jueves, 8 de febrero de 2018

¿Qué dice la Biblia acerca del diezmo cristiano?

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Diezmar es un asunto con el que muchos cristianos luchan. En muchas iglesias ponen excesivo énfasis en diezmar, y al mismo tiempo, muchos cristianos rehúsan someterse a la exhortación bíblica referente a ofrendar al Señor. Diezmar / ofrendar debería ser un gozo, una bendición, pero desgraciadamente, casi nunca es este el caso en la iglesia de hoy.

Veamos: diezmar es un concepto del Antiguo Testamento. El diezmo era un requisito de la ley en la cual todos los Israelitas ofrendaban al tabernáculo / templo el 10% de todo lo que ganaban y hacían crecer; El diezmo de la tierra, tanto de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, es de Jehová: es cosa dedicada a Jehová. Levítico 30

Hablarás a los levitas y les dirás: Cuando toméis los diezmos de los hijos de Israel que os he dado como vuestra heredad, vosotros presentaréis de ellos, como ofrenda mecida a Jehová, el diezmo de los diezmos. Números 18:26. 
Comerás delante de Jehová, tu Dios, en el lugar que él escoja para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová, tu Dios, todos los días. Deuteronomio 14:23. 
Cuando este edicto fue divulgado, los hijos de Israel dieron muchas primicias de grano, vino, aceite, miel, y de todos los frutos de la tierra; trajeron asimismo en abundancia los diezmos de todas las cosas. 2ª Crónicas 31:5. 
Algunos toman al diezmo del Antiguo Testamento como un método de imposición de tributos, para suplir las necesidades de los sacerdotes y los Levitas del sistema Mosaico. 

Una oración sin respuesta

«Para que la grandeza de las revelaciones no me exaltara, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí». 2 Corintios 12: 7-8
Resultado de imagen de Una oración sin respuestaSaulo de Tarso, siendo perseguidor de cristianos, recibió el llamado de Dios, y sin resistencia aceptó seguir a Cristo hasta el final de su vida. Esa luz que lo iluminó desde el cielo, penetró su corazón y Saulo se convirtió en uno de los predicadores más grandes de la historia.
Durante sus más de treinta años de ministerio, Pablo lidió con cierto problema de salud. En esa situación, le pidió varias veces a Dios que lo sanara, orando intensamente, pidiendo la intervención divina. Derramó su corazón en oración ferviente y le pidió a Dios que tuviera compasión de él. En cierta ocasión, Pablo expresó: «Me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca» (verso 7). Él entendió que Dios tenía un plan para él, para que se mantuviera humilde dando gloria al Altísimo, subyugando así su orgullo para que pudiera ver la gloria de Dios.
Añadió: «Y me ha dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”» (verso 9). La respuesta de Dios fue un rotundo no. Dios le dio gracia para soportar el sufrimiento, a pesar de tolerar toda su vida la molestia en su cuerpo. Pablo permaneció fiel a Dios, y no lo culpó por no haberlo sanado, sino que afirmó su fe en Cristo y decidió permanecer fiel hasta la muerte. Al final de su carrera dijo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2 Timoteo 4:7-8).
Si nuestro problema no es resuelto mediante la oración, no desistamos. Al orar, sepamos que Dios está allí sosteniendo nuestra mano y, según su voluntad, dando respuesta a nuestra oración. No siempre nos contestará como deseamos, pero responderá de alguna manera aunque no alcancemos a entenderlo, pues ha comprendido nuestra necesidad.

