jueves, 25 de agosto de 2016

¿La Gracia de Dios sana o salva?

En el mundo evangélico de nuestros días se escucha mucho hablar de la sanidad del cuerpo. Vemos que, muchos predicadores hacen uso de la frase “en el nombre de Jesús”, para impresionar a otros con sus aparentes prodigios y milagros.
Se hace necesario saber si habrán estudiado algo sobre la Divina Soberanía de Dios, pues parecen querer dominar el poder de Dios a sus propios caprichos y antojos.
¿Sana Dios a todos? ¿Siempre será la voluntad de Dios sanar nuestros cuerpos de enfermedad? ¿Es otorgada la sanidad a todos los cristianos?
No hay la menor duda de que Dios tiene todo el poder para sanar y puede hacerlo a quien quiere y cuando Él quiere hacerlo; sin embargo, he tenido que aprender a vivir con mis enfermedades y dolores, y a pesar de todo dar gloria a Dios porque me permite respirar y existir todavía.
La mujer con flujo de sangre

Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. (Mateo 9:20 y 21)
No sabemos la causa de la enfermedad de esta mujer, pero sí sabemos que sufría su pena y su molestia en secreto. No se nos dice nada más, sino que se trataba de un "flujo de sangre", o sea, de hemorragias, y que ya hacía doce años que padecía de éstas. El evangelio de Marcos nos dice: y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía y nada había aprovechado, antes le iba peor. (Marcos 5:26).
Después de tantos años hemos de suponer que su salud había decaído, y que se encontraba pálida y decaída. En cambio su fe era firme y enérgica, de manera que se había atrevido a mezclarse con la multitud para acercarse a Jesús en público, y solo anhelaba tocar el borde del vestido del Señor.
Sabemos que como resultado de su acto de fe, la gracia de Dios fue derramada de una manera inmediata sobre ella, y Jesús le dijo:
Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora. (Mateo 9:22).

La gracia de Dios en este caso, no solo sanó sino que también salvó. Jesús hace un milagro inmediato y no solo le concede la sanidad de su cuerpo, sino que le asegura la eterna salvación de su alma. ¿Qué valdrá más: ser sanado en este mundo temporal o ser salvado de la perdición eterna?
Vivimos sumergidos en un mundo secular, materialista y humanista. Los hombres de hoy queremos vivir más, rejuvenecer, tener más y disfrutar de esta vida. No estamos pensando para nada en una eternidad con Cristo, ni en la salvación eterna de nuestras miserables almas. Hoy en día la preocupación está enfocada en el cuerpo y no en el espíritu.

Se  podría decir sin temor a equivocación, que la gracia de Dios salva más que lo que sana, sin embargo siempre estamos pensando en unos 80 a 90 años en esta tierra, pero Dios no deja de estar pensando en una eternidad para y con nosotros.

Nadadora cristiana conquista el oro: “Entrego toda la gloria a Dios”

La nadadora cristiana Simone Manuel, alcanzó un récord olímpico el jueves (11), y se convirtió en el primer negro campeón olímpico de natación individual.La joven de 20 años de edad, de Sugarland, Texas (EE.UU.), ganó una medalla de oro en la categoría de estilo libre (100 metros).  Compitió con la canadiense Penny Oleksiak y el tiempo de las dos fue de 52 segundos 70 centésimas. El registro rompió el récord olímpico anterior. La ganadora participaba en el evento por primera vez.
En una entrevista notable, poco después de su carrera, ella alabó a Dios por su victoria. “Todo lo que puedo hacer es entregar toda la gloria a Dios. Ha sido un viaje largo estos últimos cuatro años”, informó el sitio Christian Examiner. “Soy muy afortunada de tener una medalla de oro. Soy muy afortunada”, dijo.
Simone tiene la costumbre de publicar agradecimientos a Dios en su Twitter y publicó otro después de la competencia: “Es un honor representar a los Estados Unidos. Dios está trabajando en mí. Soy muy afortunada y estoy muy agradecida. Gracias a todos por su ayuda”.

Tanatofobia: Miedo a la Muerte

“Únicamente de esa manera el Hijo podía liberar a todos los que vivían esclavizados por temor a la muerte.” Hebreos 2.15
Los efectos del miedo en la vida y mente de las personas son increíbles. El miedo sirve para un propósito útil en ocasiones y destructivo en otras.
Cuando somos pequeños y nuestros cerebros se están desarrollando, guardamos información en la parte de nuestro cerebro conocida como el sistema límbico o cerebro de supervivencia. Esta información nos ayuda a reconocer situaciones potencialmente dolorosas o dañinas, sin tener que tomar decisiones conscientes. Como cuando eras niño y te quemaste con una llama de fuego; tu cerebro guarda el incidente de manera que en el futuro, un miedo sano automáticamente te alejará de esa llama de fuego.
El problema es que otros miedos no saludables pueden desarrollarse en nosotros. El término clínico para algunos de esos miedos no saludables es “fobia.” Alguien con una fobia tiene fuertes reacciones inconscientes a lo que sea que teme. Todo esto se lleva a cabo en el sistema límbico.
El versículo mencionado habla maravillosamente sobre esto. Dice que Jesús nos liberó del miedo a la muerte.
La palabra Griega traducida como miedo es “phobos,” la cual viene de la misma raíz de la palabra “fobia.” La palabra Griega, traducida como muerte es “thanatos.” ¿Al poner esas dos palabras juntas, qué nos da? Tanatofobia: un miedo extremo o irracional a la muerte.

No es tiempo todavía


Yo sé que me piensas y que por las noches me sueñas.
Que me imaginas y esperas como lluvia en sequedades de verano.
Aunque no me ves ni me has conocido, yo estoy aquí…
Pero no es tiempo todavía.
Me estoy preparando para ser la mejor para ti.
Aún Dios me tiene en su taller y me está matizando con detalles delicados e impregnando de su esencia, para que pueda ser yo esa mujer virtuosa que tanto anhelas.
Dios nos tiene en lista de espera. También a ti te faltan detalles para que seas el hombre adecuado para mí. Sencillo, valiente y varonil, entre otras muchas cualidades que tienes. Temeroso de Dios y hacedor de su Palabra.
No es tiempo aún, aunque nuestros corazones a veces quieren estallar. Aunque la ansiedad cause impaciencia y en ocasiones sintamos la soledad o la necesidad de encontrarnos.
Soy como la aurora y tú como el atardecer. Yo soy quien hará latir más fuerte tu corazón y endulzará tus oídos con las palabras de amor más bellas.
Tú serás el que me envuelva como la ola y llene el espacio con su ternura y encanto. Tu beso despertará el amor que en mí andaba dormido y te reconoceré como el dueño de mi corazón.
Y aunque el tiempo está marcado por Dios para encontrarnos exactamente en el momento y lugar perfecto, debes esperar por mí porque yo aguardaré tu llegada.
Me cuidaré para ti y a nadie más aceptaré hasta que por fin te encuentre. Por eso desde la lejanía te escribo y pido que te conserves y reserves para mí.
Juntos seremos la melodía y la poesía; el mar y la ola. Nos fusionaremos como los ingredientes que se entremezclan para formar un grato perfume. Nos complementaremos porque así lo quiere Dios.
Tan solo esperemos, el tiempo se acerca. Pero mientras, recuerda que te estaré esperando porque todavía no es el tiempo pero vendrá, y los dos lo sabemos.