lunes, 7 de abril de 2014

Fe en Dios

19 En esto sabremos que somos de la verdad y tendremos nuestros corazones confiados delante de él; 20 en caso de que nuestro corazón nos reprenda, mayor es Dios que nuestro corazón, y él conoce todas las cosas. 21 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, tenemos confianza delante de Dios; 22 y cualquier cosa que pidamos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él. 23 Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros, como él nos ha mandado. 24 Y el que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. Y por esto sabemos que él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado. (1 Juan 3:19-24)

La confianza se desarrolla en el amor, y el amor cristiano es una construcción cristológica. Jesús muestra su amor en su característica humana. Es el Maestro, que ha venido para revelar a Dios. Es el Rey, que ha venido para restablecer la voluntad de Dios, y es nuestro Sacerdote, que ha venido para ofrecer su sacrificio perfecto, que satisface la justicia de Dios. Todos son actos de servicio amoroso. Su enseñanza es dada sin discriminar a los humildes; su ley decreta verdadera libertad, su sacrificio es la entrega de sí mismo.

Un encuentro con el Salvador es comunión con este Cristo. En la comunión restablecida, el hombre se une al Señor en sus propósitos, de la misma manera, que su Señor deberá asumir su real sacerdocio y su propio sacrificio sufrido. El hombre se une no para obtener algo, sino porque, sin haberlo merecido, lo ha obtenido todo. 

Y el amor, para tener el carácter de Cristo, es siempre un amor que desciende. Es el rico quien se hace pobre para servir a otros. Es el Señor del universo quien ocupa el lugar del esclavo. De ahí que el creyente, a quien el Señor ha enriquecido con los tesoros eternos, puede amar verdaderamente. Quien no ha conocido al Señor de este modo, es incapaz de amar porque es incapaz de pensar generosamente en los otros. Su religiosidad está centrada en sí mismo. Su generosidad, su religión, no es para descender hasta los humildes, sino para ascender a los tronos de este mundo. Su oración es para torcer la voluntad de Dios, su ofrenda para recibir más a cambio, su ayuno, incluso su propia limosna, son para ser vistos por los hombres. "De cierto, ya tienen su recompensa."

En esta comunión intensa, la confianza se hace más grande. Nuestros corazones se harán confiados delante de Él porque amamos. En la historia de Simón el fariseo y la mujer pecadora, la seguridad y la confianza de Simón provienen de su propia justicia, probablemente de su selecto grupo de amigos, y por último está en su propio creer. La mujer en cambio, está en un lugar hostil, rodeada de sus enemigos; lo que le permite acercarse a Jesús confiadamente, no con su autosuficiencia sino con amor. Juan nos lleva aquí a otro nivel; "este amor a Dios se muestra también en la madurez de la relación". Ya no está sujeta a la incertidumbre del corazón; no nos acercamos como un perro temeroso, a sobresaltos, con el rabo entre las piernas. Y tampoco por crisis de celos o con miedo de abandono.

El dilema de saber si estamos en Cristo, de estar seguro sobre su amor, es una cuestión de saber si se está en la verdad. Para ello, la respuesta de Juan es la siguiente: 

Porque amas a Dios a causa de la gracia inmerecida que proviene de la cruz, y porque amas a tu prójimo por la gracia inmerecida que proviene de la cruz, de modo que la inmensidad de ese amor nos ha convertido en agentes de amor. No somos buscadores de agradecimientos, hemos sido llenados de tal modo, que ahora nos sentimos deudores para con todos.

Sin embargo, en los creyentes puede haber condiciones de cierta Depresión Espiritual. Encontramos a alguien que ama a Dios y ama a su prójimo, pero aun así siente una inquietud en su corazón. ¿Y qué sucede si alguien ama a Dios y al prójimo y procura la justicia, pero no se siente salvado por Jesús?

El apóstol Juan no observa tal condición como la ideal para un creyente. Juan no considera que la seguridad del cristiano sea un acto de soberbia (como declara el concilio de Trento), sino un signo de salud espiritual. Es evidente que desea, que la iglesia (la comunidad de los fieles) conozca que ellos le pertenecen a la Verdad y aseguren sus corazones delante de Dios.

Honra a tu padre y a tu madre

Efesios 6:2,3 Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.

Pablo, dirigiéndose a los hijos en relación a sus padres: Los hijos deben honrar a su padre y a su madre, teniendo un gran respeto hacia ellos porque es un mandato de Dios.

