martes, 18 de abril de 2017

Ser leales a los principios

«Día tras día me he mantenido de pie sobre la torre de vigilancia, mi señor; noche tras noche he permanecido en mi puesto». Isaías 21: 8, NTV
Resultado de imagen de Ser leales a los principiosJesús mismo nunca compró la paz transigiendo. Su corazón rebosaba amor por toda la familia humana, pero no fue nunca indulgente con sus pecados. Amaba demasiado a los seres humanos como para guardar silencio mientras estos seguían una conducta funesta para sus almas; almas que Él compraría con su propia sangre. Él trabajaba para que el ser humano fuese fiel a sí mismo, fiel a su más elevado y eterno interés. 
Como siervos de Cristo se nos llama a realizar la misma obra, y hemos de velar, no sea que al tratar de evitar la discordia traicionemos a la verdad. Hemos de seguir «lo que contribuye a la paz» (Romanos 14: 19), pero la verdadera paz no puede obtenerse traicionando los buenos principios. Y nadie puede ser fiel a estos principios sin crear oposición. 
Un cristianismo espiritual siempre recibirá la oposición de los hijos de la desobediencia. Pero Jesús dijo a sus discípulos: «No temáis a los que matan el cuerpo pero el alma no pueden matar» (Mateo 10: 28). Los que son fieles a Dios no tienen por qué temer el poder de los seres humanos ni la enemistad de Satanás, porque en Cristo está segura su vida eterna. Lo único que han de temer es traicionar a la verdad, y el cometido con que Dios los honró.

El precio del amor

Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los poderosos repartirá el botín; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores. Isaías 53:12
Mientras nos despedíamos de mis padres, mi hija rompió en llanto. Después de visitarnos en Inglaterra, regresaban a Estados Unidos. «No quiero que se vayan», dijo ella. Comencé a consolarla, y mi esposo señaló: «Me temo que ése es el precio del amor».
Quizá sintamos dolor al separarnos de nuestros seres queridos, pero Jesús sintió la separación suprema cuando pagó el precio del amor en la cruz. Él, que era tanto humano como Dios, cumplió la profecía que Isaías había pronunciado 700 años antes, cuando llevó «el pecado de muchos» (Isaías 53:12). En este capítulo, vemos profundos indicadores que señalan a Jesús como el Siervo sufridor. Por ejemplo, cuando dice que Él «herido fue por nuestras rebeliones» (verso 5) —lo cual se cumplió cuando lo clavaron en la cruz y cuando un soldado le abrió el costado (Juan 19:34)— y al declarar que «por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53:5).
Por amor, Jesús vino a la Tierra como un bebé. Por amor, soportó el maltrato de los maestros de la ley, las multitudes y los soldados. Por amor, sufrió y murió para ser el sacrificio perfecto, al ocupar nuestro lugar ante el Padre. Vivimos gracias al amor.

Señor Jesús, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos a ser misericordiosos con los demás. Muéstranos cómo podemos compartir tu amor con otros.
Jesús fue el sacrificio perfecto que murió para darnos vida.

¿Qué es el Domingo de Pascua?

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Hay una confusión sobre de qué se trata el Domingo de Pascua. Para algunos, el Domingo de Pascua tiene que ver con el conejito de Pascua, y los decorados y coloridos huevos de Pascua. La mayoría de la gente entiende que el Domingo de Pascua tiene algo que ver con la resurrección de Jesús, pero están confundidos sobre la forma en que la resurrección se relaciona con los huevos de Pascua y el conejito de Pascua.
Bíblicamente hablando, no hay absolutamente ninguna conexión entre la resurrección de Jesucristo y las tradiciones comunes modernas relacionadas con el Domingo de Pascua. Esencialmente, lo que ocurrió es que a fin de que el cristianismo fuera más atractivo para los no cristianos, la antigua Iglesia Católica mezcló la celebración de la resurrección de Jesús con las celebraciones rituales de fertilidad de la primavera. Estos rituales de primavera de fecundidad son la fuente de las tradiciones de los huevos y el conejito.

La Biblia deja en claro que Jesús fue resucitado el primer día de la semana (lo que para los judíos es el primer día de la semana), el domingo (Mateo 28:1; Marcos 16:2,9; Lucas 24:1; Juan 20:1,19). Si bien es apropiado celebrar la resurrección de Jesús en un domingo, el día en que se celebra la resurrección de Jesús no debería ser llamado la Pascua. La Pascua no tiene nada que ver con la resurrección de Jesús en un domingo.

¿Quiénes viven más?

Estudios de la Universidad de Texas sugieren que las personas  “con actitudes positivas”  envejecen más despacio que los pesimistas.
Un equipo de investigadores que estudió 1.558 personas mayores ha relatado que las más alegres eran justo las menos frágiles.
Resultado de imagen de ¿Quiénes viven más?Los estudios consideraban que las emociones positivas afectan directamente la salud, alterando el equilibrio físico del cuerpo.
En su último libro, “Exuberancia: La Pasión Por La Vida”, Kay R. Jamison celebra el “regalo de la exuberancia”, en el cual describe cómo es la fuerza propulsora de la creatividad, liderazgo y de la propia supervivencia.
“La exuberancia nos lleva a pensar y actuar de forma ligeramente distinta de la usual, y nos lleva a correr riesgos, tolerar sufrimientos y reveses, que seríamos incapaces de afrontar”, escribe Jamison.
“Ella nos posibilita, o nos regala, optimismo para creer en el futuro y en las posibilidades e importancia de lo que somos y de lo que hacemos; nos obliga a penetrar en la gran arena de la vida.”
Entonces para qué perder minutos preciosos en la vida, dejando de ser alegres. De por si, la vida es corta… entonces vivámosla con alegría y recordemos que la única fuente de la verdadera alegría es el Señor. Si nos volvemos a Él, la vida tendrá otro matiz.
Y en el día de vuestra alegría, y en vuestras solemnidades, y en los principios de vuestros meses, tocaréis las trompetas sobre vuestros holocaustos, y sobre los sacrificios de paz, y os serán por memoria delante de vuestro Dios. Yo El Señor vuestro Dios. Números 10:10
Alabanza y magnificencia delante hay de él; Poder y alegría en su morada. 1 Crónicas 16:27
Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de lejos. Esdras 3:13