viernes, 10 de enero de 2020

¿Cuál es la Regla de Oro?

La "Regla de Oro" es el nombre dado a un principio que enseñó Jesús en Su Sermón del Monte. Ante todo aclarar que las palabras "regla de oro" no se encuentran en las Escrituras, así como tampoco se encuentran las palabras "Sermón del Monte". Estos títulos se añadieron más tarde por equipos de traducción de la Biblia al describir diferentes pasajes de la Escritura, con el fin de hacer el estudio de la Biblia un poco más fácil. De este modo, la frase "Regla de Oro" fue atribuida a este pasaje de la Escritura durante los siglos 16-17, ya que era un dicho popular en aquel momento. Es importante tenerlo en cuenta porque, cuando se habla de la Regla de Oro, los cristianos, a veces sin saberlo e incorrectamente, atribuyen dichas palabras como palabras reales de Jesús.
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Lo que llamamos Regla de Oro se refiere a Mateo 7:12: "Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas." Jesús conocía el corazón humano y su egoísmo. De hecho, en el versículo anterior a este, Él describe a los seres humanos como "aun siendo malos" (verso 11). Esto es importante entenderlo porque, como Él dice a continuación, los seres humanos saben dar buenas dádivas a sus hijos aunque son malvados y egoístas por naturaleza. Este verso conduce a la Regla de Oro, que dice tratar a los demás como nos gustaría ser tratados en todas las cosas.

Al terminar la "regla" con "la ley y los profetas", Jesús condensa todo el Antiguo Testamento en este principio. Esto era algo que los judíos del tiempo de Jesús deberían saber por su conocimiento de las Escrituras del Antiguo Testamento, como Moisés escribió, "No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el SEÑOR."(Levítico 19:18). Una vez más, vemos la implicación de que los seres humanos por naturaleza son amadores de sí mismos debido al pecado (Jeremías 17:1), por lo que dio a la gente la oportunidad de tratar a los demás: Cómo ellos quieren ser tratados.

Búsqueda Equivocada

El día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar vio que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos. Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor. Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum, buscando a Jesús. Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.
Juan 6:22-27 (RV)
En cierta ocasión, un hombre propietario de unas tierras cercanas y dedicado a la siembra y cultivo, llamó por teléfono a la oficina de la iglesia, preocupado y con tono de queja, preguntando por qué razón le había venido mal la cosecha si él había pagado sus diezmos.
Resultado de imagen de Búsqueda EquivocadaEn la narración bíblica leemos que Jesús había realizado el portentoso milagro de alimentar a más de cinco mil personas, a partir de un “par de panes y unos peces”. Esta “multiplicación” milagrosa de alimento sació el hambre de muchas personas. Pero el propósito del Señor era más elevado y más profundo que el mero hecho de satisfacer una “necesidad física” de la gente. Poco después, estas personas comenzaron una persecución por tierra y mar para encontrar de nuevo a Cristo, siguiéndolo con un solo fin: “volver a comer pan.” Por eso Jesús los confronta con el verdadero propósito del milagro, que no consistía en que las personas pusieran toda su atención en las cosas “terrenales” y en la saciedad de sus necesidades alimenticias, sino que apuntaba a que pudieran reconocer en Jesús al Hijo de Dios, al enviado del Padre, al Mesías-salvador.
Hoy día esta misma situación se vuelve a repetir. Millares de personas se acercan a las iglesias en busca de “beneficios”, y no en busca del Salvador de su alma. Dios comprende y se conduele con las necesidades humanas, pero quiere que los hombres encuentren no el alimento “temporal”, que como dice la Biblia “perece”, sino al alimento “eterno”, que es la salvación en Cristo Jesús. Por eso la Biblia recuerda a cada persona (Mateo 6:31) No os angustiéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos cubriremos?…33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. (RV)

Humildad, la virtud de los grandes

Y aconteció que estando ellos allí, se le cumplieron a María los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Lucas 2;6-7

El Rey de reyes, el Señor de señores, el único que pudo escoger las condiciones de su nacimiento, rechaza la fama, la fastuosidad de los palacios y la comodidad. En vez de eso prefiere un lugar apartado, incómodo, insalubre… Y su mensaje es fuerte y claro: No son las cosas externas ni las apariencias las que te hacen ser digno.

La humildad es una de las principales virtudes de Cristo y así lo demostró en su nacimiento, porque es la virtud de los grandes, puesto que el que se humilla será enaltecido” (Lucas 14: 11).

Resultado de imagen de Humildad, la virtud de los grandesLO ENVOLVIÓ EN PAÑALES

Jesús se somete voluntariamente a las inclemencias del tiempo, a las incomodidades de un viaje cuando su Madre estaba ya con la tarea del parto. Las decisiones de Dios no obedecen a la casualidad, así que debemos pensar que Cristo quiso nacer así.
Ninguna persona tiene la oportunidad de escoger las condiciones de su nacimiento, ni su apariencia, ni su sexo, ni su nacionalidad; absolutamente nada de eso lo puede escoger. Somos libres solo a partir de que tenemos uso de razón. Pero Cristo tomó todas esas decisiones con plena y soberana libertad.
Ciertamente, hace 2,000 años no existían los hospitales ni los hoteles de cinco estrellas. Las condiciones de vida en aquellos tiempos eran sumamente rudas y agrestes. Es decir, simplemente el hecho de nacer en ese momento histórico era muy difícil, pero Dios escogió para su hijo las condiciones más humildes y rústicas de la época.
Lo más austero que se encontró fue el egoísmo y la mezquindad humana, que no fue capaz de ceder un lugar para ellos en el mesón, para que Jesús naciera en un lugar más adecuado. Ajeno al calor humano, era suficiente el amor de sus padres terrenales y el escaso confort de unos pañales.