Así como los hijos deben obedecer a sus padres porque es justo (versículo 1), también deben honrar a sus dos progenitores: Honra a tu padre y a tu madreObedecer significa cumplir lo ordenado; honrar significa respetar, reverenciar, apreciar. Los hijos que aman a sus padres, tendrán que obedecerles hasta que dejen de estar bajo el cuidado de ellos, pero la responsabilidad de honrarles es para siempre.

Este es el primer mandamiento con promesa. Este es el primer mandamiento referente a las relaciones humanas, que Dios dio en los diez mandamientos. Cumpliendo con este mandamiento, las relaciones serían las más correctas entre hijos y padres, y también habría mejores relaciones humanas con los demás y con la sociedad en general.

La promesa de Dios al honrar a los padres, es para que te vaya bien (para que tengas una mejor calidad de vida), y seas de larga vida sobre la tierra (relacionada con la cantidad de vida prometida). Los hijos tienen la responsabilidad de honrar siempre a sus padres, porque ellos se lo merecen.

Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da. Éxodo 20:12.

¿Está su vida sumida en crisis y no sabe cómo salir adelante?

“Pero Dios le dijo: “¡Necio! Vas a morir esta misma noche. ¿Y quién se quedará con todo aquello por lo que has trabajado?”. Así es el que almacena riquezas terrenales pero no es rico en su relación con Dios, es un necio.” (Lucas 12:20-21, Nueva Traducción Viviente)

Nació para triunfar, pero murió en la derrota; en una tarde soleada de sábado, cuando muchos de sus amigos y conocidos en el mundo artístico, se aprestaban a salir a disfrutar un día más de fiesta en un mundo rodeado de glamour, riqueza y trivialidad. Un final abrupto, absurdo, sin pensarlo.
El mayor demonio soy yo. Puedo ser mi mejor amiga o mi peor enemiga”, dijo Whitney Houston en una entrevista televisiva, al referirse a su adicción a la cocaína, marihuana y las píldoras. (17/09/2002)

Comenzó a cantar a los once años en una Iglesia Bautista en Newark, Nueva Jersey. En esa etapa de su vida, nunca faltaron ni la Biblia en la mesita de noche, ni tampoco las enseñanzas de sus padres.
Durante la adolescencia formó parte de los coros orquestales de ciertos famosos, al mismo tiempo que trabajaba como modelo. Alguien escuchó su voz, a criterio de muchos verdaderamente prodigiosa, y consideró que estaba frente a una estrella en potencia.
Lanzó su primer álbum en 1985, que se convirtió en un éxito. Y en 1992 interpretó “El guardaespaldas” a la que siguieron dos películas más en 1995.
Cuando estaba en la cumbre de la fama, también alcanzó el pico más alto de sus adicciones: “Las drogas eran parte de mí, día a día. Hacía mi trabajo, pero después, durante un año o dos, consumía cocaína o marihuana todos los días. No era feliz, me estaba perdiendo” (Entrevista en la televisión norteamericana, en el 2009).
Wihtney Houston fue encontrada por su estilista personal el 11 de febrero de 2012, en una bañera del Hotel Hilton, de Beverly Hills, en el Condado de Los Ángeles.
“La artista era consumidora de Xanax, medicamento que consumía para controlar la ansiedad antes de acudir a fiestas, y el viernes había trasnochado e ingerido mucho licor. Los efectos del medicamento y la mezcla del alcohol pudieron dejarla inconsciente mientras tomaba el baño”, registró un despacho internacional de noticias (Agencia Efe. 12/02/2012)
Se fue para siempre. Partió a la eternidad sin pena ni gloria. Desechó la vida espiritual en la mejor etapa de su vida y partió a la eternidad distante, sin Dios en su existencia… De nada sirvieron la fama, la riqueza y la belleza: no era feliz.

Whitney Houston no fue la única que partió a la eternidad, en el que pudiera ser su mejor momento. Otros famosos, sin felicidad en su existencia, también emprendieron el viaje sin retorno y sin Cristo.
Como Billie Holiday, que murió a los 44 años, después de arrastrar por mucho tiempo la adicción a los estupefacientes y la heroína. Era hermosa y con una voz prodigiosa. Falleció el 17 de julio de 1959. La famosa intérprete de Jazz falleció arruinada, abandonada por sus amistades y sin un solo contrato a la vista.

Otra famosa, Janis Joplin, murió por una sobredosis, en condiciones muy similares a las de Marilyn Monroe, bajo una permanente sensación de soledad.
Y uno de los casos más sonados y recientes, fue la muerte de la también famosa, Amy Winehouse, por consumo excesivo de alcohol tras un considerable período de abstinencia.
La fama, el dinero, la belleza y, en cierta medida, la juventud, no trajeron felicidad a estas vidas. Partieron a la eternidad sin Cristo, con un profundo vacío en su corazón.

