jueves, 31 de octubre de 2019

¿Puede un Cristiano celebrar Halloween?

Resultado de imagen de ¿Puede un Cristiano celebrar Halloween?Que un Cristiano pueda o no celebrar Halloween es un tema muy controvertido. Algunos cristianos celebran Halloween usando simples disfraces y divirtiéndose, viendo esto como algo inocente e inofensivo. Otros cristianos, sin embargo, están plenamente convencidos de que Halloween es una fiesta satánica, establecida para adorar espíritus malignos y promover las tinieblas y la maldad. Así que, ¿quién tiene razón? ¿Es posible para los cristianos celebrar Halloween sin comprometer su fe?

La fiesta de Halloween, dejando a un lado cómo sea comercializada, tiene casi completamente orígenes paganos. Aunque puede 
parecer inocente para algunos, no es algo que se deba tomar a la ligera. Los cristianos tienen diferentes perspectivas a la hora de celebrar o no celebrar Halloween. Para algunos significa hacer una “fiesta alternativa”, como la fiesta de la cosecha. Pero para otros, se trata de mantenerse lejos de los fantasmas, brujas, duendes, etc., usando solo disfraces inofensivos, como por ejemplo trajes de princesa, payasos, vaqueros, superhéroes, etc. Y otros deciden no hacer nada, eligen encerrarse en sus casas con las luces apagadas. Con nuestra libertad como cristianos, somos libres de decidir cómo actuar. Hagámonos, antes de nada, la siguiente reflexión: Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. 1 Corintios 10;23

Ahora bien, la escritura no habla nada con respecto a Halloween, pero sí nos da algunos principios con los cuales podemos tomar una decisión. 

En el Israel del Antiguo Testamento la brujería era un crimen castigado con la muerte (Éxodo 22:18Levítico 19:3120:627). 
La enseñanza del Nuevo Testamento con respecto al ocultismo es clara. Hechos 8:9-24, el relato de Simón, muestra que el ocultismo y el Cristianismo no hacen buena mezcla. El relato de Elimas el hechicero en Hechos 13:6-11 revela que la hechicería está violentamente opuesta al Cristianismo. Pablo llamó a Elimas "hijo del diablo, enemigo de la justicia y pervertidor de los caminos de Dios". En Hechos 16, en Filipos, una joven adivina perdió sus poderes demoníacos cuando el espíritu maligno fue expulsado por Pablo. Lo realmente interesante es que Pablo rehusó permitir incluso que buenos comentarios vinieran de una persona endemoniada. Hechos 19 muestra a nuevos conversos que abruptamente dejaron atrás su ocultismo confesando sus obras malvadas, trayendo su parafernalia magia y quemándola frente a todos. (Hechos 19:19).

miércoles, 30 de octubre de 2019

El ojo del Espíritu

¿Cómo se pueden comprender las cosas que se desarrollan o suceden en el mundo espiritual? Esto se logrará si se aprende a mirar con el "tercer ojo": la exploración del mundo espiritual.
En este momento la ciencia marca su auge en la civilización moderna. Esto significa que es una época en la que se mide hasta dónde puede llegar el razonamiento del hombre.
De acuerdo, la ciencia se desarrolla en base a la razón. En otras palabras, traído al contexto cristiano, la ciencia no es otra cosa que el desarrollo del alma del hombre.
No obstante, la fe no es una ciencia basada en la razón, no se descubre ni se desarrolla en base a la misma. Aun así, muchos cometen el error de considerar a la fe como un mecanismo del alma, de la razón y de la ciencia.

Algunos, modernos teólogos, intentan explicar la fe desde el punto de vista de la ciencia. Erróneamente, llegan a la conclusión de que La Biblia es solo un mito antiguo. ¡Grave error! La Biblia, que relata episodios de encuentros entre el Dios eterno y el hombre temporal, no puede ser considerada como un mero objeto de análisis académico.
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Obviamente, la razón adquiere un mayor conocimiento a través de los sentidos, es decir, comprendemos, perseguimos y sistematizamos los objetos a través de los sentidos: la vista, oído, olfato, gusto y tacto. Pero Dios habita en el mundo espiritual, que está por encima del mundo sensorial. De manera que resulta imposible conocer y percibir a Dios por medio del alma. Solo es posible conocer a Dios a través del tercer ojo, es decir, el ojo espiritual. 

