martes, 25 de abril de 2017

La sabiduría que viene de Dios

Cita Bíblica: Santiago 1:2-11
Estamos en una época en la que abundan nuestras promesas y compromisos. Estamos llenos de ánimo y nos sentimos poderosos para llevar a cabo cualquier empresa, como emprender algún negocio, o retomar algo que estábamos haciendo, o pensar en servir de mejor manera en nuestra iglesia...; pensamos y pensamos y luego, seguimos pensando. Abunda la frase “Esta vez sí…” pero llega el fin del año y nos sentimos frustrados por no haber realizado lo que planeábamos hacer y, llenos del sentimiento de culpabilidad, nos volvemos a comprometer con cosas que no vamos a cumplir; esto pasa una y otra vez en el ciclo de la vida de muchos de nosotros.
En mi iglesia, son frecuentes las palabras que se dicen acerca de 4 principios: “determinación, disciplina, compromiso y perseverancia”. ¡Cuánta falta nos hace al pueblo de Dios aplicar estos cuatro principios! Pero yo añadiría otro: Sabiduría.
sabiduria que viene de Dios
Salomón define la sabiduría como un tesoro que todo hombre debe buscar con gran ímpetu y esfuerzo. Ahora bien, existen muchos filósofos a lo largo de la historia que han hablado de lo que, en su opinión, es la sabiduría; aunque nos basaremos en lo que Santiago define como “La sabiduría que viene de Dios”. Si tenemos temor de Dios y algo de prudencia..., ésta es la sabiduría que vale la pena tener.
Veamos, entonces, lo que habla Santiago en este pasaje. Es el comienzo para invitar a la sabiduría que viene de Dios a ser parte de su vida diaria:
1.     La sabiduría que viene de Dios nos ayuda a ver las dificultades como oportunidades (versos 2 y 3):
En estos primeros dos versículos, Santiago dice que debemos estar gozosos cuando estemos en dificultades, porque cuando nuestra fe se pone a prueba produce perseverancia. La Biblia dice constantemente que la fe puesta a prueba es más valiosa que el oro.
Ahora, seamos sinceros con nosotros mismos: ¿Realmente saltamos de felicidad cuanto los problemas tocan la puerta de nuestra casa? ¿Somos lo suficientemente avispados como para decir “Dios, estoy en una situación difícil pero yo confío en ti y sé que me ayudarás”? ¿Realmente, cuando nos vemos frente a frente con la prueba, la vemos como una oportunidad para ser mejores y tener una fe más firme y valiosa?
Si su respuesta es negativa a estas preguntas, necesita la sabiduría de Dios para ver las dificultades desde una perspectiva diferente: La perspectiva de Dios.

La carrera por la corona

«¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero solo uno obtiene el premio?».
1 Corintios 9: 24, NVI
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En la epístola a los Hebreos se presenta la naturaleza que debería caracterizar la carrera cristiana por la vida eterna: «Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Hebreos 12: 1, 2). La envidia, la malicia, los malos pensamientos, las malas palabras, la codicia, son «pesos» de los que el cristiano debe despojarse para correr con paciencia la carrera hacia la inmortalidad. Todo hábito o práctica que conduce al pecado o deshonra a Cristo, debe abandonarse, cueste lo que cueste. La bendición del cielo no puede descender sobre ningún ser humano que viola los eternos principios de la justicia. Un solo pecado acariciado es suficiente para degradar el carácter y extraviar a otros.
Los competidores de los antiguos juegos, aun después de haberse sometido a la renuncia personal y a un entrenamiento estricto, no estaban seguros de la victoria. «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio?» (1 Corintios 9: 24). No importaba cuánto se esforzaran los corredores, ya que el premio se otorgaba solo a uno. Solo una mano podía tomar la codiciada corona. Un corredor podía esforzarse todo y más por obtener el premio, pero segundos antes de finalizar la carrera otro podía arrebatárselo.
Este no es el caso en la lucha cristiana. Nadie que cumpla con las condiciones quedará defraudado al final de la carrera. Nadie que sea ferviente y perseverante dejará de tener éxito. La carrera no es del más veloz ni la batalla del más fuerte. Tanto el santo más débil, como el más fuerte, pueden obtener la corona de la gloria inmortal. Todo el que, por el poder de la gracia divina, pone su vida en conformidad con la voluntad de Cristo puede ganar la corona. Demasiado a menudo se considera como asunto sin importancia, demasiado trivial para exigir atención, la puesta en práctica de los principios presentados en la Palabra de Dios en los detalles de la vida. Pero en vista de lo que está en juego, nada de lo que ayude o estorbe es pequeño. Todo acto pesa en la balanza que determina la victoria o el fracaso de la vida. La recompensa dada a los que venzan estará en proporción con la energía y el fervor con que hayan luchado.

¿De qué manera afectan al cristiano los malentendidos?

