
Las resoluciones de Año Nuevo más comunes son la determinación de dejar de fumar, dejar de beber, manejar el dinero más sabiamente y pasar más tiempo con la familia. Pero la más frecuente es sin duda el bajar de peso, juntamente con hacer más ejercicio y comer más sanamente. Todos estos son buenos objetivos. Sin embargo, 1 Timoteo 4:8 nos enseña a mantener el ejercicio físico en perspectiva. “Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera.” La gran mayoría de las resoluciones de Año Nuevo, incluso entre cristianos, tienen que ver con el aspecto físico, lo cual no debería ser así.
Muchos cristianos determinan orar más, leer la Biblia todos los días e ir a la iglesia más regularmente. Estos son objetivos fantásticos. Sin embargo, estas resoluciones fallan tanto como las no espirituales, porque no hay poder en una resolución de Año Nuevo. Tener determinación para comenzar o finalizar cierta actividad no tiene ningún valor, a menos que se tenga una verdadera motivación para hacer o dejar de hacerla. Por ejemplo, ¿Por qué quieres leer la Biblia todos los días? ¿Es para honrar a Dios y crecer espiritualmente, o porque escuchaste que es bueno hacerlo? ¿Por qué quieres bajar de peso? ¿Es para honrar a Dios con tu cuerpo, o es por vanidad, para honrarte a ti mismo?