El hombre, en su inmensa arrogancia, abriga mediante la ciencia su terquedad de
corazón. En un principio fuimos hechos a imagen y semejanza de nuestro Padre, pero recuerden hermanos, que somos una copia imperfecta y finita de algo inconmensurable,
infinito, inigualable, y sin embargo, intrascendental por nuestra parte.
Son precisamente las cualidades del Padre las que anhelan los hombres; hombres de espíritu rebelde que quieren sus cualidades, sí, pero no cumplimos sus
mandamientos.

El Padre Celestial creó al hombre y a la mujer para que multiplicaran la
humanidad, la más preciada de sus obras, para que se multiplicaran en número al amparo de su Gloria, por toda la eternidad. Este fue y sigue siendo el
objetivo del Padre para nosotros.
Oh padre tan misericordioso, tan
magnánimo, que creas pero creas con libertad, que no pides nada a cambio de la
vida que das, no pides nada por los dones que regalas; el bien solo en el bien
se sustenta.