Entonces, ¿cómo conocemos a Dios?
Podemos conocer y creer en Dios por medio de nuestro espíritu. La vida cristiana se lleva a cabo en el espíritu, no en el alma. Nuestro espíritu no vive de la razón, sino de la inspiración divina, es decir, de la visión. Por eso la vida cristiana no está en un plano racional ni carnal, sino espiritual. El mundo espiritual abraza al mundo racional de tal modo, que éste ocupa apenas una porción muy pequeña en el mundo espiritual. La vida cristiana consiste en comprender y creer en la Palabra de Dios mediante la revelación espiritual, para luego recibir la salvación, quebrantar la carne y administrar la vida mortal.

Podemos ver el mundo espiritual, cuando nacemos de nuevo en agua y en el Espíritu Santo. No es que nuestro espíritu, por sí mismo, pueda conocer el mundo espiritual. El hombre posee espíritu, sí, pero para llegar al conocimiento del mundo espiritual, tenemos que nacer de nuevo en agua y en el Espíritu Santo, tal como advirtió Jesús a Nicodemo.
El Espíritu Santo mora en nosotros una vez que recibimos a Jesús y recibimos el perdón de nuestros pecados. Es entonces, cuando comenzamos a creer que La Biblia es La Palabra de Dios. No es que "comprendamos" La Biblia, sino que la "creemos". Y no queda, entonces, margen a la duda en cuanto a la Creación, la división del mar Rojo, el nacimiento virginal de Jesús, el milagro de los cinco panes y los dos pescados, y la resurrección de Jesús pasados los tres días desde su muerte en la cruz. Toda aquella palabra que uno no podía comprender por medio de la razón y los sentidos, es revelada de tal forma, que uno comienza a creer como si lo viera y escuchara directamente.

De esto trata el mundo espiritual, del mundo de la fe. La fe pertenece al mundo espiritual. Por añadidura, no la vemos, ni la tenemos, con nuestros ojos físicos, pero ejerce una gran influencia en el plano espiritual.

Resurrección

Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. Mateo 27:51-53 (RVR60)
El velo de la entrada al lugar santísimo fue rasgado en dos. Después de la experiencia de la muerte viene la vida de resurrección, donde estamos listos para que el mundo nos vea; hasta entonces, el mundo no nos ve.
El libro del profeta Isaías dice: Y destruirá en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones. Isaías 25:7 (RVR60)
Este pasaje nos da la pauta de que los pueblos tienen cubierta y velos las naciones, que deben ser rotos para que reciban salvación. Si los velos no son rotos, su entendimiento no puede ser iluminado por la luz de la resurrección de Cristo. La destrucción de dicha cubierta se da en “este monte”; ¿cuál monte?
Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; Me conducirán a tu santo monte, Y a tus moradas. Salmo 43:3 (RVR)
La intimidad con el amado tiene que ver con la cruz, la muerte y la resurrección. Es en el monte de intimidad y adoración donde vamos a ver dicha manifestación, donde lograremos la victoria de la resurrección en nosotros. En ese monte logramos la llenura del Espíritu Santo.
Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. Mateo 27:52-53 (RVR60). El poder de la resurrección viene para irrumpir en una unción fresca, un nuevo impartir de dones, de poder, y de todo lo que necesitamos para ministrar a las multitudes.
El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios. Mateo 27:54 (RVR60)

Cuando crezca en nosotros esa vida de resurrección, no tendremos que decirles a las personas quiénes somos ni qué es lo que tenemos. Nuestra vida misma demostrará el poder, la presencia y la vida de resurrección que está sobre nosotros.

