miércoles, 24 de agosto de 2016

Reconocer Su voz

pastoreio-daviJUAN 10:3-5 “El portero le abre la puerta, y las ovejas oyen Su voz. Llama por nombre a las ovejas y las saca del redil.  Cuando ya ha sacado a todas las que son suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen Su voz. Pero a un desconocido jamás lo siguen; más bien, huyen de él porque no reconocen voces extrañas”.
¿Alguna vez estuviste en un automóvil con alguien que busca una emisora específica en la radio? Mientras afina constantemente la frecuencia, ladea su oído para escuchar cuidadosamente, y descarta una estación tras otra hasta que escucha la voz familiar que ha estado buscando.
En nuestra vida cristiana, debemos reflexionar sobre la importancia de reconocer la voz de DIOS y descartar otras. Al tomar decisiones, necesitamos estar seguros de que escuchamos a la Persona adecuada. La Biblia nos asegura que, como creyentes, podemos distinguir la voz de DIOS de todas las demás. ¿Cuáles son las condiciones para reconocer Su voz?

Unos a otros

Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. Hebreos 10;24
Mientras esperaba para entrar en una de las atracciones populares de Disneyland, noté que la mayoría de la gente hablaba y sonreía, en lugar de quejarse por la larga espera. Esto hizo que me preguntara qué era lo que esperar en aquel lugar fuera una experiencia agradable. Al parecer, la clave era simplemente que casi nadie estaba allí solo, sino que amigos, familiares, grupos y parejas compartían la situación, lo cual era muy distinto a estar esperando solo, sin compañía.
La vida cristiana está diseñada para vivirla en compañía de otros, no a solas. Hebreos 10:19-25 nos exhorta a tener comunión con otros seguidores de Cristo: Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos (versos 22-25). En comunidad, nos reafirmamos y reforzamos unos a otros, exhortándonos (verso 25).
Hasta los días más difíciles pueden convertirse en una parte significativa de nuestra travesía de fe, cuando los recorremos en compañía de otros. No enfrentemos la vida solos; caminemos juntos.
Señor, quiero cumplir hoy con tu llamado, recorriendo con otros el camino de la fe, y alentándonos unos a otros.
La vida en Cristo debe ser una experiencia compartida.

La fidelidad de Dios a través del tiempo

Dios es el Único que jamás defrauda. Desde el principio de los tiempos su Palabra se ha mantenido fiel. Cada profecía es una promesa que ha sido o será cumplida.
Quizá, mejor dicho, lo más seguro es que las más grandiosas de estas profecías fueron las referentes al Mesías, cuya venida había sido el anhelo del pueblo de Dios a lo largo de los siglos. Muchos profetas hablaron acerca del Ungido (2 Samuel 7.12-16Isaías 7.149.6Daniel 9.25Miqueas 5.2). Aunque no hubo ninguna profecía más sobre este tema durante los cuatro siglos previos al nacimiento de Cristo, cuando llegó el tiempo señalado, Jesús vino para reconciliar a la humanidad con el Padre.
Seguramente la gente debió haberse preguntado si el Salvador vendría alguna vez. Después de todo, 400 años es mucho tiempo para esperar sin ninguna palabra. Pero, como lo demuestra la historia, Dios nunca incumple sus promesas. Él es fiable, aunque su cronograma sea diferente a nuestras expectativas.
Sabiendo esto, podemos leer con confianza las seguridades que se encuentran en las Escrituras. Por ejemplo, si creemos en Jesús como nuestro Señor y Salvador y decidimos obedecerlo, la Biblia promete que seremos salvos. Podemos estar seguros de que hemos sido perdonados y redimidos. Es más, nada puede separarnos del amor de Dios (Romanos 8.38, 39), y podemos confiar en que Él nos dará todo lo necesario para cumplir su propósito en nuestra vida.
Estos son solo tres promesas fundamentales; la Palabra de Dios contiene muchas más. Medite acerca de la fidelidad de Dios durante los tiempos bíblicos y en su propia vida, y entienda que Él también será fiel en el futuro.

La tormenta

Kirby había esperado toda la semana este día.  Él y su mejor amigo Austin habían reunido todo tipo de envases para usarlos como moldes en su castillo de arena. Hasta habían dibujado un plano. Este año, sabían que podrían ganar el premio al mejor castillo de arena de su categoría.
Llegaron temprano a la playa, marcaron su área y se pusieron  a trabajar enseguida. Había niños de todas las edades construyendo castillos de arena. El de Kirby y Austin adelantaba rápido y se veía magnífico.
Kirby acababa de volcar el último molde de arena sobre la torre, cuando un niño que perseguía a otro, muy robusto, pasó corriendo. Justo cuando el niño grandote llegó al castillo lo saltó, pero el que lo perseguía no tenía piernas tan largas y derrumbó una parte grande. Y lo que es peor, ambos se rieron mientras se alejaban corriendo. Austin estaba atónito, pero Kirby estaba furioso.
-¡NO…NO…NO!, gritó.  ¿POR QUÉ?  Entonces tomó el cubo más grande y comenzó a derribar el castillo mientras gritaba. Echaba arena a todas partes, y en pocos segundos el precioso castillo ya no existió.
-¡Kirby!, le gritó Austin.  Lo podíamos haber arreglado.  Oh, ¡qué desastre!
Austin se alejó.
La mamá de Austin, que los había acompañado a la playa, se acercó y se juntó a Kirby.
-Kirby, le dijo. Cuando permites que tu ira te indique qué hacer, nadie gana, y tú menos que nadie. Al final, fuiste tú con tu ira quien destrozó el castillo, y no esos niños.
Cuando alguien te haga enojar, cuenta hasta diez antes de actuar o hablar. Pídele a Dios que te ayude a no responder con ira.
La ira en sí misma daña más que la condición que la causó. Contrólala.
El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua. Proverbios 15:18