lunes, 11 de enero de 2016

¿Dios aún nos habla hoy?

La Biblia registra a Dios hablando audiblemente, a gente de muchas épocas (Éxodo 3:14Josué 1:1Jueces 6:181 Samuel 3:112 Samuel 2:1Job 40:1Isaías 7:3Jeremías 1:7Hechos 8:269:15, pasajes que solo son un pequeño ejemplo). No hay ninguna razón bíblica por la que Dios no pudiera hablar a una persona audiblemente, en la actualidad. Con todo, los cientos de veces que la Biblia registra a Dios hablando, debemos recordar que ocurrieron a lo largo de 4000 años de la historia humana. La voz audible de Dios es una excepción, no una regla. Hasta en los registros bíblicos de situaciones en las que Dios habla, no siempre está claro si se trata de una voz audible, una voz interior o una impresión mental.
Sí, Dios habla a la gente en la actualidad. 

Primero, Dios nos habla a través de Su Palabra (2 Timoteo 3:16-17). 
Isaías 55:11 nos dice, “Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” La Biblia registra las palabras de Dios para nosotros, en todo lo que necesitamos saber para ser salvos y vivir la vida cristiana. 
2 Pedro 1:3-4 declara, “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por Su divino poder, mediante el conocimiento de Aquel que nos llamó a Su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.”

Bautismo

¿Deben los cristianos ser bautizados? ¿Qué es el bautismo?
El bautismo no es necesario para obtener la salvación, sino que es una señal de obediencia a Dios y una forma de declarar públicamente la decisión de seguir a Cristo. Él instruyó a sus discípulos en Mateo 28:19, “hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.”
Recordemos que nada nos puede hacer merecedores de la salvación. La salvación no estriba en nuestras acciones, sino en lo que Cristo ha hecho por nosotros, el hecho de que Él murió por nuestros pecados. Debemos reconocer nuestros pecados y arrepentirnos, pero primero, la Biblia dice que “por gracia ustedes han sido salvos mediante la fe…” (Efesios 2:08). La gracia es el favor inmerecido de Dios.
Acordémonos del criminal que colgaba en una cruz al lado de Cristo cuando fue crucificado. El criminal confesó a Cristo como Señor, y a pesar de que no tuvo la oportunidad de ser bautizado, su lugar en el Cielo fue asegurado (Lucas 23:43). Dios es perfecto, santo, y no hay nada que podamos hacer para ser lo suficientemente buenos para pasar la eternidad con Él. Todo es cuestión de lo que Él ha hecho por nosotros.

Ama de verdad

Hay países en el mundo en los que se celebra el día del amor y la amistad, ¿pero, sabemos qué es el amor? Hay 3 tipos de amor de acuerdo a su raíz etimológica del griego, que veremos conjuntamente con lo que conocemos del amor en la palabra de Dios:
Ágape: Es el amor de Dios, el amor de Dios hacia nosotros es inefable, y tampoco podríamos llegar a comprenderlo con nuestras mentes finitas. Es un amor incondicional, pues a pesar de que en ocasiones su pueblo le ha fallado, Él sigue enamorado locamente de ellos. Es un amor que está dispuesto a darlo todo. Es ese tipo de amor que puede soportar la pérdida de un hijo en sacrificio, para salvar a la humanidad.
“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo *unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.”
Juan 3:16 (NVI)
Eros: Es el amor de pareja y sexual, es ese amor que busca el bienestar de la persona con la que se ha decidido unirse en matrimonio. Es el amor que anhela un mismo destino con ella. Es ese amor que atesora hasta el más mínimo detalle. Es ese amor que inspira y renueva tus sueños. Es ese amor en donde existe pertenencia y al mismo tiempo, reposo. Es el amor que anhela poder ver transformada a su pareja a la imagen y semejanza de Cristo. Es el amor que arde por poder estar unido con la pareja en una sola carne.
Para propósitos de nuestra fe cristiana los varones deben amar a sus esposas así cómo Cristo ama a su iglesia.
“Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella”
Efesios 5:25 (NVI)
Fileo: Es el amor de amigos o de familiares, es el amor que tiene empatía. Es el amor que se pone en la piel de su prójimo. Es el amor que sufre por las almas en pena. Es el amor que está dispuesto a desprenderse de sí mismo para bendecir a sus hermanos. Es el amor que honra a sus padres. Es ese tipo de amor que hace que una madre defienda con su vida a sus hijos. Es ese amor que hace que un padre se siga levantando después de mil caídas. Es el amor que da esperanza. Es el amor que es capaz de aligerar las cargas. Es el tipo de amor que Cristo vivió con los Apóstoles.
En cuanto al amor fraternal, no necesitan que les escribamos, porque Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros.”
1 Tesalonicenses 4:9 (NVI)

Toma mi mano

En la angustia llamaste, y yo te rescaté.
Salmos 81:7
No es necesario que me hables y que mi oído te escuche,
toma mi mano y dime que Tú cargando mis penas estás.
Toma mi mamo y permíteme darte la mía.
Mírame con esos ojos de ternura que una vez vi
y que ahora ansío ver otra vez.
Sé que me ves, observas mis pasos
y me dices: vamos, sé valiente y lucha por lo que es más que humano.
Toma mis manos y míralas.
Mira cuán cansadas están de tanto trabajar
en un campo de tanta lucha.
Coge mi mano, y abrígala
 con tu perdón y dirección.
Dame más amor o, mejor dicho, dame tu amor, por favor.
Recarga mis fuerzas y hazme saber que Tú tienes el control de toda mi vida
y que de mis sentimientos eres dueño.
Y si he olvidado entregártelo todo,
por favor, manda un mensajero del cielo.
Coge mi mano y llévame adonde Tú quieres que vaya.
Limpia mis pensamientos y dame otra vez la dirección
que tanto he pedido y ahora creo perdí.
Devuélveme el gozo, y aunque Tú no has sido quien
se lo llevó, por misericordia, dame la que tienes en tu abrigo

¡Oh, Señor!