Jesús, compañero sin igual

«…y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo…» Mateo 28:20

Al ser humano, generalmente, le disgusta la soledad; es un estado que causa tristeza, desesperación, depresión etc. Nos gusta la compañía, que alguien nos acompañe.

Resultado de imagen de Jesús, compañero sin igualAcompañar es la acción de estar con alguien, de ir con alguien, alguien que nos dé el soporte de su presencia física o emocional. A quien lo hace se le llama compañero, que puede ser un amigo, esposo, pastor etc.
Muchas personas se sienten tristes al no poder decir que tienen un buen compañero, una persona que esté con ellos, que vaya con ellos. Pero bueno, es un gran privilegio el que tiene todo el que ha sido redimido por la sangre de Cristo, un privilegio que trae consigo grandes beneficios espirituales y materiales a tu vida, privilegio el que todo hijo de Dios tiene a Jesucristo como compañero. Jesús es nuestro compañero sin igual. 
La mejor compañía que puede existir en el mundo. Tú no estas solo en las situaciones de este mundo; aunque así lo parezca, te hace compañía el Rey de reyes y Señor de señores. Hacer compañía es estar con alguien, y Él nos dijo: ¨y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»
Analicemos detalles interesantes de esta Divina compañía, que nos demostrarán por qué Jesús es nuestro compañero sin igual:
JESÚS ES COMPAÑERO SIN IGUAL PORQUE SU COMPAÑÍA ES UNA:

I) COMPAÑÍA PROMETIDA ¨… y he aquí estoy con vosotros…¨

Jesús nos lo prometió. Jesús hizo un compromiso, a través de sus discípulos, con todo creyente diciéndole: «no te preocupes, no te voy a dejar solo, te prometo que voy a estar contigo».
Hoy en día son pocas las personas en las que podemos confiar. Muchos son los que prometen que harán, que estarán, pero nos fallan. Pero Jesús no es así, en las promesas de Jesús si se puede creer pues Él las cumplirá todas.
Dado que esta compañía fue prometida por Jesús, ya tiene peso para su cumplimiento, ya que de Jesús, al igual que del Padre, se puede decir que: «Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta» Números 23:9.
Jesús no fallará a su promesa de acompañarte. La Biblia dice que las promesas de Dios son en Jesús sí y en Jesús amén (2 Corintios 1:20).

domingo, 27 de octubre de 2019

¿Qué es la paz de Dios?

Se dice que hay una paz que no es de este mundo. ¿Cómo la podemos reconocer? ¿Cómo se puede encontrar? Y una vez que se encuentra, ¿cómo se puede conservar? Consideremos cada una de estas preguntas por separado, ya que cada una refleja un paso diferente en el camino.
Examinemos la primera: -¿cómo se puede reconocer la paz de Dios? La paz de Dios se reconoce al principio solo por una cosa: desde cualquier punto de vista, es una experiencia radicalmente distinta de cualquier experiencia previa. No trae a la mente nada que haya sucedido antes. No evoca nada que se pueda asociar con el pasado. Es algo completamente nuevo. Verdaderamente debería haber un contraste entre esta experiencia y cualquier otra del pasado. Pero curiosamente, no es éste un contraste que esté basado en diferencias reales. Es decir, el pasado sencillamente se desvanece, y la quietud eterna pasa a ocupar su lugar. Eso es todo. El contraste que se debía haber percibido al principio, sencillamente ya no está, desapareció. La quietud se ha extendido para cubrirlo todo.
-¿Cómo se encuentra esta quietud? Nadie que busque únicamente sus condiciones deja de encontrarla. Pero ¡ojo!, la paz de Dios no puede hacer acto de presencia allí donde hay ira, pues la ira niega forzosamente la existencia de paz. Todo aquel, que de alguna manera o en cualquier circunstancia, considere que la ira está justificada, proclama que la paz es una insensatez, y no podrá creer que ésta existe. En estas condiciones no se puede hallar la paz de Dios. El perdón es, por lo tanto, la condición indispensable para hallarla. Más aún, donde hay perdón tiene que haber paz. Pues, ¿qué otra cosa sino el ataque conduce a la guerra? ¿Y qué otra cosa sino la paz es lo opuesto a la guerra? Vemos entonces, que el contraste del inicio resalta de una manera clara y evidente. Cuando se halla la paz la guerra deja de tener sentido. Y ahora es el conflicto el que se percibe como inexistente e irreal.
-¿Cómo se conserva la paz de Dios una vez encontrada? Si la ira retorna, en la forma que sea, el pesado telón volverá a caer una vez más, y la creencia de que no es posible que haya paz inevitablemente regresará. La guerra se volverá a aceptar una vez más como la única realidad, y ahora tendrás que blandir tu espada nuevamente, aunque no te hayas dado cuenta de que ya la habías depuesto. Pero al recordar, aunque solo sea vagamente, cuán feliz eras sin la guerra, te darás cuenta de que debiste haberla vuelto a blandir para defenderte. Detente entonces, solo un momento, y piensa en lo siguiente: ¿prefieres el conflicto o la paz de Dios sería una opción mejor? Una mente tranquila no es un regalo baladí. ¿Cuál te aporta más? ¿No es preferible vivir a elegir la muerte?

