miércoles, 4 de junio de 2014

El testimonio interno

¿Se le hace a usted difícil oír la voz de Dios? ¿Se encuentra atrapado en alguna situación confusa y necesita consejo, y sin embargo, después de orar y de leer la Palabra aún no está seguro de lo que Dios quiere que haga?

Yo tuve esa experiencia. Conocía la Palabra escrita de Dios y ponerla en práctica cambió mi vida. Pero cuando se trataba de decisiones, para las cuales no había una respuesta directa en la Palabra, no estaba seguro de qué hacer. Por ejemplo, decisiones como a qué ciudad trasladarse, y otras cosas por el estilo. Lo que me dio fuerzas, fue el reconocimiento de que estaba haciendo lo correcto. La Palabra escrita de Dios y el testimonio (conocimiento) interno son dos cosas diferentes, nunca se contradicen, pero ambas son parte vital en nuestro andar con Dios.

Por ejemplo, Dios esperaba que el pueblo de Israel obedeciera su Palabra escrita. Pero también les dijo: "Obedeced mi voz" (Jeremías 7:23), porque quería que conocieran su voluntad en situaciones específicas. Eso sucedió cuando Israel conquistó Jericó: el pueblo obedeció la voz de Dios. De otra manera, ¿de dónde más hubieran sacado ese extraño plan de batalla? No estaba en la ley de Moisés y a nadie se le habría ocurrido que marchar siete días alrededor de la ciudad sería una gran estrategia militar.

Pero, ¿cómo nos habla Dios? ¿Nos grita desde el cielo? Romanos 8 dice que el Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu. Esto significa que las instrucciones de Dios nos vienen de adentro, no nos vienen de afuera. A veces, cuando sienta oír la voz de Dios, usted puede que diga: "Señor ¿soy yo o eres Tú?" Esto se debe a que Dios por lo general, no pone de forma directa pensamientos en su mente, sino que habla a su espíritu, y este convierte la voz de Dios en pensamientos.

Si Jesús pagó el precio de nuestro pecado, ¿por qué todavía sufrimos las consecuencias del mismo?

Las Escrituras declaran, "Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Romanos 6:23). Cristo pagó el castigo por nuestro pecado. Todos merecemos la muerte, que es la pena máxima del pecado. Todos pagarán por su propio pecado a menos que lleguen a Cristo, quien ha pagado el precio por nuestros pecados con Su sangre. Adán y Eva sufrieron las consecuencias de su pecado siendo expulsados del Jardín. Pero en lugar de "consecuencias," debemos pensar en ello como "disciplina." El escritor de Hebreos 12;5,6 dice esto acerca de la disciplina y su propósito: "y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo."

“Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.” (Hebreos 12:7-11).


Dios muestra Su amor por corregirnos, y/o usa disciplina para llevarnos a donde Él quiere que estemos. ¿Qué hace un buen padre cuando ve a su hijo apartándose de la senda correcta? Le devuelve al buen camino por medio de la disciplina. La disciplina puede manifestarse en muchas formas, dependiendo de la gravedad del delito. Si un niño nunca es disciplinado o nunca sufre las consecuencias de su acción incorrecta, nunca aprenderá lo que es correcto.

Por lo tanto, por amor Dios disciplina a los que son los Suyos. Si nunca hubieses sufrido las consecuencias del pecado, ¿cómo podrías saber cuando haces bien o mal? El salmista dice: “¿Acaso no entienden todos los que hacen lo malo, los que devoran a mi pueblo como si fuera pan? ¡Jamás invocan a Dios!" (Salmo 53:4). También, en Salmo 10:11 leemos, "Se dice a sí mismo: Dios se ha olvidado. Se cubre el rostro. Nunca ve nada." Si Dios no nos impusiera consecuencias, no aprenderíamos de nuestros errores ni cambiaríamos nuestras acciones. Dios disciplina sólo a los que son suyos, y Él hace esto por amor a nosotros, no para dañarnos o derribarnos. Es la manera de Dios de decirnos, “Mi hijo, te vas al revés y es hora de dar la vuelta y hacer lo correcto.” Si no somos corregidos cuando erramos, seguiremos haciendo mal.

