El año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el Templo.
(Isaías 6:1)
Dios nos anhela celosamente y desea que tengamos un encuentro personal con Él cada día de nuestras vidas. Por eso muchas personas se estancan en el camino, porque no se dan cuenta de la importancia de tener nuestro encuentro diario con Dios.
El diccionario define "Encuentro" como: Acto de coincidir en un punto / Acto de encontrarse (hallarse dos o más personas).
Podemos ver la gloria de Dios. (verso 1)
El Profeta Isaías pudo contemplar la sublime presencia de Dios. Un velo fue corrido de sus ojos y pudo ver algo más allá de lo natural, algo más allá de la lógica y de lo que nuestra mente finita puede llegar a comprender.
En un encuentro con Dios, nuestros ojos espirituales son abiertos y, a pesar de las circunstancias, la gloria de Dios se hace tan presente en nuestras vidas, que podemos ver la bendición en lugar de ver solo el problema o el obstáculo que nos impide avanzar en nuestro caminar con Dios.
Cuando vemos la gloria de Dios nos damos cuenta que Él es sobre todo lo que hay a nuestro alrededor y que para Él no hay nada imposible.
Se nos revela lo desconocido. (verso 2)
Cuando dentro de la presencia de Dios el velo de nuestros ojos es quitado, podemos ver lo desconocido. La Biblia nos dice que hay cosas grandes y ocultas que no conocemos (Jeremías 33:3), cosas que nadie ha visto y que nadie ha escuchado, ni mucho menos nos hemos imaginado. Dios las tiene preparadas para aquellos que realmente aman a Dios y lo buscan día a día (1 Corintios 2:9).
Lo que antes era incomprensible o no conocíamos, ahora ya no lo es. Al ser nuestros ojos abiertos por la gloria de Dios, también nuestro entendimiento es abierto, y así podemos comprender lo espiritual, lo que es de Dios.
El Espíritu de Dios viene a nuestras vidas y destapa los secretos divinos para fortalecer nuestra vida espiritual.
Podemos experimentar la santidad de Dios. (verso 3)
Dios es Santo, santo, santo. Al experimentar la santidad de Dios en nuestros corazones, nos hace alabarlo y exaltarlo por lo que Él es (Salmos 30:4). Nuestro espíritu se une al Espíritu de Dios y es entonces cuando comienza un fluir de adoración a Dios, y podemos derramar nuestro corazón de una forma sincera.
Los serafines no paraban de dar voces alabando a Dios; tan grande es la santidad de Dios que el pecado no puede habitar cerca de Él.
Somos llenos de su gloria. (versos 3, 4)
En el verso 3 leemos que “toda la tierra está llena de su gloria” y en el verso cuatro que “la casa se llenó de humo”. Esto nos habla de que Dios llena todo de su esencia; Él es Aquel que todo lo llena en todo (Efesios 1:23b).
Ésta es una de las cosas que Dios quiere, que seamos llenos de su gloria y majestad, la que provoca en nuestras vidas un cambio genuino. Llenar denota ser lleno hasta arriba, ser lleno en toda la capacidad. Dios quiere que seamos portadores de su gloria, que la gente desee tener lo que Él nos ha dado.