miércoles, 8 de octubre de 2014

Avanzando hacia la Meta

Cuando leemos la historia de Saulo en la Biblia, nos vamos a encontrar que su misión era perseguir a los cristianos. Saulo no soportaba ver a un cristiano predicar la palabra de Dios y por tanto, se adjudicaba, además de tenerla, la tarea de perseguirlos y meterlos en la cárcel. La Palabra dice que “Saulo, vertiendo aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén” (Hechos 9:1-2). En otras palabras, Saulo no se conformaba solo con meter presos a los cristianos, sino que pedía cartas de permiso para continuar su persecución en otros territorios en contra de ellos.
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Mas un día camino a Damasco, el Señor se le apareció con voz fuerte y como un resplandor de luz que vino del cielo y le dijo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Saulo cayendo en tierra dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo Soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. Aun con todo su pecado, el Señor tuvo misericordia de Saulo. Dios ya tenía un Plan Perfecto para él, y dijo: “instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (Hechos 9:1-16 Reina-Valera 1960 (RVR1960). 
El Señor llegó a la vida de Saulo en momentos en que éste se encontraba lleno de odio, y desprecio hacia los cristianos; esa era la vida de Saulo.         
Dios no desestimó a Saulo por sus acciones y conducta, sino que lo transformó, lo restauró. Jesús cambió la vida de Saulo totalmente y no solamente eso, también le cambió el nombre de Saulo a Pablo. El apóstol Pablo ha servido de instrumento para expandir la Gran Comisión del Evangelio, y también la Palabra del Señor está bien sostenida por las Epístolas de Pablo. El Señor borró la vida pasada de Pablo y la convirtió exclusivamente, en vida dedicada al Evangelio de Dios. Para que el apóstol Pablo prosiguiera la Carrera de la Fe, tuvo que olvidar lo que quedaba atrás, el pasado no podía interponerse en el llamado profético del apóstol. Y las escrituras nos hablan de todas las tribulaciones que el apóstol tuvo que pasar para ser usado poderosamente por el Señor.

¿Tienen que obedecer los cristianos, la ley del Antiguo Testamento?

La clave para entender este punto es saber que la ley del Antiguo Testamento fue dada a la nación de Israel (lo que se denomina como ley civil), no a los cristianos. Algunas de las leyes se hicieron para que los Israelitas supieran cómo obedecer y agradar a Dios (por ejemplo los Diez Mandamientos), (aspectos morales de la ley), otras leyes eran para mostrarles cómo adorar a Dios (el sistema de sacrificios), y otras simplemente, para hacer a los Israelitas diferentes de otras naciones (las reglas de alimentación y vestimenta). Ninguna de las leyes del Antiguo Testamento son aplicables a nosotros hoy. salvo los Diez Mandamientos. Cuando Jesús murió en la cruz, puso fin a la ley del Antiguo Testamento (Romanos 10:4; Gálatas 3:23-25: Efesios 2:15).

En lugar de estar bajo la Ley del Antiguo Testamento, estamos bajo la ley de Cristo (Gálatas 6:2) esto es “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40). Si hacemos estas dos cosas, estaremos cumpliendo con todo lo que Cristo quiere que hagamos, “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1ª Juan 5:3). Técnicamente, incluso los Diez Mandamientos no deberían ser de aplicación a los cristianos. Sin embargo, nueve de los Diez Mandamientos están repetidos en el Nuevo Testamento (todos, excepto el mandamiento de observar el Día de Reposo). Obviamente, si estamos amando a Dios, no estaremos adorando a otros dioses o adorando a ídolos. Si estamos amando a nuestros vecinos, no estaremos asesinándolos, mintiéndoles, cometiendo adulterio contra ellos, o codiciando lo que les pertenece. De manera que, no estamos bajo los requerimientos de la ley del Antiguo Testamento. Debemos amar a Dios y a nuestros vecinos. Si hacemos estas dos cosas fielmente, todo lo demás va a estar en su lugar.

Lágrimas al amanecer

La oscuridad se disipa, se expande la luz de un nuevo amanecer, gotas que mojan la tierra, frío que calladamente empieza a calentar… ha llegado el final de una noche más, el silencio parece ocultar aquello que ha sucedido, ¿y lo que ocurrió quién lo contará?
Actos desenfrenados que pretenden ocultarse tras las sombras de la oscuridad, pareciera que el temor se esfumara para no volver, pareciera que la razón se desvaneciera en el corazón del hombre, pareciera que el amor transformara su sentido para convertirse en locura.
La noche se ha convertido en testigo de actos violentos, de sangre inocente, de gritos que estremecen el alma. El clamor se confunde entre el murmullo y el regocijo de aquellos que son llevados hacia un camino espacioso que conduce a la muerte.
Y así, el transcurrir de las horas traen consigo un nuevo despertar, mis pasos me guían hacia un camino estrecho que conduce a la vida, el rocío cae sobre la tierra, la luz se confunde con un ambiente triste, y una voz irrumpe en mi corazón en medio de un silencio casi absoluto. Es la voz de Aquel que nunca duerme, sus ojos han sido testigos del engaño que inclina al corazón del hombre hacia la maldad.
Gotas de lluvia… en ellas tu dolor, en ellas tus lágrimas.

Lágrimas que consumaron tu sacrificio en aquella cruz, donde lentamente la vida se escapaba de tu cuerpo teñido de sangre inocente y santa, lágrimas que corrieron por tu rostro al ver el fruto de tu aflicción. En medio de la agonía y la eternidad, millones de rostros frente a aquella cruz, vidas que a través del tiempo, han sido lavadas con esa misma sangre y libradas de la esclavitud.
Son tus lágrimas que vienen con la lluvia cargadas de tu amor, de tu compasión. Lágrimas que dibujan en mi rostro, la alegría de saber que venciste a la muerte, porque al igual que ayer, aún caminas entre nosotros; lágrimas que reafirman la esperanza al saber que el que en ti cree jamás será defraudado.

