“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”.
Génesis 12:2
Cuando era más joven, solía tararear una canción que se llama "Soñar no cuesta nada”… Separada y sola con mis dos niñas, con el cinturón apretado por la situación económica y mi fe quebrantada, cantaba pensando en qué iba a hacer de ahí en adelante.
Es muy difícil para una madre soltera salir adelante en un país en donde las oportunidades laborales y personales son mínimas en situaciones como la mía; aun siendo profesional con especialización, no conseguía un trabajo con ingresos suficientes, y era una pérdida de tiempo pensar en ser esposa, en buscar oportunidades de rehacer mi vida, en hombres dispuestos a asumir la responsabilidad de un paquete de tres... ¡Imposible!
Soy maestra de Iglesia infantil y tristemente, puedo afirmar que se ha deteriorado mucho el concepto de familia en los hogares. Duele el corazón cuando escucho orar a mis niños para que sus "papitos" estén juntos de nuevo o para que dejen de pelear. A muchos de ellos se les nota a la legua que luchan por entender por qué no pueden ser felices en el seno de un hogar normal, en donde papá y mamá se amen.
Sé que no es fácil lidiar con la etiqueta de mujer divorciada, madre cabeza de familia con hijos que alimentar y un ex esposo que no siempre cumple con sus responsabilidades una vez que se aleja de su familia. Créeme, conozco bien lo que significa vivir expuesta a la depresión, a los constantes sentimientos de culpabilidad, al temor al futuro, a la soledad, al vacío en el corazón, a los comentarios despreciables de otras personas que desconocen el trasfondo de los problemas conyugales,... vivir sin dignidad ni amor propio; por todo eso puedo decirte, amiga mía, que hay esperanza en Dios.