La conversación tomó un giro diferente. Nadie lo esperó. Sin embargo, en poco tiempo el diálogo desencadenó un cruce de palabras alteradas. Y luego Raúl se preguntaba “¿Qué produjo ésta situación?” Los días siguientes, el malentendido se dimensionó y, además de que no se hablaban, debió soportar las indirectas de quien se sentía ofendido. 
¿Le ha ocurrido algo así? Sin duda que sí. Todas las personas, de una u otra manera, hemos experimentado situaciones en las que fuimos malinterpretados. La meta es que, con ayuda de pautas bíblicas, aprendamos qué pasos seguir.
I. Los malentendidos tocan a la puerta de toda persona.
1.  Afrontar un malentendido se convierte en una carga dura de sobrellevar.
2. Suele ocurrir que cuando hemos sido víctimas de un malentendido, de nada valen las explicaciones.
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a. En tanto más nos esforcemos por corregir las situaciones, más se agrava el asunto.
b. Conforme se enreda la situación, más dolor experimentamos.
3. Dos pasos del malentendido:
a. Una palabra o actitud que inconscientemente se malinterpreta.
b. Algo que hacemos que nuestro interlocutor interpreta como una ofensa o provocación.
4. Incluso los cristianos somos propensos a interpretar mal a otros creyentes:
a. Los grandes siervos de Dios experimentaron malas interpretaciones.
b. A través de situaciones como los malentendimos, aprendemos del error y crecemos.
II. David, un creyente que sufrió un malentendido
1. David acababa de matar a Goliat (1 Samuel 17) y enfrentó un malentendido con el rey Saúl:
a. El rey era muy inseguro.
b. El temor de perder el protagonismo despertaba celos, temor y resentimiento en el rey Saúl.
2. Un incidente en apariencia intrascendente, un malentendido, cambio la vida de David (1 Samuel 18).
a. El recibimiento apoteósico del pueblo inicialmente era para el rey Saúl (versículo 6)
b. La alegría se tornó en amargura cuando resaltaron la hazaña de David (versículo 7)
c. El cántico despertó los celos del rey Saúl (versículo 8a)
d. El desagrado del rey Saúl lo proyectó hacia David pensando que solo faltaba que le dieran el reino (versículo 8 b)
e. En adelante el rey Saúl experimentó un cambio radical hacia David (versículo 9)
3. Sin proponérnoslo puede ocurrir que nos veamos inmersos en un malentendido. David no pretendía ni la gloria ni el reino.

Tres Mujeres

Una hermosa historia cuenta de una cristiana que soñó con tres mujeres que estaban en oración.
Mientras permanecían de rodillas, el Maestro se les acercó.
Se acercó a la primera, se inclinó hacia ella con gracia y ternura, con una sonrisa llena de amor y le habló con voz pura, dulce y musical.
Apartándose de ella, se acercó a la segunda, pero solamente le puso la mano sobre la cabeza inclinada, y le dio una mirada de aprobación.
Pasó junto a la tercera de forma casi abrupta; no se detuvo a hablarle, ni siquiera la miró.
Resultado de imagen de Tres MujeresLa mujer, en su sueño, pensó: ¡Qué grande debe ser su amor por la primera! A la segunda le dio su aprobación sin las demostraciones de amor que le hizo a la primera; la tercera debe de haberle ofendido profundamente, porque Él no le dirigió una sola palabra y ni siquiera una mirada al pasar. ¿Qué habrá hecho, y por qué tanta diferencia de trato hacia ellas? Mientras trataba de comprender la acción del Señor, Él mismo se le acercó y le dijo:
— Mujer, ¡qué mal me has interpretado! La primera mujer necesita todo el peso de mi ternura y cuidado para poder afirmarse el pie en el camino angosto. Ella necesita mi amor, mi interés y ayuda todo el día. Sin él, fallaría y caería.
La segunda tiene una fe más fuerte y un amor más profundo, y puedo estar tranquilo porque confía en mí sin importar lo que haga la gente.
La tercera, que según tú no noté y hasta descuidé, tiene una fe y un amor de la más fina calidad. A ella la preparo por medio de un proceso rápido y drástico para un servició sublime y santo. Ella me conoce tan íntimamente, y confía en mí hasta tal punto, que no depende de palabras, ni de miradas ni de ninguna demostración externa de mi aprobación. No desmaya ni se desalienta ante ninguna de las circunstancias por las que la hago pasar. Confía en mí aun cuando el sentido, la razón y los instintos más finos del corazón natural se rebelarían.
Sabe que estoy trabajando en ella para la eternidad, y aunque lo que hago no se lo explica ahora, lo entenderá después.
Callo en mi amor, porque amo más que lo que las palabras pueden expresar, o el corazón humano puede entender. Callo por amor a ti, para que aprendas a amarme y a confiar en mí dando respuesta espontánea y espiritual a mi amor, sin que ningún estímulo externo pida tal respuesta.
Dios hizo la mujer como un regalo viviente. Mirémosla y tratémosla como tal.
Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Génesis 2:22.
Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo. Génesis 6:18.