jueves, 1 de junio de 2017

Caminando en la verdad

3 de Juan 1.2-3 “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad“.
El camino de la vida suele ser demasiado sinuoso, pues se presentan situaciones que no están contempladas en nuestro plan; en la palabra de Dios existen solamente dos caminos 1) el de la maldición (de la mentira), 2) el camino de bendición (el de la verdad), por lo tanto, de cada uno es la decisión de cuál elegir. No hay duda en que todos deseamos ser bendecidos en todo, aunque no conozcamos las cosas de Dios, ya que al hablar de bendición inmediatamente somos transportados, por la mente, a las cosas materiales; se considera que son las más valorables aquí en esta vida. Ya lo dice un conocido refrán (tanto tienes, tanto vales), sin embargo, el caminar en la verdad implica llevar una vida de rectitud, de integridad en todos los sentidos, ser respetuoso de los valores morales y de todas las personas, ser una persona servicial, atento, dadivoso, etc. 
caminando a la verdadEl apóstol Juan expresa un gran anhelo proveniente del fondo de su corazón. Verdaderamente un hermoso deseo que solo aquel que camina en integridad puede manifestar a otro. La única condición que existe, o que manifiesta el apóstol, es: tal y como prospera tu alma; …aquí es donde comienza el caminar en la verdad, cuando miramos en nuestro interior (en el alma), y hacemos un examen de la misma para saber si es libre o está prisionera (de malos recuerdos, de resentimientos, rencores, dolor, sufrimiento, etc.). Entonces, el hombre que aún no ha perdonado sigue atado a un pasado o a algún recuerdo, que por ser doloroso no le permite ser libre, por lo que camina en la mentira ya que un alma atormentada no puede vivir libre ni conoce la paz que solo nuestro Señor Jesús nos da; esa paz que sobrepasa todo entendimiento humano, una paz que solo la pueden sentir aquellos que viven con una libertad plena, no solo física, sino más bien espiritual. 
Puede que en tu vida te hayas encontrado con personas que dicen que “viven o son felices”, cuando resulta que solamente viven de apariencias, porque en la intimidad resulta que esa aparente felicidad se ha esfumado y aflora su verdadera realidad, que no es otra cosa que la tristeza que llevan en su interior y que tratan de disfrazar con poses, o con cosas vanas; vemos entonces que esa persona se encuentra realmente enferma, aunque físicamente presente una salud inquebrantable, porque la enfermedad que presenta no está en el exterior, no, sino que se encuentra en su interior y le está corroyendo el alma; viene siendo como el cáncer que cada día avanza más y más. Un alma atormentada jamás podrá ser prosperada. ¿Por qué? Porque la prosperidad no se limita a lo material, una persona podrá tener toda la riqueza del mundo pero si en su interior está vacía, es pobre, es más, está en un estado miserable, y un miserable qué puede ofrecer si no tiene nada para dar, más bien está necesitado de que le den.

La Práctica de la Presencia de Dios (3)

Hace más de 300 años, en un monasterio de Francia, un hombre descubrió el secreto para vivir una vida de gozo. 
A la edad de dieciocho años, Nicolás Herman vislumbró el poder y la providencia de Dios por medio de una simple lección que recibió de la naturaleza. Pasó los siguientes dieciocho años en el ejército y en el servicio público. Finalmente, experimentando la “turbación de espíritu” que con frecuencia se produce en la mediana edad, entró en un monasterio, donde llegó a ser el cocinero y el fabricante de sandalias para su comunidad. Pero lo más importante, comenzó allí un viaje de 30 años que le llevó a descubrir una manera simple de vivir gozosamente. En tiempos tan difíciles como aquellos, Nicolás Herman, conocido como el Hermano Lorenzo, descubrió y puso en práctica una manera pura y simple de andar continuamente en la presencia de Dios. 
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El Hermano Lorenzo era un hombre gentil y de un espíritu alegre; rehuía ser el centro de atención, sabiendo que los entretenimientos externos “estropean todo”. Después de su muerte fueron recopiladas unas pocas de sus cartas. Fray José de Beaufort, representante del arzobispado local, ajuntó estas cartas con los recuerdos que tenía de cuatro conversaciones que sostuvo con el Hermano Lorenzo, y publicó un pequeño libro titulado La Práctica de la Presencia de Dios. 

En este libro, el Hermano Lorenzo explica, de forma simple y bella, cómo caminar continuamente con Dios, con una actitud que no nace de la cabeza sino del corazón. El Hermano Lorenzo nos legó una manera de vivir que está a disposición de todos los que buscan conocer la paz y la presencia de Dios, de modo que cualquiera, independientemente de su edad o de las circunstancias por las que atraviesa, pueda practicarla en cualquier lugar y en cualquier momento. 

Una de las cosas hermosas con respecto a La Práctica de la Presencia de Dios es que se trata de un método completo.

En cuatro conversaciones y quince cartas, muchas de las cuales fueron escritas a una monja amiga del Hermano Lorenzo, encontramos una manera directa de vivir en la presencia de Dios, que hoy, trescientos años después, sigue siendo práctica.

Honor en todo momento

Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Mateo 6:1
Siempre me llamó la atención el cambio de guardia en la Tumba al Soldado Desconocido, en el Cementerio Nacional de Arlington. La ceremonia, con una esmerada coreografía, es un tributo a los soldados cuyos nombres y sacrificio «solo Dios conoce». Igualmente conmovedor es ver a los que caminan por allí cuando las multitudes ya no están: van y vienen, día tras día, incluso con mal clima.
En septiembre de 2003, el huracán Isabel avanzaba amenazante sobre Washington, y se les dijo a los guardias que podían refugiarse durante la peor parte de la tormenta. Como era de esperar, ¡los guardias se negaron! Con nobleza y altruismo, permanecieron en sus puestos para honrar a sus camaradas caídos.
En la enseñanza de Jesús de Mateo 6:1-6,  subyace el deseo de que vivamos con una devoción incesante y abnegada a Él. La Biblia nos llama a hacer buenas obras y a vivir en santidad, pero éstas deben ser actos de adoración y obediencia (versos 4-6), no momentos orquestados para enaltecerse a uno mismo (verso 2). El apóstol Pablo apoya esta fidelidad absoluta al instarnos a transformar nuestro cuerpo en un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto (Romanos 12:1).
Que nuestros momentos en privado y en público revelen nuestra devoción y compromiso sincero a ti, Señor.

Señor, quiero perseverar y honrarte donde me toque servir.

Cuanto más servimos a Cristo, menos buscamos nuestros propios intereses.