El creyente y el perdón

No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Lucas 6;37
El mensaje central del evangelio es el perdón y la redención redundante en la salvación del hombre. Es lo más maravilloso que existe, podemos saber que tenemos perdón y salvación y estar confiados en ello. 
Resultado de imagen de El creyente y el perdónComo creyentes, el mensaje de evangelización que llevamos al que no conoce a Dios es: Dios perdona, no importa cuán perdido estés Él te perdona y te restaura. No tenemos ningún problema en ofrecer gracia y perdón a cualquiera, pero suele pasar que cuando nosotros mismos como creyentes somos los necesitados de perdón, parece que el perdón se vuelve condicionado y a veces inexistente.
Hay una gran verdad, ser llamados “hijos de Dios” es un gran privilegio y al mismo tiempo una gran responsabilidad, pues somos responsables de representar al Reino y eso es una tarea delicada e importante.
Y como hijos de Dios, estamos sujetos a estándares más altos que los demás. La gente espera de un creyente lo que no esperan de otros, especialmente si este creyente está en una posición de liderazgo o de poder. Recuerda, al que se le da más se le demanda más.
Ahora bien, nuestra responsabilidad es vigilar cómo caminamos por la vida. Efesios 4:22 nos dice: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos”.
No podemos escudarnos tras la excusa de “soy humano y todos fallamos”, ya que una cosa es “caer en pecado” y otra muy diferente es “persistir en el pecado”, (Romanos 6:1-2). Cuando persistimos en ello, nos convertimos en abusadores de la gracia y misericordia, y no existe un buen final para este modo de vida.
Sin embargo, cuando hemos caído en un error o un pecado y debemos hacer uso de la gracia y misericordia de Dios, aquella gracia tan grande y sublime que ofrecemos libremente a quien se nos atraviesa por el camino, esa gracia que perdona desde una “mentira blanca” hasta un asesinato, cuando nos llega el turno de hacer uso de esta misma gracia y misericordia... simplemente no tenemos la capacidad de aceptarla. La culpa que sentimos y la falta de perdón nos impiden acogernos al regazo del perdón de Dios. ¿Por qué? Porque nosotros mismos sentimos que se nos hace difícil otorgar perdón a otros.

