domingo, 20 de julio de 2014

Lo importante no es huir de las tormentas sino tenerlas

Un campesino le pidió a Dios que le permitiera mandar sobre la Naturaleza para que, según él, le rindieran mejor sus cosechas. ¡Y Dios se lo concedió!
Entonces, cuando el campesino quería lluvia ligera, así sucedía; cuando pedía sol, éste brillaba en su esplendor; si necesitaba más agua, llovía más regularmente; etc.
Pero cuando llegó el tiempo de la cosecha, su sorpresa y estupor fueron grandes porque resultó un total fracaso. Desconcertado y medio molesto le preguntó a Dios por qué resultó así la cosa, si él había puesto los climas que creyó convenientes.
Pero Dios le contestó: “Tú pediste lo que quisiste, pero no lo que de verdad convenía. Nunca pediste tormentas, y éstas son muy necesarias para limpiar la siembra, ahuyentar aves y animales que la consuman, y purificarla de plagas que la destruyan…”-
Así nos pasa: queremos que nuestra vida sea puro amor y dulzura, nada de problemas.
Mas el optimista no es aquel que no ve las dificultades, sino el que no se asusta ante ellas, no se echa para atrás. Por eso podemos afirmar que las dificultades son ventajas, las dificultades maduran a las personas, las hacen crecer.
Por eso hace falta una verdadera tormenta en la vida de cada persona, para hacerla comprender cuánto se ha preocupado por tonterías, por chubascos pasajeros.
LO IMPORTANTE NO ES HUIR DE LAS TORMENTAS, SINO TENER FE Y CONFIANZA EN QUE PRONTO PASARÁN Y NOS DEJARÁN ALGO BUENO EN NUESTRAS VIDAS.
Habacuc 3:17-19
Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos; aunque mienta la obra de la oliva, y los labrados no me den ni para mantenerme. Aunque las ovejas sean quitadas de la majada y no haya vacas en los corrales; con todo eso yo me alegraré en el Señor y me gozaré en el Dios de mi salvación. El Señor es mi fortaleza… y me hará andar sobre alturas.
Nahúm 1:7
Bueno es Dios para fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían.
Salmos 9:9
Y será Dios refugio al pobre, Refugio para el tiempo de angustia.

Yo estaré confiado en mi Salvador - El Señor me acoge - Salmo 27

Soy bendecido y redimido por la preciosa Sangre de Jesús. El Salmo 27 es un Salmo de verdadera ministración, y de ahí la confianza en el contenido de sus poderosas palabras de seguridad. El Señor es mi protección, por tanto no temeré. Sé que mi Redentor vive y siempre está a mi lado, Él nunca me ha desamparado, Él nunca se retrasa, mi Señor Jesucristo siempre llega a tiempo para extender Su mano poderosa.
Inline image 1Unas de las promesas que Dios le brindó al rey David y hoy nos la brinda a nosotros, es que nuestro Padre Celestial siempre está del lado de Sus hijos, de aquellos que le adoran en espíritu y en verdad. Un hijo de Dios que lo busca en espíritu y en verdad, vive confiado y no tiene por qué temer porque Jehová de los Ejército pelea sus batallas. Hubo tiempos en que el rey David con todo su poder, no recurrió a sus armas y caballos de guerra para pelear contra sus enemigos. Se refugió en la protección del Señor Todopoderoso. Aun totalmente inmerso en las tormentas y circunstancias de la vida, el rey David seguía confiando en el Señor, sabía que tenía muchos enemigos y dijo:“Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón: Aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado” (Salmos 27:3).
Quizás se han levantado falsos testigos a tu vida que respiran crueldad y no desean verte bien. El rey David declaró que un ejército lo rodeaba para comer su carne y matarlo, pero estuvo confiado en el Señor. El enemigo siempre buscará la manera de hacer caer a un hijo de Dios, en cambio Dios nos hace caminar en las alturas. Hermanos, es cierto que en algunas ocasiones y en medio del dolor, la desesperación nos invade y las fuerzas se debilitan, y el enemigo nos hace pensar que somos poquita cosa. En esas terribles situaciones nos olvidamos quiénes somos en Cristo y lo valioso que somos para Él. Es precisamente en esos momentos cuando, si clamamos a Dios Él llega a socorrernos.