¿Necesitas Brisa en el Alma? - Reflexiones

Las presiones de la vida hacen que a veces, nos sintamos sofocados y entonces anhelamos un poco de brisa en el alma. Refresca, pues, tu alma con estas suaves brisas:
El fracaso es sólo la oportunidad de comenzar de nuevo más inteligentemente.
El éxito suele estar ligado a la acción. La gente exitosa está en movimiento. Comete errores, sí, pero no se rinde.
La única cosa que se interpone entre un hombre y lo que quiere en la vida es a menudo, la voluntad de intentarlo y la fe para creer que es posible. 
Las cicatrices que adquirimos al ejercitar el valor nunca nos harán sentir inferiores. 
En el momento en que tenemos en nuestro corazón, esa cosa extraordinaria llamada amor y sentimos su esencia, su delicia, y su éxtasis, descubrimos que el mundo está transformado para nosotros. 
Un caballo de carreras, que pueda correr una milla en unos pocos segundos menos que otro, vale el doble. Esa pequeña diferencia tiene un gran valor. 
La persona exitosa sacará provecho de sus errores y lo intentará de nuevo de una manera diferente. 
La honestidad es el primer capítulo del libro de la sabiduría.
Se nos dice que nunca debemos cruzar un puente hasta que lleguemos a él, pero este mundo pertenece a quienes han “cruzado puentes” en su imaginación, por delante de la multitud.
El punto de inicio de todo logro es el deseo. Mantengamos constantemente esto en la mente. Deseos débiles traen resultados débiles, igual que un fuego pequeño produce una pequeña cantidad de calor.
¿Oportunidades? Están a nuestro alrededor… Hay poder latente yaciendo por todos lados, esperando que el ojo observador lo descubra. 
La mayoría de la gente se rinde justo cuando están a punto de lograr el éxito. Abandonan en el último metro, en el último minuto, a un pateo del gol de la victoria.
Hagámonos una pregunta: ¿es mi actitud digna de imitar? 
No dejes que el calor de la vida te sofoque por dentro… 
deja que estas brisas te refresquen, pero recuerda, 
quien refresca el espíritu humano es Dios.
Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. Éxodo 33:14.

Tentado con doble propósito

No hay tentación sin propósito. Toda tentación tiene un doble propósito. Uno negativo y otro positivo. 

Propósito negativo: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, vino del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo” (Lucas 4:1-2 NVI). El Señor, primero, fue bautizado y lleno del Espíritu.

El evangelista Marcos, en 1.12, agrega que “Enseguida el Espíritu le impulsó a ir al desierto”. El hecho de que la tentación vino inmediatamente de su bautismo y llenura, tiene un profundo significado. El tentador buscó la oportunidad de obstaculizar la realización de la tarea, confirmada para Jesús en el bautismo, la tarea de un ministerio lleno del Espíritu. El tentador trataría de derrotarle para llevarle a la desobediencia a Dios y así, convertir su tarea encomendada en una misión imposible. El tentador, como lo hizo con el Señor Jesús, siempre quiere llevarnos a la desobediencia, a vivir fuera de los principios de Dios. 

Propósito positivo: “y fue llevado por el Espíritu al desierto”. Allí fue tentado. La gran pregunta es: ¿por qué el Espíritu le llevó donde sería tentado? No olvidemos dos cosas: primero, Dios controla todo lo que ocurre y, segundo, las pruebas, tentaciones y crisis son herramientas en sus manos para construir el carácter de sus hijos. Toda tentación tiene, además de un propósito negativo diseñado por el tentador, un propósito positivo permitido por Dios. El propósito positivo se contempla, cuando recordamos que Adán perdió su libertad, su propósito en la vida y su pureza en una tentación en el jardín, según el libro de Génesis; y Jesús, como el postrer Adán, venció a la tentación en el desierto. El propósito positivo fue recuperar en un desierto lo que el primer hombre, al ceder a la tentación, perdió en un jardín. Una tentación no es tan mala cuando se ve desde la perspectiva de Dios. Vencer a la tentación diaria puede ser el camino para recuperar lo que perdimos en otras circunstancias, por nuestra desobediencia.  

“¿Hay una segunda oportunidad con Dios? Porque yo una vez cometí un terrible pecado y no me puedo levantar”- “Nuestro Dios es Dios de oportunidades. Siempre hay una segunda oportunidad. Quizás, lo que perdiste en el jardín vas a tener que rescatarlo en el desierto de la soledad, la sequedad, el dolor y la pena, pero allí puedes vencer y recuperarlo”. 

El Espíritu Santo guiando tu trabajo

“Y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor” (Éxodo 31.3-5).
Es nuestra creencia que el Espíritu Santo guía solamente las cuestiones “espirituales”, pero tengamos en cuenta que, todo lo que hace un hijo de Dios es espiritual, pues el Espíritu Santo mora en él.
Cuando hablamos de nuestro trabajo o profesión, da la impresión de que muchos creyentes separan el área, de la que hablan, de su vida y no dejan que sea guiada por el Espíritu Santo. Pero el trabajo de cada uno de nosotros debe ser una excelente oportunidad de testimonio a otros. Para esto es imprescindible que el Espíritu Santo guíe lo que hacemos.
En primer lugar, el Espíritu Santo te llena de sabiduría, de inteligencia y de conocimiento en todo arte.
  • Sabiduría para que te manejes en la empresa para la cual trabajas, de la mejor forma posible.
  • Inteligencia para utilizar los recursos a su tiempo y el esfuerzo de la mejor manera.
  • Conocimiento en todo arte, para entender el mercado en el que te desenvuelves y para relacionarte con tus clientes.