Nuestra actitud ante el llamado de Dios

Mas yo, con voz de alabanza, te ofreceré sacrificios; cumpliré lo que te prometí. ¡La salvación viene de Jehová!»  Entonces Jehová dio orden al pez, el cual vomitó a Jonás en tierra. Jonás 2:9-10
Con este bosquejo ahondaremos en el tema de la piedad de Dios. Porque desde el origen de los tiempos, Dios ha mostrado su misericordia para con sus hijos a pesar de que estos ignoran su llamamiento.
Tal es el caso de Jonás, hombre elegido por Dios para predicar su palabra. Sin embargo, este hombre se encontró con grandes pruebas debido a su desobediencia y necedad, las cuales se apartaron de él por su arrepentimiento y sometimiento a la palabra de Dios.
1. ¿Qué hacemos cuando recibimos el llamamiento de Dios?
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a. Aceptamos: Llenos de fe y amor, nos entregamos a la voluntad del padre, y entonces Él obra a través de nosotros.
  • I. Jesucristo, quien es el más elevado y perfecto ejemplo de aceptación y cumplimiento del plan de salvación y gracia de Dios
  • II. Profetas y apóstoles, seguidores fieles que aceptaron el llamado de Dios a través de Cristo y no temieron morir por testificar las bienaventuranzas.
b. No aceptamos: Ignoramos el llamado de Dios y preferimos desobedecer
Jonás hizo oídos sordos al llamado de Dios, y su actitud provocó el enojo del Padre. Él prefirió escapar a otro pueblo antes que viajar a Nínive para exhortar a ese pueblo.

c. Aceptamos a medias: Aceptamos su llamado pero aún albergamos nuestros propios pensamientos, y por ello hacemos un trabajo mediocre.
2. Cuando nos equivocamos, el padre nos prueba pero aún nos resguarda.
a). Dios es perfectamente correcto: por este motivo nos prueba, porque quiere ver hasta qué punto creemos poder huir de su voluntad.
b. Dios nos tiene una misericordia infinita: Incluso si nos resistimos e ignoramos su palabra, Él sigue cuidándonos y orientándonos al arrepentimiento.
Dios puso en duras pruebas a Jonás, desatando una terrible tempestad y siendo lanzado al mar, pero al mismo tiempo no dejó de resguardarlo (no murió sino que fue tragado por una ballena).

El billete estropeado

Un reconocido conferenciante dio inicio a su seminario mostrando un billete ante las doscientas personas que lo escuchaban, y les preguntó: “¿A quién le gustaría tener este billete de cien euros?”
Las manos del público de inmediato comenzaron a levantarse.
billete arrugadoEl conferenciante continuó: “Muy bien, voy a entregarlo a uno de ustedes, pero antes, déjenme hacer esto…”entonces tomó el billete entre sus manos, y como si fuera un papel a lanzar al cesto de basura, lo estrujó. Y nuevamente preguntó: “¿Y ahora quién quiere el billete?” Muchas manos continuaban todavía alzadas en señal de aprobación.
Bien, replicó el conferenciante, ¿y ahora qué tal si hago esto?“… y  arrojando el billete al suelo, comenzó a pisotearlo. Después lo levantó, arrugado y sucio, para insistir en la pregunta: “¿Qué dicen: alguien aún lo desea ?”. Las manos del público asistente permanecían levantadas.
“Amigos míos, dijo el conferenciante, todos ustedes han aprendido una lección muy valiosa: No importa lo que le pasaba al billete; ustedes lo querían igualmente, porque su valor, pese al maltrato, jamás disminuyó.
¡Qué buena lección para aplicarla a nuestra vida cotidiana!,  pues muchas veces a lo largo de la existencia somos golpeados por los problemas, maltratados por las crisis, pisoteados por las calamidades... ¿O cuántas veces hemos sido objeto de traiciones, vejaciones, deslealtades, abusos, etc, por parte de quienes nos rodean, sintiéndonos en esos momentos despreciados, disminuidos, sin valor?
Es bueno que recordemos entonces que pese a lo maltrechos que nos encontremos en el camino, y que aunque para otros podríamos ser objeto de desprecio, en cambio para Dios por su infinita bondad, siempre seguimos manteniendo el mismo valor.
Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme”. (Salmos 40:1,2)