Nuevo por dentro y por fuera

La vida cristiana empieza con la decisión inicial de aceptar a Jesús como Salvador y Señor, seguida por decisiones diarias para llevar una vida santa.
Es comenzar como un bebé recién nacido, que necesita ser instruido en cosas básicas para que llegue a ser una persona de bien. En el caso de un nuevo creyente, es necesario cambiar las actitudes malas por buenas.
El libro de Efesios 4: 24-32, que tiene como título “Cómo vivir ahora” (TLA), contiene varias instrucciones elementales para llevar una vida nueva:
-No mentirse unos a otros, hablar con la verdad. La mentira es la expresión contraria a la verdad y aunque se pueda justificar de cualquier manera, las consecuencias siempre son negativas.
- No enfadarse en demasía y no dejar que el enojo nos haga pecar ni que dure todo el día. Sin duda, hay situaciones en la vida en las que es imposible no enfadarse, pero ese enfado debe ser manejado adecuadamente, no dando lugar a que la ira nos domine cuando actuemos.
- A las personas que roban, ve a decirles que dejen de hacerlo, que trabajen con sus propias manos y también ayuden a las personas necesitadas. La nueva vida en Cristo tiene el potencial y la meta de cambiar las actitudes, acciones y nuestro carácter.
- No digamos malas palabras, sino cosas buenas para ayudar a los demás a crecer espiritualmente. Las palabras tienen poder, y debemos usarlas para el bien de todos los que nos escuchan.
- No hacer entristecer al Espíritu Santo. Nuestras malas actitudes y decisiones hacen que se entristezca.

Endeudado

“Estoy en deuda con todos, sean cultos o incultos (los Griegos y los Bárbaros), instruidos o ignorantes”. Romanos 1.14
Sin ninguna duda, en la mente de Pablo estaba que le debía algo a cada persona en este planeta. Y esta es una obligación muy grande que él estaba dispuesto a aceptar. Pablo pudo sentirse así por varias razones.
Puede que se sintiera de esta forma, porque en un momento de su vida vivió persiguiendo a los cristianos, o tal vez se sentía así, porque guió a mucha gente a descarriarse a causa de su equivocado juicio. Obviamente, tuvo una opinión fortuita al ser apasionado en su búsqueda de destruir la iglesia, tanto es así que, tendría sentido que él estuviese influenciando a que mucha gente se sintiera de la misma forma.
O tal vez sentía una deuda con el mundo por lo que había recibido de parte de Dios, en forma de Gracia, misericordia, salvación, perdón, relación y propósito. ¿Quién sabe el pábulo u origen absoluto de su profundo sentimiento de deuda? Pero sabemos que lo sintió y que estuvo buscando la forma de pagar esa responsabilidad.

Esta es una perspectiva muy diferente a la de la mayoría de las personas, o por lo menos de muchas personas. Nos miramos en el espejo y nos vemos a nosotros mismos tal como somos, y durante el resto el día esa es la única persona que vemos. Sentimos que es el mundo quien nos debe a nosotros. A menudo sentimos que merecemos recibir de los que nos rodean. Decimos, “Vivo para mí, porque nadie velará por mí”.

Honrar la vida con mi vida

En este preciso momento cientos de vidas se van extinguiendo. Tengo pleno conocimiento de la vida de dos personas que en este mismísimo instante, están luchando contra una enfermedad devastadora que les impide vivir de la manera en que tú y yo lo hacemos. 
Cuando nos enfrentamos a esta realidad y no nos pasa de largo, es inevitable realizar algunos ajustes en nuestra propia visión de la vida y de la muerte.
Hasta antes de encontrarme con la muerte cara a cara, me parecía aterradora y hasta un castigo. Pensar en que alguien a quien yo amo deje de estar presente físicamente y se transforme en una seguidilla de recuerdos, me parecía insostenible e insoportable; hoy soy capaz de verlo de otra forma.
honrar la vidaHace varios meses atrás conversaba con alguien sobre este tema y entre lágrimas, me podía dar cuenta que mi relación con la muerte pasó de ser “es complicado” a “está comprometido con...”, porque me di cuenta de mi alto compromiso con la vida. Es cierto, lo invariable es que todos algún día moriremos, dejaremos de ostentar este cuerpo de carne y hueso (algunos más carne, otros más hueso), y daremos nuestro último aliento de vida. No obstante, es necesario prepararnos para ese momento, tanto para cuando llegue el momento de partir de quienes amamos, como el nuestro. Y una buena manera de hacerlo es disfrutar la vida mientras tanto no llegue, sacarle partido y aprovechar cada instante, y cuando no me den ganas por mí, hacerlo por quienes, pese a que se aferraron a la vida, no permanecieron entre nosotros.