jueves, 3 de marzo de 2016

Cruz, Espinas y Clavos

Al pensar en estas tres palabras, me viene a la mente la demostración más grande e inigualable de amor que haya existido y que existirá. Hace más de dos mil años, Cristo murió en la cruz del Calvario por todos nosotros. Su cuerpo fue clavado en una cruz y coronado con espinas. Sufrió hasta la muerte y lo hizo por amor.
 La Palabra de Dios dice en Isaías 53:1-12 “¿Quién ha creído a nuestro anuncio y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de Él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en Él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo Él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”. 

Grito de desesperación

“A las tres de la tarde, Jesús gritó a voz en cuello: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”)”
(Marcos 15: 34 NVI)
Hay momentos en los que quisiéramos gritar fuerte para poder desahogarnos de nuestra impotencia y desesperación. Hacer un alto en nuestra vida, no respirar por unos instantes, no escuchar absolutamente nada, permanecer inertes, y ser inmunes a lo que sucede a nuestro alrededor.
grito de desesperacionPero recuerdo que soy una hija de Dios y me consume el anhelo de orar, ser escuchada y ver resueltas mis angustias en un abrir y cerrar de ojos. Me pregunto por qué mi mundo no puede ser como yo quiero que sea, por qué tengo que hacerle frente al desprecio, al desamor y a la humillación con la amargura guardada en mi corazón; una amargura que me hunde cada vez más por la futilidad de mis esfuerzos de sentirme plena, feliz y realizada en todas las áreas de mi vida.
Vienen a mi mente pensamientos negativos que amenazan con devolverme al punto inicial, aquel momento en el que tuve que decidir entre morir o vivir, llorar o sonreír, luchar o no hacer nada.
Quiero orar, pero no nacen de mi corazón palabras de amor. Aún así, me sostiene la esperanza, la ilusión, la fe en lo que aún no veo, en las promesas recibidas, en los deseos a cumplir y en la misericordia de Dios.

Los ojos fijos en Cristo

Las batallas más importantes de la vida se deciden interiormente, en el corazón.
Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Hebreos 12:2
Una de las características que distinguió a los héroes de la fe es que poseían la capacidad de ver lo que aún no existía. De hecho, todas estas personas murieron creyendo lo que Dios les había prometido. Y aunque no recibieron lo prometido, lo vieron desde lejos y lo aceptaron con gusto. Coincidieron en que es lo mismo ser extranjeros o nómadas aquí en este mundo. Transitaron por la vida con la vista puesta en algo que realmente era poco visible, pero ellos no solamente lo veían con nitidez, sino que también les proveía de una intensa motivación para seguir adelante.
La visión del momento en que se cruza la meta es uno de los más fuertes estímulos que posee el atleta. Durante gran parte de la carrera, la maratón, que tiene 42 km de extensión, ni siquiera puede imaginar la línea de llegada de lo lejos que está. No obstante, toda persona que ha participado en semejante competencia, conoce la forma en que la mente ve, una y otra vez, ese momento de intensa emoción y satisfacción personal que solo se experimenta al cruzar la línea de llegada. Anticiparse a esa experiencia, saborearla de antemano, es, en ocasiones, la única herramienta que tiene el corredor para no abandonar la competición. La persona con visión ve lo que otros no ven.

Mentalidad De Niño

Cuando pensamos en niños de la edad en que comienzan a andar, o tenemos la bendición de experimentarlos nosotros mismos, llegamos a la conclusión de que siempre están en movimiento, que nunca quieren detenerse. Van con más entusiasmo del que un adulto pueda imaginar y nunca se cansan. Viven sus primeros años generalmente sin problemas y con una sonrisa en sus rostros. Los niños parecen tener algo que los adultos perdimos en el camino.
Tienen la habilidad de perdonar rápidamente, de no preocuparse mucho y no frustrarse por las cosas; simplemente disfrutan las cosas sencillas de la vida, sin darlas por sentado. Nunca guardan rencor ni resentimientos contra otros y, si por alguna razón lo hacen, juegan y se relacionan con ellos como si nada, al día siguiente en el área de juegos.

 
He tenido experiencias con mis dos hijas al entrar en su habitación mientras estaban en sus cunas. Saltaban y gritaban felices con grandes sonrisas en sus rostros. Y a menudo me preguntaba por qué sonreían y se sentían felices.
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¿Sería su cumpleaños, Navidad, o estaríamos saliendo de vacaciones para Disney? La respuesta a esas preguntas es no… No era ni su cumpleaños, ni Navidad, ni estábamos yendo a Disney… simplemente estaban entusiasmadas por un nuevo día. ¡Estaban felices de abrazar un nuevo día y no podían esperar para comenzarlo!  Allí fue donde y cuando comencé a pensar internamente: ¿Por qué no pueden los adultos comportarse de la misma forma? ¿Dónde perdimos el entusiasmo por la vida? ¿Podremos recobrarlo y mantenerlo?
 
Demasiadas veces, como adultos, olvidamos cómo vivir nuestra vidas felizmente y los días parecen escurrírsenos rápidamente.