jueves, 16 de febrero de 2017

Durmiendo durante la tormenta

Un joven se aplicó para un empleo de obrero en una granja. Cuando el granjero le preguntó sobre sus méritos, él dijo: “Puedo dormir cuando el viento sopla”. Esto sorprendió al granjero. Pero como le cayó bien el joven, lo empleó.
Pocos días más tarde, el granjero y su esposa fueron despertados por la noche por una violenta tormenta. Rápidamente comenzaron a revisar las cosas para ver si todo estaba seguro. Vieron que las ventanas de la granja habían sido aseguradas. Y un buen suministro de leña había sido colocado junto a la chimenea.
El joven dormía profundamente.
El granjero y su esposa inspeccionaron entonces su propiedad. Hallaron que todas las herramientas habían sido colocadas en su sitio, libre del efecto de los elementos.
El tractor había sido movido al garaje. El granero estaba adecuadamente bajo llave. Hasta los animales estaban calmados. Todo estaba bien.
El granjero comprendió entonces el significado de las palabras del joven: “Puedo dormir cuando el viento sopla”. Porque el obrero hizo su trabajo leal y fielmente cuando los cielos estaban claros; estaba preparado para la tormenta cuando ésta vino. Así que cuando el viento sopló, él no tuvo temor. Pudo dormir en paz.

Un corazón como el del Padre

Como la necesidad espiritual solamente puede ser saciada al entrar en intimidad con Dios mismo, la misericordia es fruto del hambre y sed de justicia.
Cuando vio a las multitudes, subió a la ladera de una montaña y se sentó. Sus discípulos se le acercaron, 
5:2 y tomando él la palabra, comenzó a enseñarles diciendo:
5:3 Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece.
5:4 Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
5:5 Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia.
5:6 Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
5:7 Dichosos los compasivos, porque serán tratados con compasión.
5:8 Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.
5:9 Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
5:10 Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les pertenece.
5:11 Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias. 
5:12 Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que los precedieron a ustedes.  Mateo 5:1-12

Resultado de imagen de Un corazón como el del Padre«Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia.» Mateo 5:7 En esta bienaventuranza tenemos una de las más claras evidencias de que es Dios el que obra en la transformación en la vida del que obra y no en la persona misma que sufre. La misericordia se refiere específicamente a la sensibilidad al dolor de otros que, a su vez, produce el deseo de aportar alivio al afligido. No cabe duda de que esta postura refleja el carácter de nuestro Dios, pues la misericordia tiene que ver con un corazón compasivo, bondadoso y tierno. No mide si la otra persona es merecedora de nuestro socorro, sino que se da a sí mismo por el bien del otro.
Conforme a la progresión espiritual que hemos notado, es natural que esta actitud de misericordia sea fruto del hambre y sed de justicia. Esa necesidad espiritual solamente puede ser saciada al entrar en intimidad con Dios mismo. Mas la cercanía a Su Persona, no solamente sacia las necesidades de nuestra alma, sino que comienza a contagiarnos de la visión que Dios mismo tiene de las personas. Ya no juzgamos con dureza a aquellos que están en situaciones difíciles, condenándolos porque vemos en sus vidas las claras consecuencias del pecado. Más bien, comenzamos a comprender que son personas atrapadas en un sistema maligno, cegadas por las tinieblas de este mundo, que necesitan con desesperación que alguien se les acerque para indicarles el camino hacia la luz y la vida.

¡Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán aún mayores demostraciones de misericordia!
No hace falta señalar que la expresión de misericordia muchas veces escandaliza a los que pretenden ser los auténticos defensores de todo lo que es bueno y justo. Los fariseos, por ejemplo, no mostraron ni una pizca de misericordia hacia la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8). Lejos de desear que fuera librada del lazo en el que había caído, la trajeron a Jesús buscando su aprobación para la condenación que ya habían forjado en sus propios corazones. 

No puedes superar en generosidad a Dios

«Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir»» (Lucas 6: 38).
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Los tiempos en que vivimos son de dificultades económicas. No es fácil encontrar trabajo, y mucha gente está apurada. No llegan a fin de mes y viven esperando su próxima paga. Es una situación precaria. Si tienes trabajo, tal vez la empresa te haya recortado el numero de horas laborales. Es más, trabajar horas extras ya no es una opción viable para muchas personas. Los desahucios ocurren en todas partes. Jóvenes familias no pueden permitirse devolver los préstamos que pidieron para pagarse algo.
Tengo un puesto directivo en una compañía. Llevo siete años allí, y oigo cómo muchos compañeros se quejan de que ya no hacen horas extras. A mí, en cambio, mi jefe me ha programado dos horas y media extras cada semana. Esto significa que cobro diez horas extras al mes. Me siento muy agradecida. Sin embargo, en cierto sentido eso no me sorprende porque sé quién me bendice con estas horas extras. Es el Dios que cumple sus promesas.

Mira lo que Jesús ha hecho

Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en conocimiento, en toda solicitud y en vuestro amor por nosotros, abundad también en esta gracia. (2 Corintios 8:7).
El niño tenía solo ocho años cuando le dijo a Guille, un amigo de sus padres: «Amo a Jesús y, algún día quiero servirlo en otro país». Durante diez años, Guille oró por él mientras lo veía crecer. Tiempo después, cuando este joven presentó una solicitud a una organización misionera para ir a Mali, Guille le dijo: «¡Ya es la hora! Cuando escuché lo que querías hacer, invertí un poco de dinero y lo he estado ahorrando para ti, esperando esta noticia emocionante». El corazón de Guille vibraba por ayudar a otros y colaborar para que la gente conociera la buena noticia de Dios.
Jesús y sus discípulos necesitaron sustento financiero mientras viajaban de un lugar a otro anunciando la buena noticia de la salvación (Lucas 8:1-3). Un grupo de mujeres que habían sido sanadas de demonios y enfermedades los sustentaban «con sus bienes» (verso 3): María Magdalena, liberada de siete demonios; Juana, esposa de un funcionario de la corte de Herodes; Susana, de quien no se sabe nada; y «otras muchas» (verso 3). Pero sí sabemos que Jesús había suplido sus necesidades espirituales. Ahora, ellas lo ayudaban a Él y a sus discípulos con recursos financieros.
Cuando consideramos lo que Jesús ha hecho por nosotros, su corazón por los demás se hace nuestro. Preguntémosle cómo desea usarnos.

Señor, muéstrame cómo puedo ayudar a tu obra.
Jesús lo dio todo; Él merece todo de nosotros.