El barril - Reflexiones

Un hombre que vivía en un lugar donde había sequía, todos los días le pedía a Dios que le cumpliese su mayor sueño, poder llenar un barril de agua, meterse en él y disfrutar.
Un día, a eso de la 1:00 a.m., escuchó en una ventana de su casa, cómo gotas de agua golpeaban; efectivamente estaba lloviendo. Él estaba cansado y adormilado, y varias veces pensó levantarse, pero el sueño le podía, hasta que por fin, con fuerza de voluntad se levantó y así, adormilado como estaba, colocó un barril en el canal por donde caía el agua.
Al siguiente día se levantó feliz, y pensando que al fin su sueño se cumpliría, corrió con una toalla al barril, pero la sorpresa fue que estaba vació. ¿Qué sucedió? El hombre estaba adormilado, y cuando colocó el barril lo hizo al revés, y toda el agua se había desperdiciado.
Dios está derramando grandes bendiciones sobre tu vida, pero depende de ti no desperdiciarlas, ¿Cómo está tu corazón?, ábrelo y permite a su espíritu morar en ti.
Juan 10:10
yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Efesios 3:20
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,
Santiago 1:17
Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
Mateo 7:11
Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?


¡Quiero ser feliz!

Si quieres ser feliz, no busques en el lugar equivocado, busca a Dios, sólo en Él encontrarás todo lo que necesitas.


La búsqueda de la felicidad ocupa, en todos los seres humanos, el primer lugar en la escala de motivación. Todos compartimos el mismo deseo, la misma filosofía. El objetivo principal en la vida es ser felices. 
Nadie desea vivir para sufrir o para lamentar cada paso que dé. Nuestro mayor deseo es encontrar la senda que conduce a la felicidad verdadera, esa prosperidad que satisface el alma y deleita el espíritu, brindándonos paz sin medida.
Salomón fue el rey más sabio y próspero de todos los reyes de Israel (Eclesiastés 1:16). Antes y después de él, ningún rey gozó de tanta sabiduría, ciencia y prosperidad. Se dedicó a buscar el significado de las cosas, y en particular, el verdadero significado de la vida y la felicidad. 
A diferencia de los filósofos de la antigüedad, Salomón tenía una perspectiva más amplia y completa sobre la vida y la esencia de la felicidad. Los grandes filósofos griegos, por ejemplo, buscaban también respuestas a todos los interrogantes referentes a la existencia y la felicidad, pero sus conceptos eran derivados, fundamentalmente, de la gran capacidad de observación y análisis que poseían, mientras que Salomón, no sólo fue dotado de una mente brillante capaz de hacer conjeturas precisas y detalladas, sino que a todo ello le agregó su experiencia personal (Eclesiastés 2:3). Él no solamente veía cómo se hacían o desarrollaban determinadas cosas, sino que además, debido a su gran riqueza y posición de liderazgo, pudo experimentarlas en su vida personal.
Según el relato bíblico, no se privó de nada. Entregó su vida a los placeres, a la adquisición de bienes materiales y su fama superó a la de todos sus contemporáneos.
Nunca hubo en Israel, ni antes ni después, un rey como él.
Además, podríamos agregar que, cuando escribió este libro, el libro de Eclesiastés, que ahora estamos tomando como base, Salomón estaba en la etapa final de sus días, aunque no a punto de morir, más bien en su etapa de madurez. Esto le da a su punto de vista, peso y equilibrio, ya que en esta su etapa, puede saber qué es lo que tiene verdadero valor en la vida. Siempre prestó atención a la gente mayor, a sus consejos, a sus vivencias, y pudo comprender en poco tiempo lo que a ellos les llevó años aprender, o quizás, toda una vida.
Normalmente, en momentos como ese, las personas no se lamentan por no haber tenido la casa de sus sueños o el último modelo del coche que tanto deseaban, en esos momentos posiblemente lamentemos lo que no dijimos, o no hicimos, como por ejemplo, pedir perdón a aquellos que herimos con nuestras palabras, hechos o actitudes, perdonar a quienes nos hirieron, pasar más tiempo con nuestros seres queridos, haber ayudado más a quienes necesitaban de nosotros, habernos esforzado más en nuestro matrimonio o en nuestra relación con Dios, y seguro que podríamos agregar mucho más a esta lista.