Es interesante hacer notar que las cosas grandes se componen de partes pequeñas, todas, sin excepción. Los mares no serían mares sin las muchísimas pequeñas gotas que los forman.
Las montañas nos impresionan por su grandeza, pero estas mismas montañas no serían nada si no fuera por la combinación de ellas con las peñas, rocas, piedras y aún más importantes, los granos de arena, y hasta el polvo de tierra que les da forma y sustancia, y permiten que la flora las adorne y las embellezca.
El dicho, “Roma no se construyó en un día” también nos indica esto. Vemos que lo grande, lo importante y lo bello son el producto de la acción de muchos elementos pequeños. Esto es verdad, especialmente con respecto a lo espiritual.
Durante la segunda guerra mundial, una parte de las fuerzas aliadas, compuestas de ingleses, franceses y norteamericanos, se encontró atrapada en costa del norte de Francia. Los nazis iban a forzarla contra el mar. ¿Cómo salvar a estos soldados de la destrucción que los esperaba? No había barcos militares suficientes, listos para transportar a estos valientes que afrontaban la muerte, y llevarlos a una distancia de solo unos treinta y cinco kilómetros.
En Inglaterra, el primer ministro, hablando por radio, explicaba la situación al pueblo, suplicando a cada persona que tuviera barco, no importaba el tamaño, que se lanzara al mar hacia la costa norte de Francia para rescatar a estos soldados.
En Inglaterra, el primer ministro, hablando por radio, explicaba la situación al pueblo, suplicando a cada persona que tuviera barco, no importaba el tamaño, que se lanzara al mar hacia la costa norte de Francia para rescatar a estos soldados.
Fue sorprendente el resultado. Millares de individuos en sus barcos, algunos de ellos yates, aunque la mayoría lanchas pequeñas, y hasta embarcaciones a remo, se dirigieron a alta mar. Formaban una flota unida y potente porque tenían un solo fin, todos estaban consagrados a hacer lo que pudiesen con lo que tenían. Para muchos su única posesión era su lancha. Era ella lo único que tenían para poder ayudar a los que necesitaban su servicio.
La mayor parte de los soldados llegaron sanos y salvos a Inglaterra, gracias a esos que ofrecieron lo poco que tenían. Mucho se puede siempre y cuando uno esté dispuesto a ofrecer lo que tiene, aunque parezca poco.