El que calma las tormentas

Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; soy yo, no temáis! Mateo 14;27.
Santiago me compartía, exaltado, sobre algunos problemas que tenía con su grupo de trabajo: división, actitudes acusadoras y malentendidos. Después de escuchar con paciencia durante una hora, sugerí: "Preguntémosle a Jesús qué querría que hiciéramos en esta situación". Quedamos en silencio durante cinco minutos. Entonces ocurrió algo asombroso: ambos sentimos que la paz de Dios nos cubría como un manto. Ya más relajados por su presencia y guía, volvimos a hablar tranquilos sobre aquellas dificultades.
Pedro, uno de los discípulos de Jesús, necesitó la presencia consoladora de Dios. Una noche, mientras navegaba con los otros discípulos por el Mar de Galilea, se desencadenó una tormenta. Repentinamente, ¡Jesús apareció caminando sobre el agua! Ante la sorpresa de ellos, Él los tranquilizó: «¡Tened ánimo; soy yo, no temáis!» (Mateo 14:27). Impulsándose, Pedro le preguntó a Jesús si podía unirse a Él. Puso un pie fuera de la barca y caminó hacia Jesús. Pero poco después, se distrajo y se concienció del peligro y la incapacidad humana ante esa circunstancia, y empezó a hundirse. Clamó: «¡Señor, sálvame!» (versos 30-31).
Como Pedro, nosotros también podemos aprender que Jesús, el Hijo de Dios, ¡está con nosotros aun en las tormentas de la vida!
Señor, gracias porque tienes poder
para calmar las tormentas de mi vida.
 

jueves, 24 de octubre de 2019

La gracia de Dios en un Salmo de La Biblia

Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. (Salmo 23:4).



www.salvosporgracia.comEl valle de sombra de muerte es interpretado (por muchos eruditos) como la muerte física; pero el apóstol Pablo dijo: ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria?, porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley. Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. (1 Corintios 15:55-57). 
Sabemos que El Buen Pastor nos protege de la muerte todos los días de nuestra vida. Si nosotros amanecemos es sencillamente porque Dios nos regala su bondad y su misericordia, las cuales son “nuevas cada mañana y grande es su fidelidad.” (Lamentaciones 3:22-23).
El valle de sombra de muerte también pueden ser los tormentos que tenemos en este mundo de dolor y lágrimas: el divorcio, la muerte de los seres queridos, los accidentes, las enfermedades, la falta de empleo, las familias divididas, los hijos descarriados del Evangelio, etc. Se puede hacer una lista muy larga de las tribulaciones que pude ofrecernos este mundo de caos y alejado De Dios
El valle de sombra de muerte puede denotar la aflicción más grave y terrible que pueda afrontar cualquier creyente. 
“Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo librará Jehová”. (Salmo 34:19). 
Mas librar no significa que no tengamos que afrontarlas o pasar por ellas; aunque en medio de cualquiera de estas angustias el Pastor de los pastores,“en lugares de delicados pastos nos hará descansar; junto a aguas de reposo nos pastoreará. Confortará nuestras almas; y nos guiará por sendas de justicia por amor de su nombre”. Salmo 23; 2-3
www.salvosporgracia.com¡La iniciativa de Dios está ahí siempre! Dios es quien me hará descansar, Él es quien me pastoreará, confortará mi alma y me guiará. Todo lo sigue haciendo Dios, quien es el Pastor de los pastores para mí, pues soy la oveja descarriada del redil del Buen Pastor.
“No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. (Salmo 23:4).
No importa cuán descarriada esté la oveja, que ella no tendrá temor alguno porque el Pastor de los pastores promete estar allí, con ella.

