Nunca digas: «¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que éstos?», porque nunca hay sabiduría en esta pregunta. ECLESIASTÉS 7.10 Siempre hemos escuchado en el mundo, de manera cotidiana cada vez que termina un año y comienza otro, que los tiempos pasados siempre fueron mejores que los actuales; quizás añorando los triunfos o los logros alcanzados y que por algunas circunstancias ya no están, o bien, suspirando por los años de la juventud. El caso es que nunca debemos añorar lo del pasado, ya que esto ha quedado atrás y no volverá; lo que se hizo mal o se dejó de hacer ahí quedó, y hoy solo debe ser un simple recuerdo. Hoy... hoy es tiempo de meditar, de hacer un balance de los objetivos alcanzados, de los fracasos y tropiezos, sobre nuestra relación con los nuestros, con el mundo y sobre todo con Dios. A lo largo de este año que acabó hubo momentos gratos, y también tiempos de aflicción, tiempos de pruebas, de llanto pero también de risas, de noticias gratas y otras no tan gratas.
En fin, hoy tienes que hacer un alto en tu caminar, y así como el campesino hace con el trigo al separar la semilla de la cáscara, así tú también tienes que separar lo bueno de lo malo, el acierto del error. Entonces verás que, hoy es tiempo de levantar la mirada hacia lo alto, y expresar un ¡¡GRACIAS DIOS!! por este año que me has permitido disfrutar con mis familiares y amistades, con mis compañeros de estudio o de trabajo, con mis vecinos y por qué no, también con aquellos que se dicen mis enemigos. Gracias por aprender a conocerme cada día más y poder reconocer, ante ti, que soy un ser humano imperfecto, que estoy plagado de errores, pero que también poseo algunas cualidades; gracias porque a través de los momentos de pruebas me enseñaste a conducirme con más prudencia, forjaste mi carácter y fortaleciste mi espíritu; me enseñaste que en la caída habría dolor, pero también viniste a mí y me trajiste el bálsamo de tu amor, curaste mi herida y me diste palabras de ánimo para continuar mi marcha. Me enseñaste que para lograr mis objetivos era necesario enfrentar muchos obstáculos que solo con mis fuerzas sería imposible sortearlos, pero en los momentos más críticos llegaste Tú para infundirme valor y decisión. Hablaste a mi corazón y me dijiste cuánto me amas, que siempre estás conmigo y que en ningún momento me abandonas, y eso, MI SEÑOR, fue suficiente para reconocer que todo lo que he logrado te lo debo solo a ti.