Vivimos en una cultura apresurada que exige resultados instantáneos. Para muchas personas, esperar se ha convertido en un arte olvidado. Pero el modo en que Dios nos ayuda a madurar en la fe es diferente al modo de actuar del mundo. Las cualidades personales que Él valora necesitan tiempo para desarrollarse.

Nuestra vida está llena de momentos que requieren discernimiento. En ocasiones estamos tan ocupados tratando de conocer la voluntad y la dirección de Dios en cuanto a lo que debemos hacer, que no escuchamos su voz. Pero el Señor nos llama a pasar tiempo de recogimiento con Él para absorber la verdad de su Palabra y practicarla.
Después de escuchar al Señor, podemos comenzar a aplicar lo que hemos aprendido. Solo si ponemos en práctica su Palabra, tendremos “los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5.14). La Palabra de Dios nos abre los ojos para ver nuestras experiencias desde la perspectiva de Dios, de modo que podamos tomar decisiones acertadas.
Nuestro desafío es hacer prioritario el pasar tiempo con el Señor en su Palabra. Es posible que tengamos que reorganizar nuestra agenda o levantarnos más temprano, pero el esfuerzo vale la pena por el discernimiento y el entendimiento que nos aguardan.