La verdadera ganancia

Porque para mí el vivir es Cristo y el morir, ganancia. Filipenses 1:21
Para los que no creen en Dios, la vida en la tierra es todo lo que hay, por lo tanto es natural para ellos desempeñarse en los valores mundanos: dinero, popularidad, poder, placer y prestigio.
Para Pablo, sin embargo, la vida significaba desarrollar valores eternos y hablar a otros acerca de Cristo. Es lo único que puede ayudarnos a ver la vida desde una perspectiva eterna.
La historia de Pablo desde su conversión, ha sido unas de las más estudiadas hasta hoy; de ser un perseguidor profano, a un predicador de la verdad. ¿Cuántos de nosotros fuimos como Pablo?
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Para poder caminar y agradar a Dios hay que morir. -¿Cómo?, -Si no mueres a tu yo interno nunca vas a vivir para Cristo. 
Uno de los males que hay en nosotros es el “YO”, ese yo que no te deja avanzar, que todo lo sabe, todo lo entiende, que no acepta consejos de nadie, y siempre anda pretendiendo tener la razón. Muchos nos parecemos a este personaje. “YO, YO”, solamente yo y nadie más.
Pablo tuvo que entender que no solo era él, a pesar de que se deleitaba cuando encerraban a los cristianos y los torturaban, e incluso consentía la muerte de algunos creyentes como Esteban. Dios tuvo que parar su locura camino a Damasco.
Todos conocemos esta hermosa historia. De perseguidor a predicador (Hechos 9). Pero antes de hacerse predicador tuvo que pagar un alto precio, despojarse de todo lo que sabía, de todos sus títulos, y empezar desde cero como si nunca hubiese estudiado. (Hechos 9:16).
Jesús le enseñaría a empezar de nuevo, pero bajo Sus reglas. De ser un doctor en la ley, vino a ser un maestro, y todo lo que vivió Pablo (sus aflicciones, temores, dolores, sufrimiento, pesares, hambre, angustia, desnudez y rechazo) no fue más que el pago por predicar la palabra. Por eso él pudo decir, para mí el vivir es Cristo; todo lo que había tenido antes no se comparaba con lo que tuvo con Cristo, y todo lo que había conseguido lo estimaba como pérdida.
¿Cuántas veces desperdiciamos el tiempo en cosas de las que nunca veremos frutos? Cuando comprendamos que la razón de vivir es Cristo, podremos decir "para mí el morir es ganancia".

¿Estás disfrazado de cristiano? o ¿Qué vestido tienes?

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Mateo 23;27.


El mundo sigue sin entender el abismo que hay entre los conceptos de religión y fe cristiana.  
Sin embargo, desde el pecado original claramente se ven las diferencias de una idea y la otra. Nosotros, los pecadores, hemos caído en el error de colocar el misterio de la fe en Dios, al mismo nivel y en el mismo saco del resto de las religiones paganas.
En el huerto del Edén, después del pecado que cometieron originalmente Adán y Eva, les fueron abiertos los ojos y supieron distinguir, como si fuesen dioses, el bien del mal. Se vieron por primera vez desnudos, y se contemplaron el uno al otro con una maldad y una agudeza que antes del pecado no tenían. Entonces decidieron resolver el asunto a su manera, con sus propios esfuerzos y sus iniciativas:
Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. (Génesis 3:7).
Dios está en control, y nada pasó en el paraíso que Él no conociera. Así pues, continúa con Su plan divino, y a Su manera resuelve arreglar la gran tragedia de desobediencia, orgullo, envidia y vanagloria del hombre pecador contra Su Creador… Y después de una serie de regaños y disciplinas del Señor, dicen así las Escrituras: 
el paraiso perdidoY Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. (Génesis 3:21).
No solo Dios hizo las túnicas de pieles, sino que también los vistió.

Dos verbos importantísimos con dos acciones significativas. Sin duda que las iglesias están llenas de estos dos tipos de cristianos: los que tienen un disfraz gestionado por sí mismos, y a los que se les ha dado y se les ha vestido con un traje muy elegante y divino de arriba.
Obviamente, Adán y Eva no confeccionaron algo con sus hojas de higuera porque tuvieran frío, sino porque se sentían culpables, avergonzados, sucios, atemorizados, separados y en rebeldía contra Su Hacedor. 
De manera que pensaron que con las obras de sus manos y su inteligencia, de sentirse pequeños dioses, podrían cubrir sus pecados y serían contemplados por Dios de una manera diferente; pero nadie es salvo por sus obras, por su ingenio o su iniciativa sino mediante la sangre de Cristo, provista por Dios, y dada por Él mismo.
Esta es una lección muy espiritual y celestial, dado que si Dios revela a tu alma este misterio, y atesoras en tu corazón este mensaje, dejarás de ser religioso para convertirte en una persona de fe. Esta es la gran diferencia entre la religión y la fe cristiana. Mientras la primera está refrendada por los esfuerzos humanos, la segunda es hecha y otorgada divinamente por la iniciativa del Salvador.