domingo, 3 de diciembre de 2017

En su presencia

Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte; andará, oh Señor, a la luz de tu rostro. Salmo 89:15
Resultado de imagen de hermano  LorenzoEl hermano Lorenzo, un monje del siglo XVII, oraba así antes de empezar su día laboral: «Señor mío, concédeme la gracia para permanecer en tu presencia. Ayúdame en mis tareas. Controla todos mis afectos». Mientras trabajaba, seguía hablando con Dios. Incluso cuando estaba muy ocupado, usaba los momentos de relativa calma para pedir su gracia, buscar y encontrar el amor de su Hacedor.
Como declara el Salmo 89, la respuesta apropiada frente al Creador que gobierna los océanos y recibe la adoración de huestes de ángeles es entregar toda nuestra vida a Él. Cuando entendemos la belleza de quién es Dios, oímos «el alegre llamado a la adoración», dondequiera que estemos, «todo el día» (versos 15-16 NTV).
Ya sea que estemos en una tienda, esperando en fila en un aeropuerto o aguardando, nuestras vidas están llenas de momentos que podrían irritarnos. En cambio, podemos aprovechar para recobrar el aliento y considerar estas pausas como oportunidades de aprender a caminar «a la luz de la presencia del Señor» (verso 15 NTV).

Los momentos «perdidos» de nuestra vida —cuando esperamos, estamos enfermos o nos preguntamos qué hacer después—, son pausas que nos permiten considerar nuestra vida a la luz de la presencia del Señor.

Señor, que podamos vivir siempre en tu presencia.
Podemos vivir cada momento en la presencia de Dios.

Perfecto amor

Gracias Cristo, por un día y una noche más en los que me manifiestas tu bondad y tu amor. Tu perfecto amor, ¡cuán diáfano y puro es! Te amo Cristo, gracias por darme salvación y vida en abundancia. Todo lo que consideraba estimable se vuelve nada cuando entiendo la magnitud de tu presencia con la que me abrazas en el silencio, y la sinceridad de mi corazón, cuando tu amor inunda mis ojos de lágrimas (no de tristeza, sino de ternura) por tu incondicional pasión y deseo hacia mí. Te mereces toda mi devoción, el desgaste de mis horas en plena juventud por cumplir tu propósito en mí y el estar en tu obra. Te mereces, ¡oh Dios!, todo mi enfoque y mi atención en esta etapa de soltería, regalo que Tú me has dado, para que goce de todo lo que tienes para mí en este presente. ¡ASÍ QUE CONTIGO VIVO EL PRESENTE COMO SI NACIERA DE NUEVO CADA DÍA, COMO SI FUERA EL PRIMER DÍA DE MI VIDA, DESECHANDO TODO LO QUE QUEDA EN EL AYER, PORQUE... HOY ES UN NUEVO AMANECER!
Disfrutaré en libertad y en serenidad de tu rocío, de la frescura de tus cielos cuyas nubes grises en el día marcan lluvia; de los ritmos musicales anglos y frescos; de los colores otoñales y opacos que a mis ojos envuelven de atracción; de las tardes en las calles donde, a son de pop y guitarra me hacen sentir versátil y a la vanguardia; del amanecer y atardecer de los bosques y llanuras; de los vientos solanos del oeste por la tarde en las calles; la lluvia en las noches y los días nublados. Y sobretodo, ¡disfrutaré en el reposo y descanso de Su presencia!, a pesar de cualquier circunstancia ¿Acaso esta etapa en la que disfruto todo esto durará para siempre? ES EL MOMENTO DE VIVIR LA DULCE PRESENCIA DE DIOS EN MI VIDA Y CON MI VIDA.
Su amor es incomparable a cualquier afecto que puedas tener por un muchacho en especial. Te lleva a caminar sola en esta etapa, en cierto sentido, pero a la vez, en sintonía romántica con Dios. Te lleva a comportarte como una hermana y fiel amiga con tus hermanos y amigos en Cristo. A defender la pureza en todo tu interior y a guardar la de los demás. A estimular a tus hermanos a amar a Dios y a la devoción. Por ahora, este espacio reservado de mi corazón, cual habitación, está solo aun, pero solo le pertenece a mi Dios. ¡A nadie más!

Vive el presente pegad@ de la mano de Dios, no te adelantes al futuro ¡y disfruta de su presencia a cada instante y en cada detalle!

La gente que no tiene a Cristo, “junta ceros”

El barco había naufragado y el único superviviente llegó a una isla deshabitada y muy lejana. Este hombre pasaba las horas orando a Dios con mucha fuerza, y le pedía que lo rescatara de allí.
Cansado y triste de la situación, empezó a construir una pequeña choza con ramas y hojas para poder protegerse y guardar las pocas posesiones que tenía. Pero un día, al regresar después de buscar comida, encontró que la pequeña choza se estaba quemando y un humo inmenso subía hacia el cielo.
Muy angustiado y furioso, le gritó a Dios:
-“¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste quitarme lo poco que tenía?”
Desconsolado y cansado de gritar y llorar, se quedó dormido sobre la arena.
Al día siguiente, muy temprano por la mañana, lo despertó el sonido de un barco que se acercaba a la isla. Habían venido a rescatarlo.
Muy desconcertado el hombre, cuando vio a los marineros les dijo:
-“¿Cómo sabían que yo estaba aquí?”
-Ellos le contestaron:
 -“Vimos las señales de humo que hiciste”.
job bibleEsto recuerda una de las historias más trágicas de la Biblia: la situación que vivió Job, quien había perdido todo lo que tenía incluidos sus diez hijos. Le apareció un cáncer en la piel, gusanos en el cuerpo, no podía respirar, vivió en un basurero rascándose con un pedazo de jarrón... Satanás le tiró todos los misiles juntos, toda la artillería junta.
Pero la gente se confunde cuando piensa que Dios es el que les manda la enfermedad, la muerte y todo tipo de aflicciones. Tenemos aflicciones porque vivimos en un mundo caído, de pecado. Jesús dijo: “en el mundo tendréis aflicción”, no dijo: “yo te mandaré aflicciones”; al contrario; Él dijo: “confíen en mí que yo ya las vencí, y ustedes también podrán vencerlas”. Las promesas son “las raíces” que nos mantienen en pie.
Siempre que leamos la Biblia tenemos que pensar en qué tiempo, lugar y momento se escribió la historia. Cuando pasó todo esto con Job, Jesús no había venido aún a la tierra, por eso Satanás entraba al cielo y aún se daba “el lujo” de conversar con Dios. Pero eso fue antes.
Cuando vino Jesús, puso las cosas en su lugar, hizo el único sacrificio que era agradable delante de su Padre, murió, resucitó y se convirtió en nuestro abogado. Por eso cada que vez que el diablo, el acusador de los hermanos, se presenta para hablarles mal de nosotros, para lastimarnos o dañarnos, el Señor “lo atiende en la puerta” y le dice: “un momentito, éste es mi hijo, y yo soy su Abogado Defensor”. Pero eso sí, asegúrate que eres un hijo de Dios.