viernes, 24 de marzo de 2017

¿Por qué condenaron a muerte a Jesús?

La figura Jesús de Nazaret se iba haciendo muy controvertida conforme avanzaba su predicación. Las autoridades religiosas de Jerusalén se mostraban inquietas con el revuelo que el maestro, llegado de Galilea para la Pascua, había suscitado entre el pueblo.
¿Por qué condenaron a muerte a Jesús?Y las fuerzas armadas imperiales también, ya que en unos tiempos en que periódicamente había rebrotes de alzamientos contra la ocupación romana, encabezados por líderes locales que apelaban al carácter innato de los judíos, las noticias que les llegaban acerca de este maestro, que hablaba de prepararse para la llegada de un «reino de Dios», no resultaban nada tranquilizadoras. Unos y otros estaban, pues, prevenidos contra él, aunque por diversos motivos.
Jesús fue detenido y su caso fue examinado ante el Sanedrín. No se trató de un proceso normal, como los requerimientos que exigen, entre otras cosas, que se tramiten de día, sino de un interrogatorio en domicilios particulares para contrastar las acusaciones habidas contra Él o las sospechas que se tenían acerca de su enseñanza. En concreto, sobre su actitud crítica hacia el templo, el halo mesiánico en torno a su persona que provocaba con sus palabras y actitudes y, sobre todo, acerca de la pretensión que se le atribuía de poseer una dignidad divina. Más que las cuestiones doctrinales en sí mismas, lo que realmente preocupaba a las autoridades religiosas era el revuelo que temían provocase contra los patrones establecidos. Podría dar lugar a una agitación popular que los romanos no tolerarían, y de la que se podría derivar una situación política peor de la que mantenían en ese momento.
Estando así las cosas trasladaron la causa a Pilato, y el contencioso legal contra Jesús se llevó ante la autoridad romana. Ante Pilato se expusieron los temores de que Aquel que hablaba de un «reino» podía ser un peligro para Roma. El procurador romano tenía ante él dos posibles fórmulas para afrontar la situación. Una de ellas, la coercitiva («castigo, medida forzosa») que le otorgaba la capacidad de aplicar las medidas oportunas para mantener el orden público. Amparándose en ella podría haberle infligido un castigo ejemplar o incluso haberlo condenado a muerte para que sirviera como escarmiento. O bien, podía establecer una cognitiva («conocimiento»), un proceso formal en que se formulaba una acusación, había un interrogatorio y se dictaba una sentencia de acuerdo con la ley.

Así como Ana derramó su alma

Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos. Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía. Y Elcana, su marido, le dijo: Ana, ¿por qué lloras?, ¿por qué no comes?, ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?
Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová,  ella con amargura de alma, oró a Jehová, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. 1 Samuel 1:6:17
asi como anaAun cuando Penina se burlaba de ella porque no podía tener hijos, Ana derramó su alma ante el Señor, ¿Cuántas Peninas hay en tu vida que quieren verte estéril y desdichada?, ¿que se burlan y que no creen en ti?
Ana estaba afligida y solo quería concebir para ofrecer su hijo a Dios. Posiblemente muchas personas tengan muchas cosas, mejores dones y talentos que tú, pero los usan para humillar a los demás, y quizás tú tan solo los que quieres, deseas ofrecerlos para la gloria de Dios, así como Ana quería ofrecer a Samuel.
Aunque parezca que todo va en nuestra contra, aunque se levanten Peninas, aunque otros nos digan que estamos ebrios como Elí pensó de Ana, aunque todo parezca que está mal, que puede que se nos hayan acabado nuestras fuerzas, te queda una ALABANZA. Así como Ana, que no se fue a quejar, ni se vengó de Penina; lo único que hizo fue adorar a Dios, y con su humilde oración Dios le concedió el anhelo de su corazón. Porque cuando eres humilde delante de Dios, reconoces que necesitas de su misericordia y que la ayuda solo viene de ÉL, Él peleará por ti y derrotará a tus enemigos, a esas Peninas que quieren apagar tu sonrisa.

Cosechas lo que siembras

Cuenta un relato sobre un niño que vivía en Nepal con sus padres y su abuelo anciano. Su mamá permanentemente se quejaba de que el abuelo demandaba una constante atención y que era una carga para la familia.
Era tanto el desprecio que les inspiraba el abuelo, que en algunas oportunidades, ni siquiera lo tenían en cuenta a la hora de comer. El único que tenía una relación estrecha y buena con su abuelo era el niño, quien generalmente guardaba comida a escondidas de su madre, para dársela más tarde al anciano.
COSECHAS LOS QUE...Hasta que un día, la madre del chico, enterada de la complicidad entre niño y viejo, les dio un ultimátum: ¡el abuelo debía abandonar la casa!…. Así es que el padre del niño, un hombre falto de carácter, al no poder controlar la situación, decidió enviar a su padre a su pueblo natal, donde le correspondería vivir solo. Y como era costumbre, compró una silla de mimbre para llevar al anciano.
A la mañana siguiente, cargaron al abuelo en la silla y partieron al pueblo. El niño rogó que no se lo llevasen, pero pese a sus súplicas y a su llanto, ninguno de los padres se conmovió. No le quedó más remedio al chico que despedirse del abuelo y aprovechar para decirle a su padre: Papá no vayas a olvidarte de traer de vuelta la silla de mimbre.
El padre, un tanto intrigado, le preguntó: ¿Traer de regreso la silla?, … ¿y para qué?, ¿qué vamos a hacer con la silla de mimbre? A lo que el niño respondió: “Padre, quiero tenerla en casa para cuando tú envejezcas como el abuelo y seas una carga para la familia, llevarte en la silla y dejarte en el pueblo”.

Vivir en paz y tranquilidad

HECHOS 26:18 “Te mando a ellos para que les abras los ojos y no caminen más en la oscuridad, sino en la luz; para que no sigan bajo el poder de Satanás, sino que sigan a Dios; y para que crean en mí y reciban así el perdón de los pecados y una herencia en el pueblo santo de Dios.”
Resultado de imagen de Vivir en paz y tranquilidadTodos los días los medios de comunicación del mundo anuncian escándalos que originan todo tipo de acusaciones. Claro está que existen acusaciones falsas, en las que un inocente recibe el feroz ataque de los acusadores. Parece que nuestra sociedad sintiera un deleite especial en acusar y remarcar los errores, no para corregirlos sino para hundir y destruir a la persona. Lamentablemente, este tipo de acusaciones las vemos hasta dentro de los círculos cristianos.
Pero la Biblia nos enseña otra cosa, y es que cuando reconozco mi pecado ante Dios y se lo confieso, Él me limpia con la sangre de Cristo y soy perdonado. (1 Juan 1:8-9 “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros; pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad.” -Dios Habla Hoy-) ¡A partir de este momento nadie tiene autoridad legítima para acusarme, pues he sido perdonado por Dios!