Mi abogado - Totalmente Pagado


Después de vivir “una buena vida”, mi tiempo
en la tierra llegó a su final. La primera cosa
que recuerdo fue estar sentado en la sala de
espera de una corte. Las puertas se abrieron y
me mandaron entrar y sentarme en el banco
del acusado. Miraba a mi alrededor y vi al
fiscal, que era la persona más desagradable que
jamás había visto. Me dio una mirada malvada
y gruñó. Al sentarme, miré a mi izquierda y
allí estaba mi abogado, un caballero amable y
bondadoso quien me pareció familiar.
De repente, la puerta de enfrente de la sala de
justicia se abrió, y allí apareció el juez con su túnica
negra. Me impresionó tanto que no podía
quitar mis ojos de él. Cuando tomó su
asiento dijo “Comencemos”.
El fiscal se levantó y dijo: “Mi nombre es
Satanás y estoy aquí para demostrar por qué el
acusado merece el infierno”. Procedió a contar
todas las mentiras que yo había dicho, las cosas
que había robado, y cómo había engañado y
defraudado a otros. Contaba todas las perversiones
de mi vida pasada.
Cada minuto que pasaba me sentía peor; tan
avergonzado que no podía alzar la vista, ni para
mirar a mi propio abogado. El diablo mencionaba
pecado tras pecado que yo había olvidado
por completo. Me sentía molesto por todo, y
más al ver que mi abogado no decía nada para
defenderme.
Yo sabía que había hecho esas cosas, pero también
había muchas cosas buenas. ¿No podría
lo bueno cancelar algo de lo malo? El acusador
terminó diciendo con furia: “Este hombre debe
ser lanzado al infierno. Es culpable de todas
estas acusaciones, y no hay hombre que pueda
probar lo contrario”.
Cuando ya era su tiempo, mi abogado pidió
permiso para acercarse al tribunal. El juez
aceptó su petición, aun contra las protestas de
Satanás. Mientras caminaba hacia el tribunal,
lo vi por primera vez en todo su esplendor y
majestad. Ya recordaba por qué me había parecido
familiar; era Jesús quien me representaba,
mi Señor y Salvador. Se paró frente al banco
y dijo con voz suave al juez: “Hola papá”.
Después se digirió a la corte: “Satanás está en
lo correcto cuando dice que este hombre ha
pecado. Esto no lo vamos a negar. Aceptamos
los cargos contra mi cliente. También tiene
razón de que este hombre merece ser castigado
con la muerte”.
Respiró profundamente y dio vuelta hacia
su Padre con manos extendidas y proclamó:
“Pero yo di mi vida en la cruz para que esta
persona pudiera tener vida eterna. Él me ha
aceptado como su Salvador, entonces, es mío”.
Continuó diciendo: “Su nombre está escrito
en el Libro de la Vida y nadie puede arrebatarlo
de mi mano. Satanás todavía no entiende que
este hombre no recibirá justicia, sino misericordia”.
Volvió a sentarse, pero no sin antes mirar
hacía su Padre y decir: “No hay nada más que
hacer. Yo he hecho todo”.
El juez levantó su mano poderosa y bajó su
mazo con fuerza mientras las siguientes palabras
salían de su boca: “Este hombre está libre;
el castigo ya ha sido pagado totalmente. Caso
cerrado”.
Mientras salía del salón con mi abogado, podía
escuchar a Satanás gritando “No me daré por
vencido. Ganaré el próximo caso.” Pregunté a
Jesús si alguna vez había perdido un caso. Me
miró con amor y me dijo, “Todos los que se han
acercado a mí, pidiendo que yo les represente
han recibido el mismo veredicto que usted:
Totalmente Pagado”.

 

Amar la vida - Reflexiones

Un profesor fue invitado a dar una conferencia en una base militar, y en el aeropuerto lo recibió un soldado llamado Ralph. Mientras se encaminaban a recoger el equipaje, Ralph se separó del visitante en tres ocasiones: primero, para ayudar a una anciana con su maleta; luego, para cargar a dos pequeños a fin de que pudieran ver a Santa Claus, y después, para orientar a una persona. Cada vez regresaba con una sonrisa en el rostro.
-¿Dónde aprendió a comportarse así?, le preguntó el profesor. 
-En la guerra, contestó Ralph. Entonces le contó su experiencia en Vietnam. Allí su misión había sido limpiar campos minados. Durante ese tiempo había visto cómo varios amigos suyos, uno tras otro, encontraban una muerte prematura. “Me acostumbré a vivir solo un paso a la vez”, explicó. “Nunca sabía si el siguiente iba a ser el último; por eso tenía que sacar el mayor provecho posible, del momento que transcurría entre alzar un pie y volver a apoyarlo en el suelo. Me parecía que cada paso era toda una vida”.
Nadie puede saber lo que habrá de suceder mañana. Qué triste sería el mundo si lo supiéramos. Toda la emoción de vivir se perdería, nuestra vida sería como una película que ya vimos. Ninguna sorpresa, ninguna emoción. Lo que se requiere es ver la vida como lo que es: una gran aventura.
Al final no importará quién ha acumulado más riqueza ni quién ha llegado más lejos. Lo único que importará es quién lo disfrutó más. Ama más quien más ha servido, porque aprecia su vida y la de los demás.