumplido regocija el alma; Pero apartarse del mal es abominación a los necios". Proverbios 13:19

La aldea

Esta historia aconteció en una aldea de Escocia, una de las cuatro naciones que conforman el Reino Unido. Trata de las aflicciones de una madre cristiana por su hija, que siendo muy jovencita tomó el mal camino, determinándose a salir de su hogar para llevar una vida licenciosa dejándola sola.
Como era habitual, llovía intensamente, y la madre pensaba en su hija imaginando que debía estar pasando frío; muchas noches las pasó en vela esperando su regreso; también podría a buscarla pero no sabía en qué ciudad estaba. Todos los días hacía mención de su hija en sus oraciones, rogando al Señor que pusiera el medio para que volviera a su hogar.
Cierta noche, el agua caía desde el cielo torrencialmente, y su corazón triste de mamá, no hacía más que pensar en ella, cuando, de improviso, sintió fuertes golpes a su puerta. Al abrir, se encontró con una muchacha apenas cubierta con unos trapos muy delgados y empapados a más no poder; “pobre muchacha”, pensó.
—Mamá, ¿me perdonas?, dijo la joven. La madre, apenada y regocijada a la vez, abrazándola, la introdujo al interior de su casa. 
—No hay necesidad de que te perdone, jamás te he juzgado, pero te voy a pedir que oremos para que el Señor Jesús entre a tu corazón, dijo. 
—Pero mamá, a eso he venido. Necesito tu perdón por haberme portado tan mal, ya tengo el perdón de Dios, mi corazón ahora le pertenece a Jesús, respondió la hija. 
—¿Qué me dices, hija?, preguntó. 
—Sí mamá, hace dos semanas acepté a Cristo como mi Salvador personal, Él vino a mí cuando más lo necesitaba, y caminé durante días para contártelo, dijo la hija.

La Reunión de Satanás

Satanás convocó a los demonios a una Convención mundial.
En su discurso de apertura, dijo:
“No podemos impedir que los cristianos vayan a sus templos”
“No podemos impedirles que lean sus Biblias u otros libros que les ayudan a conocer la verdad”, como tampoco podemos impedirles que formen una relación íntima con su Salvador”.
Cuando consiguen esa conexión con Jesús, nuestro poder sobre ellos cesa.
“Entonces vamos a dejarlos ir a sus templos, vamos a dejarlos con los festejos que en ellos organizan, pero vamos a robarles el tiempo de más que tienen, de manera que no les sobre tiempo alguno para desarrollar una relación con Jesucristo”. “Lo que quiero que hagáis es lo siguiente”, dijo el diablo:
“Distraerlos tanto que no consigan aproximarse a su Salvador”
¿Cómo haremos esto?, gritaron sus demonios.
Les respondió:
“Manténganlos ocupados en las cosas menos esenciales de la vida, e inventen innumerables asuntos y situaciones que ocupen sus mentes”
“Llévenlos a gastar, gastar y gastar, y a pedir prestado, a pedir créditos”
“Persuadan a sus esposas para ir a trabajar durante largas horas, y a los maridos para trabajar de 6 a 7 días a la semana, durante 10 a 12 horas al día, con el fin de que tengan la suficiente capacidad financiera para mantener sus estilos de vida fútiles y vacíos.”
“Que creen situaciones que les impidan pasar tiempo con sus hijos”
“A medida que sus familias se vayan fragmentando, sus hogares irán menguando como lugares de paz para refugiarse de las presiones del trabajo”.
“Estimulen sus mentes con tanta intensidad, que ya no puedan escuchar más aquella voz suave y tranquila que orienta sus espíritus”.
”Llenen las mesas de centro de todos los sitios, con revistas y periódicos”.
“Bombardeen sus mentes con noticias, y noticias, 24 horas al día”.
“Introdúzcanse en sus mentes en los momentos en los que están conduciendo, haciéndolos prestar atención a rótulos llamativos”.

El principio de la repetición

SALMOS 43:5 “¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar?  En DIOS pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi DIOS!” (NVI)
SALMO 43:5 “ ¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en DIOS, porque aún he de alabarlo, ¡salvación mía y DIOS mío!” (R-V 95) 
Desde los tiempos más remotos se ha utilizado la repetición como una válida y poderosa técnica de memorización y aprendizaje. Dentro de los principios interpretativos de la palabra de DIOS se encuentra el Principio de la Repetición, que dice que cuando un mensaje, palabra o concepto es repetido varias veces en un texto, significa que DIOS considera que el mensaje es importante y que por ende, requiere mayor atención de nuestra parte. El texto bíblico anterior, aparece como una especie de coro tres veces entre los salmos 42 y 43 y es por esa razón, acreedor de una consideración adicional.  
Esencialmente, este texto nos dice que no existe ninguna razón válida para estar preocupados porque hemos puesto nuestra esperanza en DIOS. Si sabemos que ÉL es Todopoderoso y que ÉL nos ama, ÉL se encargará de solucionar todo lo que nos esté causando preocupación o afán. Nuestra esperanza colocada en DIOS, es la actitud correcta y adecuada que debemos asumir frente a los problemas y dificultades. Dado que esperamos que DIOS actúe, debemos quedarnos tranquilos y confiados pues ÉL sabe mejor que nadie, cómo ha de resolverse la situación.